SAN PEDRO SULA, HONDURAS.-Para la enfermera auxiliar del
Hospital Catarino Rivas de San Pedro Sula,
Marianella López, el coronavirus vino a cambiar la vida rotundamente.
“Con esta pandemia el temor embarga nuestras vidas porque es un enemigo que no miramos pero sabemos que convivimos con él, las primeras semanas fueron difíciles, noches de insomnio, momentos que ni comer queríamos porque es algo difícil”, contó a EL HERALDO la enfermera López.
“Con esta pandemia el temor embarga nuestras vidas porque es un enemigo que no miramos pero sabemos que convivimos con él, las primeras semanas fueron difíciles, noches de insomnio, momentos que ni comer queríamos porque es algo difícil”, contó a EL HERALDO la enfermera López.
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“El temor más grande es cometer un error y contaminarnos y venir a contaminar a nuestras familias, nuestros hijos, ya no es igual la convivencia”, lamentó.
Contó que lo que más la ha marcado hasta ahora es que un día su hijo de 11 años iba corriendo a recibirla y abrazarla, pero ella tuvo que gritarle: “Alto, no, no te acerques” y su hijo empezó a llorar, lo que le dolió en el alma.
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