LONDRES.- Montserrat Parello perdió a su marido hace ocho años, y las celebraciones navideñas con sus hijos y nietos la ayudaron a lidiar con la soledad. Pero este año, la mujer de 83 años estará sola en Navidad en su casa de Barcelona debido al riesgo de contagio del coronavirus.
Parello dijo sentirse sola y enfadada, y temía verse privada de afecto y calidez.
Tras este año de incertidumbre y caos de pandemia, todo lo que quería la mayoría de la gente por Navidad era algo de alegría y reuniones. En lugar de eso, a muchos les espera una temporada de aislamiento, duelo por seres queridos, preocupación por su empleo o afrontar el miedo a una variante del virus que podría ser más contagiosa.
Los vecinos de Londres y alrededores no pueden ver a nadie fuera de sus hogares. A los peruanos no se les permite conducir sus autos en Navidad y Año Nuevo, para disuadir de visitas incluso a familiares y amigos cercanos. Los sudafricanos no podrán ir a la playa en Nochebuena, Navidad o Año Nuevo.
El mosaico de restricciones que imponen los gobiernos locales y nacionales en todo el mundo varía mucho, pero pocas temporadas festivas se verán normales este año.
Gente de todo el mundo afrontaba decisiones difíciles entre arriesgarse a visitar a familiares mayores que han estado aislados o perderse una de las últimas navidades que podrían quedarles, con la esperanza de pasar las fiestas juntos el año que viene.
Estados Unidos no ha emitido restricciones nacionales a los desplazamientos, dejando esa decisión a los gobiernos estatales, aunque una agencia federal recomendó a la gente que se quedara en casa.
Michelle Dallaire, de 50 años y abogada en Idlewild, Michigan, dijo que esta sería su primera Navidad lejos de su padre, que vive en el norte de Virginia. Siempre se han reunido con la familia por Navidad, pero este año decidieron que el riesgo no valía la pena.
“Es triste, pero mejor que no volver a verle”, dijo Dallaire, que tiene problemas de salud que también la hacen más vulnerable al virus.
En Brasil, que tiene la segunda cifra de muertos más alta del mundo por detrás de Estados Unidos, Francisco Paulo tomó una decisión similar de no visitar a su anciana madre en Sao Jose do Belmonte, en el estado de Pernambuco. Paulo, portero de 53 años, pasará las fiestas trabajando en un edificio de Sao Paulo.
“Ahora confío en ir en auto (a Pernambuco) en mayo, y cruzo los dedos con que para entonces ella se haya vacunado”, dijo Paulo. “Esto no son navidades felices, pero al menos yo estoy sano y también toda la gente a la que amo”.
Se han atribuido más de 1,7 millones de muertes al virus en todo el mundo, y muchos siguen de luto o preocupados por seres queridos en hospitales o residencias ante el repunte del virus. Pero algunos de los que sobrevivieron a la enfermedad -y a todo lo demás que 2020 les ha puesto en el camino- quieren celebrar.
La doctora Elisaveta Tomova, anestesióloga en Macedonia del Norte, está exhausta tras meses ayudando a dar a luz a mujeres con el virus. También cuidó de su hijo de 26 años, que se contagió.
“Me enfrenté a un monstruo de nueve cabezas, y mi hijo y yo lo vencimos”, dijo la mujer de 54 años. “Ahora todo lo que necesito es tener a mi familia a mi alrededor, celebrar en silencio y llenar mi corazón de alegría”.
Mucha gente afronta las fiestas en medio de incertidumbre financiera, después de que las cuarentenas para frenar los contagios diezmaran las economías.
Matteo Zega, un cocinero italiano de 25 años que ha trabajado para restaurantes con estrellas Michelin, perdió una oferta de trabajo en Francia cuando se ordenó que bares y restaurantes siguieran cerrados hasta mediados de enero. Confía en comenzar una pasantía en Copenhague, siempre que las restricciones no desbaraten también ese plan.
“Me estresa”, dijo Zega. “Pero al final, no me puedo quejar cuando hay tanta gente sufriendo o muriendo. Puedes perder muchas cosas: empleos, dinero. Pero estoy aquí, estoy sano”.
En las últimas semanas, muchos países endurecieron sus restricciones con la esperanza de controlar el virus para poder relajar las normas en Navidad. Pero en muchos lugares, eso no ha funcionado.
En Italia, que tiene la mayor tasa de muertos confirmados de Europa y donde muchos se han visto sumidos en la pobreza tras las cuarentenas, el gobierno ha impuesto aún más restricciones.
Las cuatro naciones de Reino Unido -Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte- han abandonado sus planes originales de levantar medidas en Navidad para visitas familiares. Gran Bretaña fue el primer país en iniciar las vacunaciones con un fármaco que pasó controles rigurosos, y hace apenas unas semanas había esperanzas de que la vacuna pudiera frenar los contagios. Pero ahora, una sombra de inquietud envuelve a las fiestas ante un brusco aumento de infecciones.
Para empeorar las cosas, ha surgido una variante del virus en Londres y sus alrededores. Docenas de países han respondido prohibiendo los viajes desde Gran Bretaña, aunque Francia volvió a permitir la entrada de camiones desde el otro lado del Canal de la Mancha tras un cierre que provocó temores a desabastecimiento de comida en Navidad en Gran Bretaña.
Para Matt Balch, un australiano de 40 años que vive a las afueras de Londres, casi fue un alivio poder cancelar sus planes navideños. Tenía previsto viajar a la casa de sus suegros en Gales con su esposa, Kelly, y sus dos hijos pequeños.
“La perspectiva de estar en un auto durante seis horas de ida y de vuelta, con un bebé de 3 meses y otro de dos años me llenaba de pavor”, dijo.
Pero James Wren, que trabaja en el sector financiero en Hong Kong, se mostró apenado por su cambio de planes. En un principio iba a viajar a su casa en Irlanda, pero los frenéticos cambios en las normas de viajes y cuarentenas, junto con la incertidumbre por la situación del virus tanto en Hong Kong como en otros países, le llevaron a cancelar el viaje.
“Esta es la primera vez que no voy a estar con mi familia por Navidad, a pesar de que llevo muchos años viviendo fuera de Irlanda, de modo que fue una decisión muy dura que tomar”, dijo.
Aunque muchos países endurecieron sus restricciones, Líbano, que tiene el mayor porcentaje de cristianos en Oriente Medio, las levantaba pese al rápido auge de los casos. El gobierno tomó la decisión para reactivar una maltrecha economía y aliviar la desesperación agravada por una devastadora explosión en el puerto de Beirut el pasado agosto.
Pero para algunos, ni siquiera eso ha sido un alivio.
“Será un desastre después de las fiestas”, dijo Diala Fares, de 52 años. “La gente se comporta como si todo fuera normal, y a nuestro gobierno no le importa”.
Al menos, algunos niños pueden estar tranquilos de que Santa Claus vendrá de todos modos.
Durante un programa especial en CNN con personajes de Plaza Sésamo, el doctor Anthony Fauci, máximo especialista de enfermedades infecciosas en Estados Unidos, dijo que había ido al Polo Norte y vacunado a Santa Claus.
“Está preparado”, dijo Fauci.
Parello dijo sentirse sola y enfadada, y temía verse privada de afecto y calidez.
Tras este año de incertidumbre y caos de pandemia, todo lo que quería la mayoría de la gente por Navidad era algo de alegría y reuniones. En lugar de eso, a muchos les espera una temporada de aislamiento, duelo por seres queridos, preocupación por su empleo o afrontar el miedo a una variante del virus que podría ser más contagiosa.
Los vecinos de Londres y alrededores no pueden ver a nadie fuera de sus hogares. A los peruanos no se les permite conducir sus autos en Navidad y Año Nuevo, para disuadir de visitas incluso a familiares y amigos cercanos. Los sudafricanos no podrán ir a la playa en Nochebuena, Navidad o Año Nuevo.
El mosaico de restricciones que imponen los gobiernos locales y nacionales en todo el mundo varía mucho, pero pocas temporadas festivas se verán normales este año.
Gente de todo el mundo afrontaba decisiones difíciles entre arriesgarse a visitar a familiares mayores que han estado aislados o perderse una de las últimas navidades que podrían quedarles, con la esperanza de pasar las fiestas juntos el año que viene.
Estados Unidos no ha emitido restricciones nacionales a los desplazamientos, dejando esa decisión a los gobiernos estatales, aunque una agencia federal recomendó a la gente que se quedara en casa.
Michelle Dallaire, de 50 años y abogada en Idlewild, Michigan, dijo que esta sería su primera Navidad lejos de su padre, que vive en el norte de Virginia. Siempre se han reunido con la familia por Navidad, pero este año decidieron que el riesgo no valía la pena.
“Es triste, pero mejor que no volver a verle”, dijo Dallaire, que tiene problemas de salud que también la hacen más vulnerable al virus.
En Brasil, que tiene la segunda cifra de muertos más alta del mundo por detrás de Estados Unidos, Francisco Paulo tomó una decisión similar de no visitar a su anciana madre en Sao Jose do Belmonte, en el estado de Pernambuco. Paulo, portero de 53 años, pasará las fiestas trabajando en un edificio de Sao Paulo.
“Ahora confío en ir en auto (a Pernambuco) en mayo, y cruzo los dedos con que para entonces ella se haya vacunado”, dijo Paulo. “Esto no son navidades felices, pero al menos yo estoy sano y también toda la gente a la que amo”.
Se han atribuido más de 1,7 millones de muertes al virus en todo el mundo, y muchos siguen de luto o preocupados por seres queridos en hospitales o residencias ante el repunte del virus. Pero algunos de los que sobrevivieron a la enfermedad -y a todo lo demás que 2020 les ha puesto en el camino- quieren celebrar.
La doctora Elisaveta Tomova, anestesióloga en Macedonia del Norte, está exhausta tras meses ayudando a dar a luz a mujeres con el virus. También cuidó de su hijo de 26 años, que se contagió.
“Me enfrenté a un monstruo de nueve cabezas, y mi hijo y yo lo vencimos”, dijo la mujer de 54 años. “Ahora todo lo que necesito es tener a mi familia a mi alrededor, celebrar en silencio y llenar mi corazón de alegría”.
Mucha gente afronta las fiestas en medio de incertidumbre financiera, después de que las cuarentenas para frenar los contagios diezmaran las economías.
Matteo Zega, un cocinero italiano de 25 años que ha trabajado para restaurantes con estrellas Michelin, perdió una oferta de trabajo en Francia cuando se ordenó que bares y restaurantes siguieran cerrados hasta mediados de enero. Confía en comenzar una pasantía en Copenhague, siempre que las restricciones no desbaraten también ese plan.
“Me estresa”, dijo Zega. “Pero al final, no me puedo quejar cuando hay tanta gente sufriendo o muriendo. Puedes perder muchas cosas: empleos, dinero. Pero estoy aquí, estoy sano”.
En las últimas semanas, muchos países endurecieron sus restricciones con la esperanza de controlar el virus para poder relajar las normas en Navidad. Pero en muchos lugares, eso no ha funcionado.
En Italia, que tiene la mayor tasa de muertos confirmados de Europa y donde muchos se han visto sumidos en la pobreza tras las cuarentenas, el gobierno ha impuesto aún más restricciones.
Las cuatro naciones de Reino Unido -Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte- han abandonado sus planes originales de levantar medidas en Navidad para visitas familiares. Gran Bretaña fue el primer país en iniciar las vacunaciones con un fármaco que pasó controles rigurosos, y hace apenas unas semanas había esperanzas de que la vacuna pudiera frenar los contagios. Pero ahora, una sombra de inquietud envuelve a las fiestas ante un brusco aumento de infecciones.
Para empeorar las cosas, ha surgido una variante del virus en Londres y sus alrededores. Docenas de países han respondido prohibiendo los viajes desde Gran Bretaña, aunque Francia volvió a permitir la entrada de camiones desde el otro lado del Canal de la Mancha tras un cierre que provocó temores a desabastecimiento de comida en Navidad en Gran Bretaña.
Para Matt Balch, un australiano de 40 años que vive a las afueras de Londres, casi fue un alivio poder cancelar sus planes navideños. Tenía previsto viajar a la casa de sus suegros en Gales con su esposa, Kelly, y sus dos hijos pequeños.
“La perspectiva de estar en un auto durante seis horas de ida y de vuelta, con un bebé de 3 meses y otro de dos años me llenaba de pavor”, dijo.
Pero James Wren, que trabaja en el sector financiero en Hong Kong, se mostró apenado por su cambio de planes. En un principio iba a viajar a su casa en Irlanda, pero los frenéticos cambios en las normas de viajes y cuarentenas, junto con la incertidumbre por la situación del virus tanto en Hong Kong como en otros países, le llevaron a cancelar el viaje.
“Esta es la primera vez que no voy a estar con mi familia por Navidad, a pesar de que llevo muchos años viviendo fuera de Irlanda, de modo que fue una decisión muy dura que tomar”, dijo.
Aunque muchos países endurecieron sus restricciones, Líbano, que tiene el mayor porcentaje de cristianos en Oriente Medio, las levantaba pese al rápido auge de los casos. El gobierno tomó la decisión para reactivar una maltrecha economía y aliviar la desesperación agravada por una devastadora explosión en el puerto de Beirut el pasado agosto.
Pero para algunos, ni siquiera eso ha sido un alivio.
“Será un desastre después de las fiestas”, dijo Diala Fares, de 52 años. “La gente se comporta como si todo fuera normal, y a nuestro gobierno no le importa”.
Al menos, algunos niños pueden estar tranquilos de que Santa Claus vendrá de todos modos.
Durante un programa especial en CNN con personajes de Plaza Sésamo, el doctor Anthony Fauci, máximo especialista de enfermedades infecciosas en Estados Unidos, dijo que había ido al Polo Norte y vacunado a Santa Claus.
“Está preparado”, dijo Fauci.