Vimos llorar a doña Julieta Castellanos.
La mujer de hierro. La madre que, hace exactamente un año, perdió a un hijo por la corrupción que aún sigue entronizada en la Policía.
Un 22 de octubre de 2011, una Honduras conmocionada miraba atónita cómo las lágrimas se escurrían, una tras otra, por sus mejillas. Su hijo Rafael Alejandro y su inseparable amigo Carlos David Pineda habían sido asesinados y sus cuerpos tirados en una hondonada en el sector conocido como Villa Real, al sur de la capital.
Unas horas después se conocería que los responsables de este horrendo crimen habían sido policías activos, miembros de poderosos carteles que aún operan en muchas dependencias policiales.
Estos policías, dedicados al secuestro, sicariato, narcotráfico, asesinatos, robo de vehículo y extorsiones, habían acabado con sus vidas.
No conformes, remataron a uno de los jóvenes que había quedado con vida para eliminar testigos, se deshicieron de sus cuerpos, los lanzaron a una hondonada y contaminaron la escena. Hoy han pasado 365 días desde que quedó al descubierto la podredumbre policial.
EL HERALDO conversó con las madres de ambos jóvenes y Julieta Castellanos, la rectora universitaria y madre de Rafael Alejandro, ha sido enfática: “yo no he puesto en la tumba de Rafael Alejandro una lápida porque no estoy lista para ver su nombre en una lápida”.
A un año de ese fatídico 22 de octubre, sin duda ha sido doloroso. ¿Cómo avanzan las investigaciones? Bueno, en principio uno nunca espera que va a sepultar a un hijo y menos de la forma tan dolorosa, tan violenta y tan brutal que fue la partida de Rafael Alejandro y Carlos. Ha sido un año sumamente duro y muy doloroso. La ausencia de los muchachos es muy difícil llevarla porque para doña Aurora era el hijo mayor y para mí el hijo menor.
¿Qué ha pasado en la investigación?
Visiblemente lo que ha pasado es un hecho de impunidad bastante evidente. Un hecho de impunidad que golpea mucho porque este caso era evidente, se descubrió muy rápidamente. Se descubrió en las primeras 24 horas a los actores, los actores directos, y no había ninguna razón para que estos actores directos no fueran detenidos.
¿Para usted cuáles fueron las razones? Aquí hubo un mal manejo de la Policía y del Ministerio Público, especialmente de la fiscal especial de Derechos Humanos, Sandra Ponce. Sandra Ponce es responsable de que los criminales no hayan sido detenidos. En mi oficina le dijeron que ya habían confesado porque ya habían identificado la patrulla y por tecnicismos, conceptos legales que ella planteó (quedaron libres).
¿Cómo pueden remediarse los entuertos que haya tenido la Fiscalía?
El MP tiene que poner a que estudien sus fiscales, deben tener más formación, más preparación, porque para mí resultaba incomprensible que si las cuatro personas que estaban en la patrulla esa noche, que están retenidos de manera administrativa, el MP no pudiera actuar, todavía no lo comprendo.
Eso hubiera impedido la agonía posterior que ha habido para no tenerlos, para no capturarlos.
¿Pero ellos estaban en custodia policial?
Luego entró la Policía al dejarlos ir con un permiso administrativo, porque en el reglamento de la Policía tenían las condiciones para retenerlos por más tiempo.
El Ministerio Público, en aquel momento la Fiscalía de Derechos Humanos, como la Policía, evidenciaron un menosprecio absoluto por las víctimas, con los que ya habían sido asesinados y por nosotros, víctimas golpeadas profundamente, y, por otro lado, hay un desprecio al estado de derecho, cuando uno ve actitudes de este tipo.
¿Y qué podemos visualizar hasta este momento en la Policía?
De esa fecha a esta parte podemos ver cambios y podemos ver estancamientos.
Podemos decir que sí ha habido cambios. El movimiento que se inicia en la universidad, nuestra lucha con Aurora de buscar justicia y poner un alto a la impunidad, la valentía de la prensa que empieza a sacar una cantidad de denuncias, el robo de armas, el tema del sicariato, robo de vehículos, eso ayuda a que se diga un hasta aquí de la Policía.
Digamos que la muerte de Alejandro y Carlos hace que se le pierda el miedo a la Policía.
Hay una pérdida de miedo a la policía y se dan nombres para que los investiguen porque están bien identificados.
¿Ha recibido amenazas a raíz de este proceso?
No directas. Nunca he tenido una llamada telefónica, nunca he tenido un anónimo. Pero hubo un momento en que personas que tienen acceso a información me informaron que sabían de un sicario que estaba al servicio de la Policía para que me liquidara.
¿Cuál fue su reacción ante eso?
Me dieron el nombre y entonces nosotros lo que hicimos fue que identificamos a unas seis personas, sicarios o supuestos sicarios de la Policía, y se los enviamos a la Policía para que nos dieran sus datos. Con eso le estábamos enviando un mensaje a la Policía.
¿Esto fue en la administración de Ramírez del Cid? Sí. Nosotros conseguimos seis nombres, incluyendo el que habían buscado para mí. Y les dijimos que queríamos que nos informaran quiénes eran esas personas, queríamos sus direcciones. Nosotros les mandamos algunos datos de ellos para que supieran que nosotros teníamos información y les pedimos: confírmennos esa información que nosotros tenemos, ¿es cierta?
Le dimos información de la identidad de ellos, direcciones, inclusive retratos hablados de algunos de ellos. Allí se pararon porque se dieron cuenta de que estaban hablando con gente que sabíamos manejar el problema.
¿A quién le enviaron esa solicitud con la información de los sicarios?
Le enviamos esta solicitud al comisionado Félix Villanueva, director de la DNIC, de que nos confirmara si la información que teníamos era correcta.
Supimos que Villanueva llevó la información a la cúpula de la Policía porque él informó que la rectora le había solicitado la información de esas personas.
¿Qué tanta confianza depositaba usted en el director de la policía de ese entonces, Ricardo Ramírez del Cid?
No tuvimos contacto con ellos. Nunca nos reunimos con ellos.
¿Por desconfianza o por qué?
No era un interlocutor para nosotros.
A raíz de eso, de que tenía información de que sicarios la querían matar, ¿tomó medidas de seguridad?
Ya la tenía y no hubo cambios.
¿Cree que con este hecho tan lamentable se han dado cambios en la sociedad y en la Policía?
Nosotros podemos ver que hubo una reacción por parte del Estado. La primera reacción que tuvo el Estado por nuestro clamor fue la creación de la Dirección de Investigación y Evaluación de la Carrera Policial (DIECP) y valoramos positivamente la iniciativa. Nosotros hubiéramos querido una intervención a la Policía como la de 1993, hubiera sido un proceso más rápido, pero no encontramos el eco suficiente y no sabemos si había personas que quisieran asumir ese reto, como lo asumió en el 93 el doctor Hernán Corrales Padilla, German Leitzelar y Alfredo Landaverde, que fueron los que estuvieron al frente, que daban seguimiento a esta intervención, pero se hizo por el procedimiento de la evaluación.
¿Usted confía en la evaluación? La evaluación es un proceso lento que permite ver lo que ha estado pasando, opiniones que están en contra, abogados que creen que es inconstitucional, es un proceso lento. Pero no podemos decir que no ha pasado nada. Sería desconocer que no hubo resultados y no podemos negar que la Policía nunca se había evaluado.
Nunca antes les habían aplicado pruebas de confianza, pruebas toxicológicas, y nunca les habían tomado muestras para ver si han consumido drogas y eso es bueno para la sociedad. Está incompleto, es insuficiente.
Muchos piensan que lo bueno que se ha dado es la creación de la DIECP y la CRSP. ¿Qué es lo que se debe hacer para que haya una depuración, porque debe haber resultados a corto, mediano y largo plazo? Sí ha habido un proceso lento en la DIECP y yo creo que en una valoración objetiva hay que ver que renunció el primer director. Fueron tres meses prácticamente inactivos y luego ellos heredan un personal que evaluaron y a ver quién se queda y quién se va y la parte administrativa se prolongó mucho.
Aquí no había experiencia, por lo que se buscó apoyo, pero hay una evaluación de los colombianos a la DIECP que muestra sus falencias y que esas falencias el Estado tiene que corregirlos y fortalecer, pero también los directores de la DIECP tienen que tener mayor contundencia. Nosotros esperamos que ningún funcionario asuma como nosotros dos asumimos nuestra pena, eso de nadie lo esperamos.
A su criterio, ¿las autoridades de la DIECP y de la CRSP han hecho el trabajo que deben hacer? Digamos que la DIECP está en un proceso de las pruebas de confianza, pero también tiene que iniciar la investigación de los bienes de los policías.
Y vamos a decir por qué. Las pruebas de confianza lo que dan es si hay drogas en el cuerpo y si hay indicios de que no dicen la verdad, pero la prueba pecuniaria lo que arroja es si ellos tienen ingresos más allá de los recursos que perciben formalmente por sus sueldos. Porque se dice mucho de ellos, que tienen 80 furgones, que tienen haciendas, que andan en carros del año, de las marcas más caras que hay, etc., y eso no va de acuerdo con lo que gana un empleado público.
¿Y esa es razón para que haya una depuración inmediatamente?
Esa es razón suficiente para que tanto la DIECP y el MP actúen y es allí donde no vemos el acompañamiento del MP. El Ministerio Público tiene que investigar a estos policías, sus bienes, porque hay muchas denuncias de que extorsionan, que secuestran. Hay mucha gente que se acerca a denunciar que le secuestraron a un hijo, a un pariente y que son policías.
El problema aquí es la impunidad porque la Policía es incapaz o porque es parte del delito.
No hay otras hipótesis que se puedan conjugar en esta impunidad que cunde en el país. Y si la Policía no entrega las pruebas y si el MP no acusa, o detiene los casos, el problema está allí.
¿Los fiscales no actúan por temor o porque ellos tienen fortuna igual que los policías? Habría que ver a los fiscales donde están los casos o si ellos prefieren reducir la investigación o la acusación y no tocar a los responsables de más arriba y, en ese sentido, pueden ser varias cosas.
En primer lugar, aquí ha habido poderes reales. La Policía ha sido un poder real.
Pero puede haber sectores que le deben favores a la Policía de todo tipo y eso los hace que se vuelvan intocables o que la Policía les sabe a algunos sectores irregularidades, se las ha encubierto y también los tiene atrapados.
Este es un juego de intereses. Y uno lucha contra todo ese juego de intereses y en ese ámbito de juego de intereses puede haber corrupción, puede haber miedo, puede haber colusión, puede ser que ambos grupos tengan información de unos y de otros y eso los protege porque “si tú dices de mí yo digo de ti”, y eso hace que el país sea una trama de influencias y de poderes que impiden que las investigaciones avancen y, sobre todo, las investigaciones se quedan hasta los niveles directos.
Digamos, en el asesinato de nuestros hijos hay cuatro policías que desde la segunda semana de los hechos están privados de libertad, probablemente los menos involucrados, porque llegaron en una patrulla aparentemente a colaborar, pero ya los hechos estaban consumados.
Esos están allí desde la segunda semana. Hubo otro que se entregó y hay tres más que no se sabe nada de ellos. ¿Cuál es la situación? Que además de estos ocho, esa posta era un reducto de delincuentes y de criminales. ¿Qué hacía allí el jefe de esa posta, que nunca hizo nada?
¿Se beneficiaba de los secuestros, se beneficiaba de los asaltos, se beneficiaba de la extorsión, de los robos?
Lo más probable.
¿Qué hacían allí los jefes?
Permitían a los criminales actuar y ellos eran jefes. Para nosotros hay responsabilidad y eso es lo que le hemos pedido al MP, que amplíe la acusación porque para nosotros no es suficiente que acusen a los ocho. Los mandos tienen que ser responsables.
¿Cree que hay encubrimiento para los tres policías prófugos, para que no sean capturados? En el hecho de no capturar a las tres personas yo no vería ningún interés en protegerlos porque al secretario de Seguridad y al director de la Policía actual no le vemos un interés en protegerlos, sino que ellos quisieran demostrar resultados en este caso porque es un caso que se convirtió en un emblema, no solo para nosotros. Para los cooperantes y para otros países, que no se resuelva este caso de Carlos David, Rafael Alejandro y el de Landaverde, consideran que es como la muestra máxima de impunidad por toda la lucha que hemos dado.
Si no se resuelven estos casos, con toda la lucha de ustedes los medios de comunicación, ¿cómo se van a resolver otros? Entonces yo sentiría que la dirección actual de la Policía sí lo viera como un éxito capturar a los policías prófugos. Es probable que en mandos intermedios de la
Policía que están allí todavía, cuando saben de un operativo les avisan, porque en la institución hay mucha gente dentro que está en contra de la depuración.
Hay gente que se cree por encima de la ley y hay gente adentro que cree que se le acabaría el negocio si se someten a la justicia, porque el negocio de ellos no es ser policías, sino que el negocio de ellos es enriquecerse con las prendas del uniforme. La cúpula que está en suspenso no tenía ningún interés porque ellos tienen la arrogancia de creerse por encima de la ley.
¿Cómo ha cambiado el rumbo de sus vidas, la amistad con doña Aurora es más estrecha?
Por supuesto. Lloramos juntas. A raíz de la tragedia uno se une más. Nos queremos más, nos hablamos más. Cuando yo voy de viaje o regreso, le digo: “ya regresé doña Aurora”.
Con Hilda Caldera igual, porque nos conocemos desde hace muchos años, porque somos sociólogas; digamos que antes éramos compañeras, pero ahora la tragedia nos ha hecho amigas, porque cuando uno tiene un dolor, compartir con la gente que sufrimos lo mismo ayuda.
Entre uno mismo como que se encuentra fuerza y como que hay más cariño y eso nos ayuda.
¿Hay momentos en las pláticas que olvidan lo que pasó o siempre tienen eso en la mente?
Hay una mezcla de todo. En el cumpleaños llegaron todos los amigos de Rafael Alejandro a mi casa. Yo no sabía que iba a pasar y llevaron un pastel. Nos pusimos a cocinar y pasamos el día acompañados.
Yo no pudiera irme del país, yo no pudiera distanciarme de la tumba de mi hijo, yo no podría pasar la Navidad ni año nuevo fuera de Tegucigalpa.
Yo tengo que estar ese día con ellos y llevarles flores.
Yo no podría pasar un día del cumpleaños fuera de Tegucigalpa, yo le llevaría flores.
Entonces son como formas que uno encuentra de sobrevivir con una pena. Yo no he puesto en la tumba de Rafael Alejandro una lápida, porque no estoy lista para ver su nombre en una lápida.
¿Y en su casa qué recuerda? A veces me he encontrado con los cuadernos de Rafael Alejandro, con su mochila, con la tarea que iba entregar el lunes, solo he entrado a su dormitorio como tres veces, vi sus libros, vi su ropa, sus discos, sus juegos y su guitarra.
¿Cómo era su hijo con usted?
Alejandro conmigo era muy cercano, pero además mi esposo había muerto tres años atrás y eso lo unió mucho a mí.
Sin duda que es un momento muy difícil. Uno trata de no agobiar a los hijos. Además del sufrimiento de su hermano, agobiarlos por verme a mi desplomada. Yo no puedo salir de esta situación derrumbada porque me toca sostener emocionalmente a mis hijos, pero tampoco puedo cargar a la familia... porque si nuestra familia nos vieran desplomada y derrumbada... entonces hay que asumir el dolor sabiendo que no podemos cargar a otros porque es nuestro dolor y nuestra pena, que es para toda la vida, a pesar de que hay veces que uno amanece aparentemente bien.
¿Qué le ocurre cuando está en su trabajo? Mire, cuando yo camino a veces por la ciudad universitaria me estremezco porque yo me encontraba con Alejandro y Carlos en el campus. Si miro a alguien que se parece a Alejandro me estremezco.
¿Qué se le viene a su mente en ese momento?
Su cara. Su rostro. A veces miro a jóvenes reunidos y se me viene a la mente el rostro de ellos.
¿Y eso qué le genera? A mí me ha despertado un profundo amor por los jóvenes. Yo no quisiera que nadie pasara esto. Que ningún joven y ni a nadie y por eso tratamos que la universidad sea lo mejor posible, para que los jóvenes tengan oportunidades y que nadie les arrebate su vida.
¿Qué le decía Rafael Alejandro? Alejandro a mí me decía una frase muy seguido, que era: “Madre, el acero se forja a golpes. Usted es fuerte”, y me abrazaba.
¿Qué castigo pide usted para los homicidas de los dos jóvenes asesinados?
Lo que establece la ley.
¿Pediría la pena de muerte?
Hay que pedir lo que en el país existe. Y en el país hay penas de que quien comete delitos tiene que cumplirlas. Lo que sí es que para nosotros no es suficiente y eso no es un capricho, y no somos así, mi formación universitaria y el papel que tengo como rectora... no debe ser más que la aplicación de la ley.
¿A todos los responsables del abominable hecho?
Para nosotros no solo son los responsables directos, porque esas personas no actuaban por cuenta propia, ellos eran redes de delincuentes que reportaban. Me refiero que parte de lo que ellos recibían lo repartían a sus superiores.
Lo que pasaba en Tránsito con las extorsiones en las calles, los quinientos lempiras que piden los policías a los conductores, no se quedan con ese dinero sino que se lo pasan a los superiores.
Entonces, para que nosotros estemos viviendo en un estado de leyes, debemos someternos todos a la ley.
¿Cuál es su petición para las autoridades? Una petición que nosotros hacemos es que se tiene que llegar hasta la cúpula policial de esa época y no es ningún capricho. Es porque ellos eran parte de esa corrupción y de esa criminalidad.
¿Sabe usted si el video donde se ven las patrullas de la Policía fue trastocado?
No tengo información sobre eso.
¿La policía tuvo acceso a eso video?
Sí, a través de la Fiscalía, pero no de manera directa. Ese día, el lunes en la noche y el martes, cuando estábamos en la misa de mi hijo, recibimos una llamada de que la Policía quería ver el video para ver qué patrulla era y querían ver qué patrullas estaban en el video y yo les contesté que ellos sabían qué roles y qué policías estaban en las patrullas y me acuerdo que estaba saliendo de la iglesia del instituto San Miguel.
Recuerdo que el video quien lo requirió fue la Fiscalía y si se trastocó fue porque la Fiscalía se los proporcionó.
¿Ya perdonaron a estos policías? No. Uno quiere justicia. Hay un hecho, hay responsables y yo no tengo ninguna intención de que a ellos les pase algo. Ningún hecho que termine con sus vidas, nosotros no estamos en eso, sino en un afán de que haya justicia. Ellos tienen que pagar los crímenes que cometieron. Nosotros lo que queremos es que los capturen.
¿Qué es lo que pasa por su mente? Uno piensa todo el día en ellos. Amanece y anochece. Yo en mi caso llego a mi casa sumamente cansada
y de pronto pienso en Alejandro. Miro su rostro en el ataúd, ese rostro, y uno dice: ¿quién le hizo esto a mi hijo?, y sus otras imágenes en la casa.
Nosotros nos comunicábamos mucho y tengo sus últimos mensajes y no los he vuelto a leer.
Los tengo del día 21 y la última vez que hablamos fue ese día a las 9:30 de la noche. Recuerdo que estaba viendo un noticiero y le hablé, le pregunté a qué horas iba a llegar a la casa y me dijo que iba ir a dormir donde Pineda.
Su imagen es todo el día y a cada momento. Es una compañía permanente en la vida de uno y para toda la vida.
¿Recuerda qué era lo que más le gustaba hacer a su hijo?
Eran los cómics de juegos. Alejandro cuando era niño jugaba con Winnie Pooh. Allí tengo sus juguetes de niño, su oso y su perro. El perro de Alejandro pasó muy triste.
Recuerdo que cuando llegaron los amigos de Alejandro, el perro anduvo viendo todas las caras. Entonces queda todo y hay que convivir con todo, porque los recuerdos son en cada paso.
¿Cómo está el cuarto de Rafael Alejandro? Todo está intacto en su cuarto. No lo he tocado pues solo he entrado unas tres veces. Yo no podría tocar el cuarto de Alejandro.
¿Había planeado algo antes de su muerte?
En Navidad del año pasado nos íbamos a ir a Chile y nos quedamos con los boletos comprados porque nos íbamos el 21 de diciembre, esos eran los planes. La vida golpea y este golpe es mortal. Pero uno también tiene que aprender a vivir con la familia, con los amigos.
¿Y sale a las reuniones familiares?
Yo no acompaño a mis amigos a los cumpleaños, a sus fiestas y bodas, solo voy a la misa porque uno se pone muy triste en las fiestas.
Y los amigos y la familia cuando a uno lo ven triste ya no disfrutan y no es justo que uno los haga pasar malos momentos y por eso los visito antes o después.
Yo antes en Navidad y el día de la madre compartía con la familia y ahora yo me quedo en mi casa porque así es.