Para conocer el escenario imperante en tierras brasileñas y lo que afrontarán los catrachos, EL HERALDO conversó con un hondureño radicado en Brasil. Su nombre es Jorge Reyes Pinto y estudia Medicina en la Universidad Federal do Rio Grande do Sul, con sede en Porto Alegre.
Como testigo de esa emergencia y sus estudios para valorar con ojo médico, Reyes no duda en dar un pronóstico poco alentador con la circulación de una nueva variante: “Brasil sigue en crisis; para Honduras sería peor”.
El diagnóstico de Reyes se formula tras hacer un repaso de cómo el estado donde reside, Rio Grande do Sul —Río Grande del Sur en castellano—, sucumbió, pese a haberse preparado para la avalancha de pacientes.
El Hospital de Clínicas de Porto Alegre, ejemplificó el universitario, había ampliado su capacidad de atención en un 70%, pero las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) colapsaron en 2021.
Los reportes oficiales confirman estos apuntes de Reyes: hasta 8,706 casos en un día, 323 muertes en 24 horas y más de 2,700 pacientes en camas UCI, según el portal de coronavirus de Rio Grande.
Jóvenes también son víctimas
La Secretaría de Salud, través de la Unidad de Vigilancia de la Salud, confirmó el miércoles pasado en conferencia de prensa que el Laboratorio Nacional de Virología (LNV) encontró una variante de preocupación denominada VOC.Con la nueva variante de covid-19 circulando en Honduras, la posibilidad de contagio aumenta dos o tres veces más de lo normal y los jóvenes esta vez no se salvarán, afirmaron las autoridades sanitarias.
“Con esa variante, la edad de los pacientes en hospital también cambia, normalmente eran ancianos y con enfermedades base, ahora vemos gente de 30 a 59 años en UCI, pacientes jóvenes”, describió Reyes, que en un mes deberá entrar a prácticas en esa sala.
Con estos números, ese estado entró en un color que Honduras todavía no experimenta pero al que encamina si no se endurecen medidas: bandera negra. “Eso pasa cuando se supera la ocupación de UCI”.
El impacto solo de una hospitalización ya es tremendo: en economia (la persona no va a trabajar), en el sistema de salud y principalmente en las familias.
'Estamos hablando de una vida humana, y esa persona tiene una mamá, un papá, hijos, esposo o esposa... y esa familia no sabe si va a poder volver a ver a su ser querido', reflexionó.
Con tanta alarma por Brasil en marzo, sus padres y familiares en Honduras eran los más preocupados por la situación de Reyes. A las puertas del término de abril, hay que preocuparse por todos.
Mientras en su zona llegaban los primeros síntomas de recuperación —recibió la segunda dosis de la vacuna AstraZeneca y el estado Rio Grande do Sul bajó la alerta de negro a rojo—, el país que dejó en 2016 cayó en estado crítico. Vela, más que nunca, por sus parientes.
“No hay noticias. A este paso no se sabe si vacunarán (en Honduras) a la gente” en el tiempo preciso, ya que considera que el proceso es lento. Lo de la vacuna es tenerla ya.
Además de recomendar las medidas de bioseguridad a la población, sugirió no seguir tratamientos que no tienen evidencia científica. Los estudios, citó Reyes, no respaldan la ivermectina ni la hidroxicloroquina.
Una bandera negra es lo que menos quisiera ver Reyes en Honduras