Bettina d'Ascoli, residente de Hastings-on-Hudson, una pequeña ciudad situada al norte de Nueva York en uno de los primeros condados afectados por la pandemia, administra un pequeño club de costura que ha movilizado su red.
Vio que en Europa la gente comenzó a fabricar mascarillas, entonces decidió probar diferentes patrones y luego compartió los mejores modelos con sus contactos.
'Tuve inmediatamente respuestas de médicos, enfermeras, voluntarios', dice esta venezolana de 47 años. 'Algo bello en medio de este horror'.
Hoy cuenta con un pequeño equipo de seis personas que coordina a unos 50 voluntarios y administra 'centenares' de pedidos de centros médicos.
Lea aquí: Más de 38 mil muertos por coronavirus en el mundo
La contactan de Texas o Alabama, y algunos hasta le proponen 'enviarme su máquina de coser', dice riendo.
En el club de costura The Stitch House, cerca de Boston, existe el mismo entusiasmo, dice su responsable, Annissa Essaibi-George, también concejal municipal.
Una de sus amigas lanzó hace dos semanas un llamado en las redes sociales para fabricar mascarillas. Ella lo transfirió inmediatamente a todos sus contactos, parte de los cuales ya se habían movilizado para tejer los famosos gorros de lana rosa con orejas de gato de la Marcha de las Mujeres.
'Ya tenemos unas 2,000 mascarillas' para varios centros de salud de la región, dijo a la AFP. 'Algunas personas hacen dos o tres, otros 100, según su tiempo libre y experiencia', explicó.
Para alentarlas, Essaibi-George ya organizó sesiones colectivas de costura vía la aplicación Facebook Live.
'Es la ocasión de reunirse', dice. 'Nos piden quedarnos en casa, mantener la distancia, pero es realmente importante seguir conectados'.
En Los Ángeles, Jamarah Hayner, de 35 años, formó un equipo de voluntarios para coser túnicas quirúrgicas tras contactar a los responsables de hospitales locales.
'Hay mucha gente en su casa encerrada con sus hijos que se están volviendo un poco locos' y precisan una actividad como ésta, dijo la especialista en relaciones públicas.
Mylette Nora, costurera en Hollywood que creó su propio modelo, estima que un voluntario entrenado puede fabricar una túnica en 15-20 minutos.
'Coso ocho, diez seguidas, hago tantas como me alcance la tela', cuenta.
Particulares y empresas
El esfuerzo va más allá de los voluntarios particulares en este país con el mayor número de casos en el mundo, más de 153,000, y casi 3,000 muertes.En Brooklyn, dos pequeñas empresas de diseño instaladas en un gran hangar de antiguos talleres navales unieron sus esfuerzos para comenzar a producir mascarillas en grandes cantidades la semana pasada.
El sábado habían ya fabricado 50,000, y la meta es llegar a 360,000, dijo Mike Duggal, responsable de una de las dos empresas. Un esfuerzo 'inspirador y magnífico', según el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, que no cesa de reclamar más equipamientos de protección para el personal médico estos días.
Michael Perina, jefe de una pequeña empresa neoyorquina de impresión 3D, reconfiguró su producción para fabricar viseras de protección, gracias a fondos recolectados en la plataforma GoFundMe, donde informa sobre cómo avanza el proyecto.
El material creado no siempre se adapta a las normas necesarias para el personal médico más expuesto al coronavirus.
Las mascarillas de Bettina d'Ascoli o Annissa Essaibi-George son más bien para utilizar por encima de las homologadas, a fin de economizarlas, aseguran.
Muchos se dicen alentados por estos esfuerzos, pero Jamarah Hayner también destaca las deficiencias del gobierno.
'Estamos contentas de fabricarlas, aunque no deberíamos tener que hacerlo', opina. Pero 'no vamos dejar que la gente muera porque en Washington no pueden organizarse'.