La impactante historia oculta de la recién nombrada abanderada chilena en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, la maratonista Érika Olivera, tiene de correr a la sociedad chilena: apenas dos días después de haber aceptado el honor de parte del Comité Olímpico.
Se supo que en junio la fondista denunció ante la policía de Santiago a su padrastro, Ricardo Olivera, por abusar sexualmente de ella desde los cinco hasta los 17 años.
En entrevista con la revista El Sábado de El Mercurio, la atleta de 40 años ya no soportó más y contó: 'He tenido que dar muchas entrevistas este año y en todas seguir mintiendo, repitiendo una historia que no es cierta... los secretos pesan'.
Olivera detalló que durante sus primeros cinco años vivió en una parcela de su abuelo paterno en Quinta Normal, pero luego se mudaron a un campamento en Puente Alto en el que comenzaron los abusos sistemáticos del pastor evangélico argentino Ricardo Olivera, que se prolongaron durante 12 años.
'Debo haber tenido cinco años la primera vez que me abusó, él empezó mostrándomelo como un juego, con caricias, y después fue avanzando... esa primera vez no entendí lo que pasó, era una niña, no cachaba nada, pero él siempre me decía que eso no lo tenía que saber nadie', sumó Érika Olivera.
Felipe, uno de sus hermanos, aseguró que fue difícil crecer viendo eso, porque la familia se daba cuenta de lo que pasaba.
'Él es mi papá, pero lo que hizo es lo que hizo: se encerraba con la Érika y sabíamos lo que pasaba ahí. Éramos chicos y debimos hacer algo... pero mi mamá fue siempre muy sumisa a él', consigna la publicación de El Mercurio.
En Río de Janeiro, Olivera cumplirá sus quintos Juegos Olímpicos, con resultados acaso discretos para ese nivel. Pero de 1996 a 2000, la fondista estableció récords chilenos en los cinco y 10 mil metros planos, en la maratón y en la media maratón, marcas todavía vigentes. Ganó, además, medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999.
'Más grande, cuando físicamente ya no podía forzarme tan fácil, comenzó a funcionar como un chantaje y no había una semana que no pasara nada: para ir a una carrera o salir a un entrenamiento, tenía que aceptar lo que él me decía: ¿Quieres esto?, sabes lo que tienes que hacer. Él hacía una señal con el dedo, indicándome lo que iba a pasar, lo que íbamos a tener que hacer, y si alguna vez ponía resistencia, no había plata para nada en la casa, no le pasaba plata a mi mamá. Vivía obligada', recordó Olivera, madre de cinco hijos.
Fue a los 18 años que Érika finalmente se fue de la casa, 10 días después de su cumpleaños. Ahí se fue a vivir con su entrenador Ricardo Opazo con quien se casaría a los 19 años.
La deportista recalcó que muchas veces pensó en dar muerte a Ricardo Olivera y también estuvo a punto de suicidarse. En los primeros días de agosto, Érika Olivera portará la bandera chilena en Río... seguramente sin un gran peso encima, tras haber hecho público un hecho que marcó su vida para siempre.