Por Andrew Higgins / The New York Times
BUCAREST, Rumania — Parecía fácil: una propuesta para rebautizar una avenida de la Capital de Rumania que honraba a un funcionario fascista de la Segunda Guerra Mundial condenado por crímenes de guerra.
Diana Mardarovici, la concejala de la Ciudad de Bucarest que había querido cambiar el nombre, creyó que nadie se opondría a retirar un homenaje a alguien que había estado involucrado en crímenes para el Gobierno alineado con los nazis.
“Pensé que, seguramente, todos estamos de acuerdo en que los nazis son malos”, dijo Mardarovici. Su propuesta el año pasado no llegó a ninguna parte.
“Mis colegas en el Ayuntamiento no son nazis”, señaló. “Pero sienten que admitir crímenes pasados por parte de personas que ellos ven como héroes le resta a su identidad nacional”.
El episodio fue uno de varios intentos fallidos por retirar honores a fascistas rumanos de los años 30 y 40, algunos de los cuales eran los escritores e intelectuales más conocidos del País, celebrados por desarrollar la cultura rumana y oponerse al comunismo.
Algunos nombres han sido eliminados, pero la supervivencia de otros ayuda a explicar cómo un ultranacionalista, Calin Georgescu, reunió apoyo en un intento por convertirse en Presidente, dijo Mardarovici. Había estado bien posicionado para ganar una segunda vuelta electoral el 8 de diciembre —hasta que un tribunal, citando irregularidades, la anuló.
Aún no se ha fijado una fecha para una nueva elección. Georgescu, un independiente, ganó la primera vuelta explotando el resentimiento contra los extranjeros, las élites, las minorías y aquellos a quienes se considera que empañan el pasado de Rumania.
“Atravesamos una crisis de identidad como País”, dijo Mardarovici.
Mircea Vulcanescu, cuyo nombre Mardarovici quería eliminar de la calle, fue un filósofo y economista que murió en prisión en 1952. No es recordado como un agente del Holocausto, sino como un intelectual destacado de la década los 30, un período en el que muchos pensadores rumanos prominentes acogieron un nacionalismo extremo impregnado de fe religiosa.
“Los intelectuales rumanos eran todos nacionalistas”, apuntó Liviu Rotman, profesor de historia en la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública de Bucarest.
“La amnesia cultivada” ha borrado los recuerdos de a dónde llevaron esas ideas durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Rumania se alió con la Alemania de Hitler, agregó. Un reporte del 2004 estimó que entre 280 mil y 380 mil judíos murieron en Rumania y en zonas bajo su control en la guerra.
“Georgescu no es un político ruidoso y vulgar, sino que realmente puede convencer a la gente”, dijo Oliver Jens Schmitt, catedrático de historia en la Universidad de Viena.
Matei Barbulescu contribuyó con reportes a este artículo.
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