Es un día donde los integrantes de las bandas marciales estudiantiles hacen escuchar su repertorio musical, mientras que las palillonas y pomponeras, seguidas de nutridos pelotones de colegiales, se mueven al ritmo que les imponen los redoblantes.
Con los años los desfiles lentamente han ido cambiando. La gente percibe más emotividad que patriotismo, entendido este como la relación entre el hombre y su nación, debido a la pérdida de los valores cívicos, cuya enseñanza es considerada trascendental para que las generaciones no olviden quienes forjaron la patria, el legado que dejaron y su visión.
De ese detrimento del civismo también se responsabiliza al sistema educativo ya que al eliminar la clase de moral y cívica dejó de inculcar en los educandos aquellas conductas que siempre han sido importantes para el desarrollo de las sociedades como la identidad nacional, la honestidad, el sacrificio, la justicia, la fraternidad y la tolerancia, entre otros.
Para rematar la situación, cierta clase política -confundida ideológicamente- vino a dividir la tradicional festividad, imponiendo un desfile paralelo que ellos desarrollan entre lo ordinario y el enaltecimiento de figuras internacionales que nunca libraron una batalla por este país.
Esta débil identidad y la falta de formación en valores queda expuesta en los desfiles del 15 de septiembre, donde las bandas de guerra de los institutos de enseñanza ya no exaltan tanto a la patria, ni a los ideales de los héroes independentistas; sino que ahora avanzan al son de canciones extranjeras.
Centroamérica no es ni debe ser propiedad de ninguna nación del viejo o del nuevo continente, ni tampoco debe ser propiedad de persona o familia alguna' |
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Igualmente las palillonas y pomponeras entran en una especie de duelo de bellezas y buscan más que todo un lugar entre las más aplaudidas y admiradas, sin reflexionar sobre cuál fue la herencia que les heredaron aquellos hombres que forjaron la nación centroamericana.
Pero la culpa de esta distorsión no es de los jóvenes, sino de un sistema educativo donde los maestros se afanan en celebrar lo superficial sin analizar, sin leer, sin meditar, respecto a los esfuerzos, a las luchas, a los escritos de aquellos hombres como Francisco Morazán, José Cecilio del Valle, Dionisio de Herrera, Trinidad Cabañas, que arriesgaron y dieron su vida trabajando por una Centroamérica unida.
A esta fiesta que cada vez se aleja de su verdadero objetivo, últimamente se ha sumado las Fuerzas Armadas convirtiendo la celebración en un evento de espectáculo y suspenso.
Para entretener al público que asiste al estadio Nacional, los militares hacen hasta demostraciones de cómo “enfrentan” a los criminales, especialmente a los secuestradores; aunque en la realidad no se conoce que hayan participado en un rescate real.
Para el reconocido historiador Mario Argueta, el civismo en la celebración del día de la independencia ha decaído tanto que ahora los desfiles más parecen “una especie de festival carnavalesco”.
“Temo que aceleradamente Honduras esté perdiendo lo poco que aún le queda de sentimiento de patria, de sentimiento de nacionalidad, de nuestro derecho de autodeterminación”, lamentó el académico.
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El civismo, tarea pendiente
De acuerdo con el historiador, la celebración de los 198 años de emancipación política es un momento apropiado para que todos los hondureños “reflexionemos si hemos perfeccionado la independencia, entendiéndola como un proceso que continúa a lo largo del tiempo para su consolidación; y luego llegar a una conclusión, respecto a si somos más independientes o menos independiente o incluso si hemos perdido de una vez y para siempre la independencia alcanzada en 1821”.
Por independencia política se entiende un Estado libre, autónomo, que no depende de la tutela de otro. Los historiadores hablan de tres actos independentistas que marcaron el rumbo de la nación hondureña.
El primero sucedió el 15 de septiembre de 1921 cuando se rompió el vínculo de más de 300 años con España.
15 de septiembre de 1921Se produce la separación de las naciones de Centroamérica con respecto a España. |
Asimismo entre 1838 y 1839 la República Federal de Centroamérica se fragmentó en cinco repúblicas y cada una emprendió su propio rumbo.
Este hecho es visto como la tercera independencia, muy perjudicial porque la fractura dejó cinco Estados frágiles y pobres que quedaron expuestos al intervencionismo y a la voracidad de potencias extranjeras.
No obstante, la lucha contra el colonialismo es un proceso que no concluyó en 1821, ni en 1823, ni con la separación de las provincias, sino que es una batalla vigente como lo plantea una de las cláusulas del acta independentista firmada el 1 de julio de 1823, que dice: “Centroamérica no es ni debe ser propiedad de ninguna nación del viejo o del nuevo continente, ni tampoco debe ser propiedad de persona o familia alguna”.
Así que la independencia que los hondureños- sobre todo escolares y colegiales- celebran este 15 de septiembre es una tarea pendiente.
Más que desfilar con emoción, el recuerdo de la primera emancipación solo es un punto de referencia para que las generaciones no olviden el compromiso con esta patria, recordando y siguiendo el ejemplo de los hombres que entregaron su vida por ella y por una unión centroamericana.