Saluda y da la impresión de ser un amigo de infancia al que volvés a ver 10 años después. En la cabeza de Ronaldinho hay una sola palabra que sirve para concluir su carácter: humildad; después de sortear cuatro anillos de seguridad y un par de horas de notable desorganización, EL HERALDO llega a una especie de altar mayor en donde existe un hombre de sonrisa eterna, una camiseta escotada de Air Jordan y unas sandalias de color negro...
Hay varios hombres de saco que cuidan a un personaje que no tiene la pinta de haber ganado el Balón de Oro en 2005 ni muchos menos la Copa Mundial en 2002. Hay muchas luces y todas iluminan su cara. Hay otro montón de gente que lo abruma.
Parece rey y habla como un siervo: “Muchas gracias, qué bonito está”, dice lentamente, como escuchando una samba pausada, mientras escruta una caricatura de Manuel Rodríguez que el diario líder ha tenido a bien regalarle.
Vea además: ¡Ellas le demostraron a Ronaldinho que en Honduras hay mujeres bellas!
Más bien él le ha regalado al país algo de alegría en medio de tanta turbulencia. “Me han hablado mucho de Honduras, me han dado un montón de información, he visto muchos videos y me encantó saber que la gente ama tanto el fútbol, muy parecido a lo que pasa en Brasil. Eso me motivó para venir acá”.
La sala está climatizada y se escucha el murmullo de los visitantes. La organización ha decidido condenar el periodismo con solo cinco minutos de charla con el crack de Porto Alegre, por eso cada segundo es literalmente de oro molido.
De interés: Joven presume ser el ladrón del gorro de Dinho y le llueven las críticas
Ronaldinho frota sus manos y de su boca empieza a salir hechizo puro. Habla con ganas de no terminar y con un portuñol tan perfectamente entendible que dan ganas de que los cinco minutos se conviertan en una hora.
Comienza a hablar de Anthony el Choco Lozano, el delantero hondureño que acaba de ingresar a un mundo que R10 conoce a la perfección, el de Barcelona: “Si está ahí es porque tiene calidad, entonces le diría que se dedique al máximo, que aproveche esta gran oportunidad porque no es fácil estar en un gran club como Barcelona, que trabaje duro porque vale la pena, no es fácil pero vale la pena”.
De repente, aparece un nombre extraño para Honduras: doña Miguelina. ¿Por qué? Porque es la mamá de Dinho, la única persona que tiene acceso al museo privado que tiene el astro de 37 años en su casa: “Ella es la que me guarda todas las camisas que uso y las que intercambio, ha hecho un mural en casa y ella sabe que todas son especiales”.
