Esta figura política milenaria ha sido utilizada, en todos los tiempos, para conjuntar las fuerzas, esfuerzos e intereses de dos o más partes interesadas, en pos de un objetivo común.
Las alianzas se dieron en la guerra histórica de Troya, en las guerras europeos de la edad media, en el primer y segundo conflicto bélico mundial, incluso en las luchas que se libraron en el medioevo para disputarse el poder papal en Roma.
Las alianzas modernas ya no son solo armadas; ahora son principalmente políticas, comerciales, de tipo territorial o regional, pero todas persiguen objetivos de interés común que propenden a alcanzar mejores niveles de bienestar humano.
Las alianzas, para que sean efectivas, para que funcionen y triunfen, requieren un altísimo nivel de liderazgo.
Una coordinación y conducción eficaz, con personas que, por sus actitudes permanentemente firmes, rectas, incorruptas, imprimen el más alto nivel de confianza, plataforma desde la que despegará el entusiasmo por la lucha, la fe en el triunfo y la esperanza en ese futuro mejor que todos los pueblos anhelan.
Conducir una alianza implica una responsabilidad enorme, el menor desliz puede provocar la desbandada de los creyentes; un exabrupto, una imprudencia hacer perder la confianza en la calidad del liderazgo y, por consiguiente, el desprestigio insalvable de las personas o las instituciones que acuerpan la aventura.
Las alianzas exigen la mayor transparencia, lealtad y respeto entre las partes que integran la gesta; no hay en ella soldados más chaparros, ni más gordos ni más guapos o feos; la participación entusiasta y unificada de todos es factor fundamental para el triunfo.
A las alianzas se les presentan oportunidades extraordinarias para asegurarse el fin perseguido y ese logro dependerá, entonces, de la calidad del liderazgo, de la imagen integra de sus conductores y de la transparencia con que se perciban todas sus acciones.
Eso sí, hay algunos casos en que, aun en la ausencia o en la flaqueza de ese liderazgo providencial, los pueblos se alían con fervor en las calles, en las urnas, en los campos de batalla para librar juntos la lucha que les permitirá pavimentar el camino hacia el logro de sus reivindicaciones ciudadanas.