Tegucigalpa, Honduras
Un silencio sepulcral invade las callejuelas empedradas de un antiguo pueblo al oriente del país; la calma solo es interrumpida momentáneamente por las aves de corral que de vez en cuando se hacen escuchar en los patios de las casas.
Estamos en el oriental municipio de Potrerillos, en el departamento de El Paraíso.
EL HERALDO visitó otro de los pueblos del país considerado como menos violentos, o más bien de los que disfrutan de no tener el estrés causado por la ola de inseguridad.
La clave fundamental
Si bien es cierto las medidas preventivas de seguridad por parte del Estado frenan en cierta manera la delincuencia generalizada, esto no lo es todo, aseguran algunos de los habitantes de Potrerillos.
¿Dónde está la clave? Doña Teresa de Jesús Fonseca, oriunda de este pequeño poblado y a la vez vicealcaldesa, es del criterio que “en primer lugar la educación de nuestros padres, de la familia... nos enseñaron a respetar a Dios; esa ha sido la base de todo”.
Señala que “los miembros de esta comunidad nos hemos sabido entender, llevarnos como familia y como amigos, hemos inculcado el respeto a los demás”, manifiesta.
El Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (OV-UNAH) tiene en sus registros la muerte violenta de dos personas en los últimos cuatro años en este término municipal.
Esto lo convierte en uno de los municipios más pacíficos de Honduras, sitial que comparte con el municipio de Caridad, en el departamento de Valle.
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Con la puerta sin tranca
Doña Laura Maradiaga, de 70 años, cuenta que “Potrerillos es un pueblo privilegiado porque gracias a Dios aquí hay silencio, hay paz y tranquilidad día y noche”.
“Nosotros no somos visitados y jamás vamos a ser visitados por pandilleros ni personas que hacen lo malo, gracias a Dios”, asegura con manifiesto catolicismo.
La calma del pueblo es asombrosa. El casco urbano de Potrerillos tiene alrededor de 60 casas y es hasta difícil ver a sus pobladores en las calles.
“Aquí podemos dormir con la puerta destrancada (sin llave) y no pasa nada, la gente puede andar en la calle a cualquier hora sin ningún problema”, comenta doña Rosa Godoy, nativa del lugar.
“¡Pueblillo más desgraciado este que ni una cerveza puedo encontrar aquí!”, le dijo un visitante cierto día a doña Marcia Martínez, propietaria de una de las pocas pulperías de Potrerillos.
“Discúlpeme, le dije, el respeto que usted se merece lo merezco yo y ese no es un medicamento, es un vicio, gracias a Dios que no tenemos”, le contestó doña Marcia al visitante luego de no encontrar una cerveza.
Y es que en este pueblo no hay cantinas, detalle que según sus colonos ha incidido para tener algo de armonía.
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Se enorgullecen de su gente
Así como se enorgullecen de su ambiente de calma, también sus vecinos apuntan que de este reducido pueblo ha salido gente brillante como el neuroortopeda José Avilés Irías y el vicerrector de asuntos estudiantiles de la UNAH, Ajax Irías.
Justo frente al parque del pueblo está la estación policial de la Jefatura Municipal No. 7. Sin embargo, está sola, sus puertas permanecen cerradas desde hace algunos meses.
“Aquí no hay policías, se los llevaron desde como en diciembre, como no pasa nada tuvieron que trasladarlos para otro lado”, relata con una sonrisa una de las habitantes de Potrerillos.
A las 12:00 del mediodía solo se logra observar por las calles empedradas el caminar de algunos escolares mientras el vuelo de una bandada de pericos irrumpe por unos minutos el perenne silencio.
La moderna Caridad
Bañado por la aguas del caudaloso río Goascorán, marcado por la línea fronteriza entre Honduras y El Salvador, está el modernizado pueblo de Caridad, en el sureño departamento de Valle.
Con un movimiento comercial poco común para un municipio de su escala, Caridad se distingue en esa región.
Desde el ingreso por la vía en construcción del canal seco se pueden ver viviendas con diseños arquitectónicos muy modernos, en comparación con el denominador común de las zonas rurales de Honduras.
Las remesas en dólares provenientes principalmente de los Estados Unidos han proporcionado un mejor nivel de vida a gran parte de los habitantes de este poblado y esto se refleja en su infraestructura habitacional.
Aun con el flujo comercial y el poder adquisitivo de sus nativos, el clima de delincuencia no se ha visto distorsionado en los años recientes.
No se dan ni delitos comunes
“Caridad, me atrevo a decir, es uno de los municipios más tranquilos, sin incidencia delictiva”, asegura el clase I de policía Carlos portillo, asignado a este término municipal.
En Caridad hay cinco agentes policiales asignados para dar seguridad, incluyendo sus tres aldeas y al menos 40 caseríos.
“No ha habido homicidios en el 2017, ni violencia domestica, que es algo muy común en todos lados, aquí lo que se da de vez en cuando es un escándalo en vía pública, de ahí todo es tranquilidad”, apunta Portillo.
Solo reportan dos homicidios
El municipio de Caridad está en la franja de los pueblos considerados en blanco por el OV-UNAH, ya que en los últimos cuatro años solo ha reportado dos homicidios: unos en 2014 y en 2015.
Rubén Turcios es el alcalde y considera que “son muchos los factores para que el municipio mantenga esa tranquilidad, depende mucho del comportamiento de la gente”.
“En las aldeas el ambiente de tranquilidad es igual, se han dado casos aislados de violencia, pero han sido mínimos”, afirma el funcionario municipal.
La cercanía a El Salvador hace propenso a este pueblo al ingreso de pandilleros salvadoreños, como ha ocurrido en otras zona del país, sin embargo, esto se ha controlado con los mismos pobladores y la policía, cuenta el vicealcalde Adán Bonilla.
Hay respeto por la vida
Los días se viven aún con calma en este pequeño pero dinámico pueblo.
A sus 88 años, doña Antonia Ortiz relata que “aquí vivimos tranquilos, cuando mis nietos van a las fiestas dejo la puerta solo empujada, sin pasador, cuando ellos regresan solo la empujan y nadie más se mete”.
La anciana recuerda que vivió los tiempos de la guerra entre Honduras y El Salvador, “mi esposo fue capturado por los guanacos para El Salvador, fue preso de ellos y hasta a los días lo soltaron”.
De aquellos tiempos de zozobra la situación dista mucho. En la actualidad Caridad es un pueblo sin inseguridad, aunque no en silencio, pero sin eventos de violencia ni asesinatos que vengan a causar temor entre sus pobladores.
En este pueblo del sur de Honduras también hay un respeto visible para los adultos mayores, costumbres que según su gente vienen desde antaño.
Los estudios realizados en materia de seguridad por el OV-UNAH ubican a Caridad y a Potrerillos como dos de los municipios más pacíficos, donde aún hay respeto por la vida humana.