TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Las llantas de carros o motocicletas que circularon por varios años y que han sido descartadas tienen una nueva oportunidad de ser útiles para la población. En lugar de ser tiradas a la basura, guardadas en el abandono o hasta quemadas, en una vivienda de la capital hay una persona que se encarga de transformarlas en innovadoras obras de arte y también en objetos útiles para el hogar.
Y ese artista se llama Rolando Cárcamo, quien se dedica a elaborar artículos a base de llantas usadas. Hace un año empezó a dedicarse a esa labor y a pesar que es poco tiempo, la realiza con gran destreza.
Para elaborar una pieza, primero la visualiza en su mente, luego toma su herramienta principal, un rústico cuchillo, el cual empuña una y otra vez contra el fuerte material de hule negro redondo. Le impone mucha fuerza al cuchillo para irle dando forma a la figura que desea o que el cliente le encargó, sin utilizar ninguna plantilla para guiarse.
Por su destreza, cada corte sale impecable y no ocupa repetirlo, tampoco echa a perder el material. Su creatividad es muy amplia, puede elaborar candelabros, maceteras, portalámparas en forma de papagayos, flores, columpios, sillas y sillones, entre otras figuras. No obstante, su ingenio no se queda ahí, el transformador de llantas realiza lo que los clientes le pidan, sin importar la complejidad que conlleve el diseño solicitado.
El artesano se dedica a buscar llantas que ya no se utilicen, algunas se las regalan, otras tiene que comprarlas. El suelo de la sala de su casa se convierte en su espacio de trabajo, a veces utiliza una mesa para apoyarse. Con la ganancia que obtiene de cada artesanía que vende compra botes de pintura en aerosol.
Su esposa Juana es su gran apoyo, ella trabaja y también cuida a su hijo menor llamado Joseph David. El pequeño de 10 años tiene Síndrome de Down y tiene una deficiencia en el corazón, por lo que requiere de medicamentos y tratamiento.
Rolando trabajó varios años como motorista en el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y después pasó a la Oficina Administradora de Bienes Incautados (OABI). Sin embargo, por un recorte de personal quedó fuera de esa institución pública. Posteriormente, se dedicó a un negocio de ventas, pero con el tiempo lo dejó, no obtuvo los resultados esperados.
Su hijo Joseph es su inspiración, que lo impulsa a no rendirse para buscar la manera de cómo ayudar económicamente en su hogar con los alimentos, los fármacos de su hijo, pero aún así no es suficiente para cubrir con las necesidades. Él le pide a Dios que ponga muchos clientes para salir adelante con su oficio. También se moviliza fuera de la ciudad si alguien le encarga piezas. En un día ha llegado a hacer 20 piezas, cuando le han encargado varios trabajos a la vez se levanta muy temprano para lograr cumplir con todos.
“Me llamó la atención, yo iba para San Pedro Sula y miré en la calle que estaban vendiendo, le pedí permiso al vendedor para tomarle una foto a la macetera y cuando llegué a mi casa me puse a hacerla y lo logré, me costó bastante porque no tenía la experiencia ni los materiales para cortar”, contó a EL HERALDO el artesano.
Agregó que no importa el tamaño de la pieza que le encarguen, se adapta a lo que la persona quiera. “Las que son más grandes valen 500 lempiras, las medianas 450, las pequeñas 350, los columpios y los papagayos 500 lempiras”, detalló.