Salud y Belleza

Síndrome de Ulises: ¿por qué nos deprimimos tanto al migrar?

El migrante presenta diversas sintomatologías, psíquicas y somáticas, que pueden agudizarse y ser parte de un trastorno depresivo. Sobrelleve el proceso de la mejor manera posible
08.06.2023

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La búsqueda de un mejor futuro muchas veces debe realizarse desde afuera. Una promesa anclada en aspectos como seguridad, oportunidades de empleo, acceso a servicios sanitarios y educación de calidad, por ejemplo, usualmente se acompaña de un término tan familiar como complejo: migración.

Las personas que abandonan su país de origen lo hacen, en gran medida, apostando por cambios significativamente positivos en su vida y su bienestar. Pero el camino suele ser más tumultoso de lo que parece, y las consecuencias en la salud mental y emocional son un problema mayor. Es entonces cuando el Síndrome de Ulises hace su aparición.

”El migrante presenta diversas sintomatologías, psíquicas y somáticas, que pueden agudizarse y ser parte de un trastorno depresivo. Este síndrome se refiere a un estrés crónico que surge como respuesta al cambio de lugar físico, donde la persona debe adaptarse a una nueva cultura, tradiciones, gastronomía, vestimenta, lenguaje, clima, entre muchas cosas más”, introduce la psicóloga Diana Lozano.

Un recurrente sentimiento de soledad provocado por la separación forzada de la familia y otros seres queridos repercute en la salud mental de los migrantes.

Vulnerabilidad

Si bien cualquiera puede padecer depresión, el riesgo para las personas migrantes, sobre todo en condiciones irregulares, es aún mayor. La experta alude que hoy en día migrar se está convirtiendo, para millones de personas, en un proceso que posee unos niveles de estrés tan intensos que llegan a superar la capacidad de adaptación de los seres humanos. “Estas personas son las candidatas a padecer el síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple o Síndrome de Ulises (haciendo mención al héroe griego que padeció innumerables adversidades y peligros lejos de sus seres queridos)”.

Un recurrente sentimiento de soledad provocado por la separación forzada de la familia y otros seres queridos, la incertidumbre hacia el posible fracaso del proyecto migratorio, la lucha por la supervivencia de manera constante, sumado el miedo a los peligros físicos relacionados con el viaje o traumas vividos en este, son, según la experta, los causales más comunes.

Cabe mencionar que dicho síndrome se presenta aún más en personas que han viajado con la intención de ayudar a sustentar a su familia, y no precisamente por un deseo nato de migrar. “Es más a causa de una situación de escasez de recursos económicos que cubran las necesidades básicas, o por diversas situaciones de peligro que se enfrentan en su lugar de origen”, detalla Lozano.

La mala higiene del sueño es un patrón común entre aquellos que atraviesan una depresión, sea o no por migración.

Señales y tipología

La experta menciona que entre las principales características que avisan que una persona está atravesando depresión por migración, se incluyen: pérdida de su imagen corporal habitual (aumento o baja de peso), patrones introvertidos, poca confianza en su entorno, somatizaciones físicas, mala higiene del sueño, descuido en la alimentación, rasgos de ansiedad, ataques de pánico, llanto recurrente, estado de ánimo ambivalente, carencia de actividad física, decaimiento del sistema inmune y, en ocasiones, consumo de alcohol a grandes escalas.

Ahora bien, el duelo, doloroso y desgarrador, dado que supera las capacidades de adaptación del sujeto, puede llegar a vivirse desde diferentes contextos. La psicóloga lo explica:

1) Duelo simple. Se da, por ejemplo, cuando migra un adulto joven que no deja atrás ni hijos pequeños, ni padres enfermos, y puede visitarlos o llevarlos consigo después.

2) Duelo complicado. Es aquel en que se migra dejando atrás hijos pequeños y padres enfermos, pero con la posibilidad de luego regresar o llevarlos consigo.

3) Duelo extremo. Cuando se migra dejando atrás la familia, especialmente cuando quedan en el país de origen hijos pequeños y padres enfermos, pero no hay posibilidad ni de regresar con ellos ni de llevarlos consigo después. Se basa únicamente en ayudarles de manera económica por un largo tiempo.

Mantenga contacto frecuente con su vínculo cercano, pese a la distancia. Apóyese en la tecnología.

¿Prevención o adaptación?

La psicóloga esclarece que no hay una manera, como tal, de prevenir el Síndrome de Ulises, puesto que la persona tiende a lidiar con el proceso en contra de su voluntad. Pero es importante que reconozca que entre más se acerque a una red de apoyo, mejor oportunidad tendrá de estabilizarse de manera oportuna.

No obstante, apuntar hacia una evolución más pronta y saludable sí es una meta posible. “El proceso de adaptación suele durar entre dos y seis meses, máximo. Mientras, la persona logra familiarizarse con su entorno, convive con otra gente, generalmente busca amistades que han vivido situaciones similares y se sienten más confortadas”. Aquí algunas pautas a seguir:

-El migrante, si encuentra estabilidad alguna, puede afrontar esta situación como un proyecto, donde establezca el límite de tiempo para permanecer en ese nuevo espacio físico y cumplir la meta por la que se trasladó.

-La búsqueda de una red de apoyo se vuelve imprescindible. Esta debe ser parte de su entorno físico, sin dejar de lado la comunicación regular con los seres queridos que siguen residiendo en su país de origen, como familia y amigos.

Déjese motivar por las nuevas oportunidades que le ofrece su nuevo lugar de residencia.

-Integrarse en las actividades que ofrece ese nuevo lugar puede ser una oportunidad de crecimiento. Quizá se reencuentre con antiguos placeres o descubra otros intereses. Trate de aprender sobre la cultura, tradiciones, gastronomía e idioma.

-Procure establecerse en un trabajo, lugar de estudio o casa de habitación que le genere calidez. El ambiente donde conviva generará gran influencia en su estado de ánimo.

-Busque canales de asistencia psicológica para abordar el duelo. Considere las opciones a su alcance y tenga siempre en cuenta que no está condicionado, aun estando lejos de casa, a vivir este proceso en soledad.