TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Rolando Kattán es un intelectual hondureño que sabe combinar sus funciones públicas con las de literato: funcionario de día y poeta de noche.
Este ritmo le mereció la semana pasada ganar en España el premio Casa de América, uno de los más prestigiosos en el mundo intelectual. El poeta habló con EL HERALDO sobre su premio y cómo lo relaciona con la realidad nuestra.
¿Cómo recibe el premio Casa de América que se le otorgó en España?
Con mi pensamiento en los poetas hondureños que formaron con su amistad y las lecturas compartidas, como Rigoberto Paredes, José Luis Quesada, Roberto Sosa. Honduras es un país de poesía. Espero que este reconocimiento sea una lamparita, una señal para que nuevos lectores vuelvan los ojos a nuestra tradición.
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Su libro “Los cisnes negros”, objeto de este reconocimiento internacional, ¿ya está circulando?
Me han informado que la ceremonia en Casa de América será a finales de noviembre o principios de diciembre, si la pandemia lo permite. En ese momento se presentará el libro editado por la Editorial Visor.
¿Por qué le puso el nombre “Los cisnes negros?
Para ejemplificar una imposibilidad, los romanos decían “tal cosa es un cisne negro”. Luego resultó que en Australia no había otra cosa que cisnes negros. Esto lo leí de Borges en sus diálogos con Sábato. El origen es un verso de Juvenal: Rara avis in terris, nigroque simillima cygno. Luego Nassim Taleb acuñó la Teoría del Cisne Negro a los acontecimientos altamente improbables. Yo prefiero retomar el sentido de una conquista de lo imposible: la llegada al fin de nuestras esperanzas, la “egofilia” derrotando a la “egofobia”, creer en el amor constante de Quevedo, descreer de los que sentencian “no hay que inventar la rueda” descreer de un camino para el mundo hecho, terminado. Por el contrario, he dispuesto cada poema como un caminito de piedras que el lector puede acomodar para un diálogo íntimo, como una invitación a su universo, invitarlo a que advierta las trampas de los tiempos presentes. Un mercado que reconoce muy bien el temor que tiene el ser humano en adentrarse a sí mismo y ofrece con todas sus artimañas sacarlo del yo.
¿Cómo hace usted para combinar el trabajo literario con el de funcionario público?
La función pública es pasajera. Cuando me nominaron para intervenir el Registro Nacional de las Personas sentí un deber por servir a la patria. Con qué solvencia moral podría escribir una palabra en el futuro si cuando recibes el llamado a servir me hubiese hecho a un lado. Ahora bien, este trabajo de cara al oficio de un escritor es igual a cualquier otro. Termina el día y voy (por) mis libros, a las lecturas que me sirven como piedra angular. No era ajeno en nuestro país que intelectuales, poetas y escritores sirvieran públicamente: hay ejemplos como Ramón Rosa. Creo que es oportuno de cara al bicentenario reflexionar sobre las causas que han separado los literatos de la clase política.
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¿En Honduras un poeta, un novelista, un cuentista pueden vivir de este oficio?
Un escritor, por ejemplo un novelista, puede vivir de su oficio en cualquier parte del mundo, la pregunta es si los lectores de sus novelas serían hondureños.
¿Por qué usted no está convencido de promover la idea de hábito de la lectura sino el de hábito del saber?
La lectura no es un fin en sí mismo, es un medio para un fin superior, la sabiduría. Hay un placer en la lectura, pero no basta, hay que trabajar porque seamos buenos lectores. Debemos despertar una conciencia crítica.
¿Qué debe hacer el Estado y organizaciones no gubernamentales para fomentar la lectura en la niñez y la juventud?
Fomentar programas de apreciación literaria, acompañar al niño en su proceso de asombro y de descubrimiento. Yo recuerdo que cuando era niño en la escuela aprendí de muchos movimientos literarios, pero la clase terminaba en datos y anécdotas alrededor de los escritores y su tiempo, en biografías, etc.. no se ahondaba en sus obras. Es absurdo que un alumno memorice quiénes fueron los padres de Morazán y no lean el “Manifiesto de David”.
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Finalmente, ¿qué reflexiones tiene de estos meses de pandemia y sus consecuencias en el sistema educativo?
Aunque sea un lugar común, la fragilidad de la humanidad y sobre todo nuestra fragilidad. Desde la Segunda Guerra Mundial el mundo iba in crescendo en una sociedad de confort que hoy se ha desplomado ante el fracaso de nuestros sistemas sanitarios. Aunque no dejo de admirar el heroísmo de los trabajadores de salud, la lección más fuerte me ha sido lo cerca que estamos todos.