Consideramos que la actual administración no tiene ningún plan para reducirla, por el contrario, continúa en un círculo vicioso, una narrativa de que se necesita más deuda para continuar con el despilfarro, la deficiencia y la inmoralidad, por lo tanto, la deuda está llegando a niveles insostenibles.
Al observar que la partida más importante del presupuesto nacional es el Servicio de la Deuda que alcanza 166,000 millones de lempiras, misma que contrasta con la Secretaría de Salud que apenas es de 29,518 millones de lempiras y, para el año 2025 se le está haciendo un ajuste a esta partida de la Secretaría de Salud de apenas 1.3%; cuando el Servicio de la Deuda está creciendo en más de 21.22%, y es una deuda que no nos está dejando nada más que comprando pobreza para las generaciones futuras, a los no nacidos, al emprendedurismo y al pueblo hondureño en general.
Son impuestos futuros, y qué decir de la deuda flotante que ronda alrededor de 25,000 millones de lempiras anuales, cuando un verdadero presupuesto debe ser sin déficit fiscal.
Tampoco se justifica que sigamos engrosando el gasto corriente con el pretexto que necesitamos más deuda para generar productividad, estabilidad, sostenibilidad, ayuda al agro, a la industria y, en general, para beneficiar a los más pobres.
Un plan relativo a disminuir la deuda sería la desregularización de nuestra normatividad para controlar la inversión nacional y extranjera; la desregularización que hizo su debut en la década de los ochenta del siglo pasado en la China comunista de Deng Xiaoping.
Debemos rescatar nuestra economía de la vorágine de la deuda, hagamos un sacrificio, eliminemos gastos superfluos, oficinas y secretarías que no aportan gran cosa, y neutralicemos los gastos discrecionales que no son fijos en el presupuesto.