CORTÉS, HONDURAS.- Con apenas 48 horas de nacida, Hannah cambió su cuna, almohadas, frazadas y peluches por un techo helado e incómodo donde apenas podían cubrirla de la lluvia con bolsas de nylon.
Luchó contra la devastación de la depresión tropical Eta aferrada al regazo de su madre, lloró desconsolada en las noches que pasó a intemperie, rodeada de agua y enfermedades, pero su espíritu de supervivencia, su familia y Dios la sacaron con vida. Ahora sin nada de sus pertenencias, viviendo de la solidaridad de un familiar, representa la esperanza de los habitantes del valle de Sula y el motor de su familia para poder salir adelante.
Historia
Erika Ramírez apenas podía moverse, un parto doloroso producto de una cesárea la mantenía doblegada en una cama, a su costado Hannah, su segunda hija de apenas dos días de vida.
En la sala, Víctor Ávila, su compañero de hogar, monitoreaba las noticias: Eta acababa de ingresar a Honduras. Nadie les pronosticó que iba a llegar con fuerza al valle de Sula, peor aún a su vivienda en la colonia Suyapa, sector Flores de Oriente, en el norte del país.
Sin confiarse, el hombre junto a su hermano monitoreaban el bordo del río, pero de un momento a otro en plena tarde, el agua comenzó a subir de nivel.
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Alarmados, con pocas salidas, optaron por llevar a la bebé de apenas dos días de nacida al techo de la vivienda con su madre, la otra pequeña y el resto de la familia.
En pocas horas el agua ya estaba a punto de llegar al techo, oraciones a Dios los acompañaron, la bebé permanecía bien tapadita con frazadas pues la brisa era permanente y la noche comenzaba a caer. El agua no paraba de subir, el frío se apoderó de la familia, unidos en un solo nudo buscaron el calor, “fue una noche eterna, parecía que nunca iba a salir el sol, estaba helado, mi hija mayor lloraba, yo solo le pedía a Dios, no se miraba absolutamente nada, sabíamos que habían otras personas en los techos, escuchábamos cómo el agua arrastraba cosas, fue terrible, yo abrazaba a mi bebé y le pedía a Dios por su vida”, relató la joven madre a EL HERALDO.
A la mañana siguiente el panorama era desalentador, el sol empezó a picar con fuerza en el techo, la bebé dependía únicamente de la leche materna, pero su madre ocupaba alimentos para poder suplirla en totalidad.
“Trataba de mantenerme fuerte, por dentro quería llorar, me dolía la cesárea, pero no podía moverme mucho por la bebé, me daba temor que no saliera leche”, comentó la joven.
Alrededor de ella solamente se podía ver agua, su espíritu se alegró cuando vio a lo lejos una lancha de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), le rogaron que las llevara, les suplicaron que lo hicieran por la niña pero sus palabras no surtieron efecto, “nos dijeron que iban a volver, lloré mucho”.
Con hambre, Héctor, tío de la niña, se tiró al agua en busca de comida, regresó con gallinas y hasta logró matar un chancho, lograron cocinar en un fuego improvisado en el techo, el nivel del agua se resistía a bajar.
La madre siempre confió en Dios, “le pedí con todas mis fuerzas, él me respondió, somos cristianos, lo vi en el cielo, nos extendió su mano, me mostró que protegía a mis hijas, mi angelito también vio la mano del Padre”, mencionó emocionada.
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La segunda noche fue igual o peor que la primera, el nivel de desesperación era grande en la familia, Hannah estaba incómoda, a su mami le dolían los brazos y se turnaban para cargarla, no llovió, pero sí sopló con fuerza el viento, en una especie de poderoso ventarrón.
Las esperanzas se comenzaron a perder, empezaron a meditar la idea de sacar a las niñas nadando, pero Hannah con apenas cuatro días no iba a soportar la odisea, además no había tierra firme cerca, sería un suicidio.
9769-8657es el número de Víctor Ávila, papá de Hannah, para ayudarles. |
A lo lejos se escuchó el motor de otra lancha, desesperados exigieron el rescate, esta vez alzar la niña en brazos surtió efecto.
Los rescatistas pararon, vieron a las personas débiles, ayudaron a Erika a subir al bote y cargaron a la niña. En el camino, la bebé iba extrañada, miraba fijamente a su salvador y el movimiento en el agua la puso un poco mareada.
Al llegar a tierra firme fue llevada por los militares a salvo, después la subieron en un helicóptero hasta otro lugar.
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La evaluaron, todo bien, peso, defensas, todo excelente, uno de los militares dijo entre risas, “esta bebé está mejor que todos nosotros”. Ahora Hannah, esperanza entre la adversidad, necesita ayuda, sus papás perdieron todo. Los buenos corazones pueden contactar a su padre al 9769-8657 para extenderle la mano. Eta será recordada por su poder devastador, pero a Hannah le recordarán que con dos días de nacida logró vencer este feroz ciclón tropical.