TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Dos años se cumplen este día del paso devastador y trágico del covid-19 por el territorio de Honduras, de mucho dolor.
La vida de los hondureños cambió radicalmente desde la madrugada del miércoles 11 de marzo de 2020, cuando las autoridades de Salud confirmaron los primeros dos casos de la enfermedad viral.
Fueron dos hondureñas que llegaron de viaje desde España y Suiza. A partir de ese momento se fueron confirmando nuevos casos a diario en un incremento exponencial.
Por la enfermedad se paralizaron las clases en todos los niveles en el sector público y privado. La población estuvo confinada de marzo a junio, circulaban según el último dígito de su tarjeta de identidad y había toque de queda, pues no se podía circular después de las 10:00 de la noche.
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La economía sufrió un fuerte impacto por el cierre de empresas y negocios. Los hospitales suspendieron la consulta externa para dedicarse a atender pacientes afectados por la nueva enfermedad. Los centros asistenciales se saturaron con la primera oleada de contagios que golpeó severamente entre los meses de junio y julio.
En ese primer año de pandemia, el virus infectó a 125,557 hondureños a nivel nacional. El primer fallecido por el virus se registró el 26 de abril en San Pedro Sula.
El nuevo enemigo invisible acabó con la vida de 3,234 personas que dejaron un inmenso vacío en sus familias en ese año, entre ellos adultos mayores -en su mayoría- y personal de salud de primera línea. Esos fueron datos confirmados mediante pruebas de laboratorio por las autoridades de Salud.
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Comenzó el 2021 con la esperanza de que la situación mejoraría, pero fue todo lo contrario. El 25 de febrero del 2021 llegaron las primeras 5,000 dosis anticovid de la vacuna de Moderna, donadas por Israel, que se aplicaron al personal de primera línea.
Sin embargo, la vacunación de adultos mayores comenzó hasta finales de mayo y de forma sostenida a partir de julio. El año pasado se sufrió una severa oleada de contagios desde abril hasta agosto, donde los centros de triaje y hospitales colapsaron, no había cupo para atender afectados por el virus.
En ese año el virus infectó a 254,581 hondureños. De esa cantidad, 7,207 personas no soportaron las complicaciones del virus, más del doble de muertes de 2020.
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89 días hospitalizada
Melissa Vargas, vivió junto a sus padres una situación crítica y desesperante. En junio de 2020, su padre, Wilfredo Vargas de 60 años, se contagió de covid-19.
Don Wilfredo laboraba con la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) y recibió a unos migrantes retornados en San Pedro Sula, quienes le transmitieron el virus.
A los días comenzó con una leve gripe que se fue empeorando. Le hicieron una prueba y resultó positivo al virus. Por la cercanía, el señor también contagió a su esposa Imelda Laínez (65), madre de Melissa. Los dos hondureños son de la tercera edad y con enfermedades de base, ambos desarrollaron la neumonía.
La salud de don Wilfredo se fue complicando y lo internaron en una unidad de estabilización en el Gimnasio Municipal. Su esposa, pese a los síntomas que sentía, le alistó la maleta a su esposo y le dijo: “Espero que volvás con vida, mi amor, te espero pronto”.
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A los dos días la joven llevó a su madre al Hospital Regional del Norte del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) de San Pedro Sula, pero no había cupo. Pasaron toda la noche en el hospital para ser las primeras en ser atendidas al día siguiente.
“Me tocó meterme por el lado de emergencia porque no había manera que nos atendieran y mi mamá ya no podía respirar”, recordó la joven.
El personal de salud ingresó a la señora y le pusieron el oxígeno. Con los días su estado de salud se iba complicando y la angustia de la familia crecía.“Un día me permitieron verla y me dijeron que me tenía que despedir de ella porque de esa noche no pasaba”, contó llorando su hija.
La señora estuvo conectada a oxígeno de alto flujo y su familia oraba por su recuperación. Con el paso de los días fue evolucionando satisfactoriamente. “Mi mamá estuvo 89 días hospitalizada, fueron 89 largos días que fueron horribles”, recordó Melissa Vargas.
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A su vez, dijo que si no hubiera estado al pendiente a diario de su madre, ella había salido embolsada de ese hospital. “Hacíamos vigilias familiares, orábamos todos los días por ella”, aseguró.
Su familia la recibió con júbilo en la casa, pensaron que no la volverían a ver.
Recibió el alta médica en septiembre, pero siguió dependiendo de oxígeno para respirar por los siguientes tres meses, consumía tres cilindros cada semana.
Además, las altas dosis de medicamentos que le aplicaron le causaron cirrosis y tuvo que recibir terapia de rehabilitación, pues no podía moverse. “Ella es una sobreviviente, estamos conscientes que está prestada, da gracias a Dios y disfruta cada día”, agradeció a Dios su hija porque le dio una segunda oportunidad de vida.
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A más de un año de haber sufrido por esa enfermedad, doña Imelda continúa su vida y realiza actividades con normalidad, teniendo cuidado.
Mientras tanto, el padre de la joven estuvo 11 días hospitalizado pero sobrevivió al virus, no obstante, entró en un proceso de depresión porque sentía culpa por haber contagiado a su amada.
En ese momento, Melissa no se contagió con el virus pese a la alta exposición que tuvo con sus padres. Sin embargo, en agosto del año pasado, Melissa volvió a sufrir por el virus, con 21 semanas de gestación, y fue hospitalizada.
Su mayor temor fue perder a su bebé, pues si nacía prematuro no resistiría. Tanto la madre y el bebé sobrevivieron pese a las complicaciones y están bien. Ahora ya están vacunados. En dos años de pandemia, 10,824 personas no lograron sobrevivir al covid-19, sus familias los lloran y extrañan.
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