Debo confesar que sí, tengo temor de que lleguen al poder con Nasralla o con Xiomara. Le temo a una fuerza política que se ha organizado fundamentalmente por odio al gobierno de turno, porque son los mismos que ya mal gobernaron, porque los mueve únicamente el revanchismo y no tienen un plan de gobierno serio.
Les temo porque forzadamente se han juntado personas y entidades políticas diametralmente distintas, como el agua y el aceite, en donde si hoy afloran diferencias profundas, estando en la llanura, ¿cómo sería si llegaran al poder? Imagino al presidente Nasralla recibiendo órdenes de “Mel”, peleando y confrontando permanentemente a sus ministros, a sus diputados, a la prensa, a la oposición, se vendría la ingobernabilidad al país.
Sé, por las encuestas, que una parte de la ciudadanía ha cedido ante los cantos de sirena de la Alianza, a sus promesas demagogas y populistas, a sus ofertas de volver a Honduras “un paraíso” en cuatro años de gobierno. Sin embargo, aún hay tiempo para que la población medite antes del suicidio político.
En la historia mundial y latinoamericana hay muchos ejemplos de tragedias al escoger mandatarios. El caso del “loco” Abdalá Bucaram, en Ecuador, la del pueblo alemán al elegir de canciller a Adolfo Hitler, o los venezolanos a Hugo Chávez, todos ellos lloraron de arrepentimiento.
Les temo porque no quiero volver a la confrontación callejera, a la división de las familias, a que se exacerbe el odio de clase, a la polarización ideológica, a que se utilicen los escasos recursos del gobierno para cuidar caballos, tampoco deseo que a Honduras la vuelvan un apéndice de proyectos políticos de otros gobiernos. Esto y más nos espera con la Alianza.
Y como si fuera poco, la Alianza tiene un candidato que ya avisó que no respeta los acuerdos ni pactos que suscribe, en otras palabras, es una persona en la que no se puede confiar.
El candidato anunció que como Presidente estará por “encima” de la ley. Ya estamos alertados, después no se quejen de la tragedia que vendría.