VALLE, HONDURAS.- No todo ha sido alegría y juegos para el pequeño Javier Antonio Aguilar Estrada, de 11 años, tratar de ganarse algunos lempiras con pequeños trabajos en las lagunas de camarón por poco le cuesta la vida.
Hace dos años, Javier le pidió permiso a su papá para ir, junto a su vecino, a una laguna de camarón a cortar “zacate”. Para realizar esta actividad debe lanzarse al estanque, que tiene una profundidad de al menos dos metros, contener la respiración y sustraer la maleza en el interior del espejo de agua.
La acción podría parecer simple, pero para Javier es peligrosa, no solo por su corta edad sino porque el muchacho apenas sabe nadar. “En una ocasión me lancé de la lancha y al llegar al fondo había una piedra en la cual me herí la cabeza y tuvieron que hacerme varios puntos por la profundidad de la cortada”, comenta el niño, a quien le pagaban 500 lempiras semanales por realizar dicha obra.
Además de la amarga experiencia, la constante exposición al sol y otros productos que se le aplican a las lagunas han provocado manchas y lesiones en su piel, especialmente en el área de la cara.
“Mi mamá dice que son paños blancos producto del sol, me ha aplicado medicamentos y están empezando a curarse aunque a veces se me ponen todas feas, más cuando estoy mucho tiempo en el sol”, comenta este pequeño campeón.
Con la implementación de programa contra el trabajo infantil, los padres de Javier le prohibieron acudir a la camaronera y actualmente se dedica exclusivamente a sus estudios de sexto grado.
“Si llego a la universidad, quisiera ser un ingeniero y poder ayudar a la escuela, ya que tiene un montón de necesidades y no tenemos quienes nos ayuden, queremos una banda, pero no tenemos cómo comprarla”