CIUDAD DE GUATEMALA, HONDURAS.- Con la precisión de un reloj suizo, con fecha y hora, doña Mary Elizabeth Martínez Castro recuerda con nostalgia la última vez que escuchó la voz de su hijo Marco; jamás volvió a saber de él.
La hondureña de 57 años de edad recuerda como si fuese ayer el día que despidió a su hijo en su casa en la colonia Rafael Leonardo Callejas de Comayagüela; su muchacho estaba decidido a buscar el “sueño americano”.
“El 11 de marzo de 2013, a las 3:30 de la tarde, fue la última vez que yo hablé con él”, rememora doña Mary Martínez.
El joven Marco Antonio Amador Martínez partió de su patria Honduras un 22 de febrero de 2013 -hace más de nueve años- para tomar la ruta migratoria camino hacia los Estados Unidos.
“Él llegó el 1 de marzo a Palenque (México), me hizo la primera llamada desde ahí y me dijo: Mamá, la voy a seguir llamando de más adelante porque va pasando el tren y me voy a subir”, relata la hondureña. El 2 de marzo, día en que Marco Antonio cumple años (22), volvió a llamar a su madre. Todavía seguía a bordo del tren que lo llevaría hasta la frontera sur de Estados Unidos. En ese momento pasaban por San Luis Potosí, México.
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“A mí me extrañó la llamada, por el número. Mami, me dijo; ¿por dónde vas?, le digo; aquí voy, mami, voy con un amigo, un amigo me regaló una cervecita porque como estoy cumpliendo años”, relata doña Mary.
Como cualquier mamá, se puso a orar por su hijo pidiéndole a Dios que fuera con bien y que no le pasara nada malo en el peligroso camino hacia los Estados Unidos.
Una tercera comunicación telefónica se dio entre Marco Amador y su progenitora Mary Martínez el 6 de marzo de 2013; Marco Antonio había llegado a Nuevo Laredo, Tamaulipas, México, próximo a la frontera estadounidense.
En una semana de viaje, el catracho estaba en la frontera entre México y Estados Unidos, a solo un paso de cumplir su ansiado “sueño americano”.
En ese lugar le pedían a Marco Antonio 2,500 dólares para poder pasarlo de México a suelo estadounidense, pero el soñador había salido de Honduras apenas con 1,500 lempiras en su bolsa; no tenía esa suma en dólares.
Llamada a un pariente
Viendo la situación y que su vástago estaba a punto de lograr la meta de cruzar de forma ilegal la frontera, doña Mary se comunicó con su primo Nelson, también de nacionalidad hondureña, residente en Atlanta, Georgia, para que este le ayudara con ese dinero, pero Nelson le dijo que no tenía dinero.
En cambio, contactó a una tercera persona en Reynosa, México, quien recogió a Marco en una parroquia de Nuevo Laredo, donde habían pactado para reunirse y salir hacia Estados Unidos ese gris 11 de marzo de 2013. En el camino, Marco fue bajado del bus en el que iban, presuntamente por miembros de un grupo criminal, noticia de la que Nelson se enteró en Atlanta, pero no supo explicar a Mary qué fue lo que pasó con el muchacho ni cuál era su paradero.
“Mi presentimiento como mamá es que mi hijo está vivo, no estoy preparada para recibir una mala noticia”, expresa entre lágrimas.
Hoy, Marco Antonio cumple nueve años, cinco meses y 20 días desaparecido, y su madre aún espera su llamada.
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