Por Rachel Chaundler / The New York Times
Una tarde el verano pasado, un auto salió a toda velocidad de las rejas de un convento en el norte de España y siguió avanzando hasta llegar a otro convento a 137 kilómetros de ahí.
Al volante iba una monja. Otra monja la acompañaba. Estaban desesperadas por salvar el modo de vida de su orden, las Clarisas de Belorado, que ha existido desde 1358, y por retener control de sus tres conventos.
El Vaticano había excomulgado a las hermanas y un Arzobispo local había amenazado con desalojarlas porque habían roto con la Iglesia Católica Romana. Y aunque las Clarisas de Belorado son dueñas de dos de los edificios en los que viven y recientemente habían firmado un acuerdo para comprar un tercero, el Vaticano había designado a un Arzobispo local para que administrara sus propiedades y finanzas.
El traslado en auto se dio luego de que las monjas se enteraran de que el Arzobispo planeaba cambiar las cerraduras de dos de los conventos. “Manejaron como locas”, dijo la hermana María Belén de la Trinidad, de 51 años.
Para cuando las dos monjas llegaron al convento llamado Derio, la cerradura de la puerta principal había sido cambiada. Las monjas hallaron una puerta trasera abierta y recuperaron el acceso.
La hermana Belén y otras monjas son ahora efectivamente paracaidistas; están enclaustradas dentro de dos conventos conocidos como Orduña y Belorado. El convento de Derio ha estado vacío desde que las hermanas se mudaron tras una persecución por parte del “diablo” y han tratado de venderlo.
La disputa ahora está enredada en un tribunal español. La saga ha atrapado a residentes locales y ha puesto en duda quién controla los conventos: ¿las hermanas o el Vaticano?
Natxo de Gamón, director de comunicaciones del Arzobispo de Burgos, refutó las afirmaciones de las monjas de que son las legítimas guardianas de los conventos.
Aunque los conventos en España les pertenecen a las monjas, cualquier venta requiere autorización del Vaticano, aseguró De Gamón.
Aisladas, la mayoría de las monjas, entre ellas la Madre Isabel de la Trinidad, la abadesa de la orden de Belorado, no pudieron ser contactadas o se negaron a hacer comentarios. La hermana Belén y la hermana Paloma Clara María de Jesús aceptaron hablar y se autodenominaron portavoces de las monjas excomulgadas.
Respondieron preguntas a través de una reja que atraviesa el salón de recepción del convento de Belorado. Explicaron cómo, hasta hace poco, siempre habían observado sus votos de obediencia. Su ruptura con la jerarquía fue provocada por la falta de apoyo durante un período prolongado de dificultades económicas y espirituales, señalan.
En años recientes, han solventado condiciones de deterioro y han sobrevivido, en su opinión, a posesiones demoníacas. Así que, independientemente de lo que diga el Papa, las hermanas tienen la intención de quedarse donde están.
Ahora, las monjas han jurado lealtad a un movimiento católico tradicionalista llamado sedevacantismo, que rechaza el modernismo y afirma que todos los papas desde Pío XII, quien murió en 1958, son ilegítimos.
En junio, las 15 monjas (una de ellas desertó) faltaron a una audiencia ante un tribunal eclesiástico, por lo que el Vaticano excomulgó a 10 de ellas.
Florentino Alaez, un abogado de las monjas, cree que tienen pruebas para permanecer en los conventos. Aunque las monjas renuncian a todas las posesiones terrenales, los inmuebles que habitan a menudo son propiedad de su comunidad, de acuerdo con la ley civil española.
El convento de Belorado, por ejemplo, está inscrito en el Registro Catastral de España como propiedad de las Clarisas de Belorado desde 1969.
De Gamón dijo que el Arzobispo no toma a la ligera la posibilidad de expulsar a las monjas. “Tratamos de buscar una solución pacífica y digna”, aseveró.
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