Columnistas

¿Absolución o condena de la historia?

El avión aterrizó a la medianoche en el aeropuerto Rafael Núñez, en Cartagena de Indias. El calor era abrasador en el caribe colombiano. La aeronave tomó la pista de carreteo hasta que se estacionó cerca de la terminal. La compuerta principal se abrió y apareció una figura corpulenta, emblemática, irradiaba carisma como un Mahatma, vestido de fatiga, gorra verdeolivo. Su sola presencia era avasalladora. Bajó las escalinatas e hizo el saludo de ordenanza: Era Fidel Castro que arribaba a la Cumbre Iberoamericana, en junio de 1994, y fue el último presidente en llegar.

No conozco a nadie, ni de izquierda ni de derecha, que no se eclipsara al ver a Fidel. Los mismos presidentes y los reyes de España –presentes en la cumbre- no disimulaban su admiración por él. Y atrás iban los periodistas.

Ese era Fidel, a quien admirábamos tanto, por no decir venerábamos, como el líder supremo, no de la Revolución Cubana, sino de todas las revoluciones que se gestaron a partir del proceso cubano.

Esa es una cara de la moneda, cuyo relieve permanecerá indeleble ante la figura de un líder revolucionario que desafió al imperialismo y que encendió la llama revolucionaria en Latinoamérica. Pero hay otra cara de la moneda: el verdadero legado que deja Fidel en más de medio siglo de tiranía, extensivo a los países receptores de su dogma marxista-leninista.

Y es la cara de la que pocos hablan o hablamos para no ser etiquetados como “esbirros de la derecha”, lamebotas de la oligarquía, gusanos y pitiyanquis.

Basta un parangón entre la Cuba antes de 1959 y la Cuba de ahora, 57 años después. Las diferencias son dramáticas y abismales.

Dicen que Cuba es el país “más avanzado” del continente y, cuando les demuestran que es todo lo contrario, le echan la culpa al embargo. Nunca pierden. ¿Y las tres décadas de concubinato con la Unión Soviética? ¿Y la adopción por parte de Chávez en plena francachela de los petrodólares?

Cuba, antes de 1959, era el tercer país más rico de América, el sexto con el ingreso per cápita más alto del mundo y La Habana era la tercera capital más moderna del planeta.

*Periodista