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Buenos Aires de libros, política y Messi

Un taxista nos lleva por Buenos Aires; es verano y hablamos del calor. En la Avenida de Mayo se levanta imponente el Palacio Barolo, con 100 metros fue el edificio más alto de Sudámerica en los años 30. El conductor explica que está construido siguiendo la secuencia de la Divina Comedia: infierno, purgatorio, cielo; y le sirve para confesarnos que le gusta la literatura. Desde luego, no todos los taxistas argentinos serán lectores, pero nos tocó uno.

Tiene Buenos Aires un galardón de orgullo: la ciudad del mundo con mayor cantidad de librerías por habitante, 25 por cada 100 mil personas; le sigue Hong Kong con 22; Madrid, 16; Londres, 10. Hay una librería en un antiguo teatro, “El Ateneo”, considerada de las más lindas del mundo. La tiendas de libros dicen mucho de las ciudades y de las gentes que las habitan.

La famosa avenida Corrientes es ajetreada durante el día y frenética en la noche; hay un teatro al lado de otro, y otro en frente; cada tantos metros, luego de pizzerías, restaurantes de bifes y milanesas, se topa con una librería, en una de ellas, una señora desenfadada y agradable nos recomienda un libro: “es bueno, sho sha lo leí, mirá”.

Es también la ciudad de la furia, como cantaba Cerati y Soda Stéreo; Buenos Aires se ve tan susceptible, sobre todo cuando se habla de política: opiniones antagónicas y profundamente divididas, los que aman a Cristina Kirchner, los que la odian, los que van a la izquierda y los de la derecha, y algunos radicales en los dos extremos. El asunto es que nadie se queda callado.

Y solo hay que mencionarles un poquito el mundial de fútbol y se desatan: “Nos morimos, che. Los chicos la rompieron. Somos campeones”. Y quieren saber si vimos su caótica celebración, millones de argentinos en las calles descontrolados “aquesho fue un quilombo ¿viste?”.¿Y Messi? Por favor, ¿dónde no está?; aparece en las gigantescas pantallas frente al Obelisco, en los anuncios de bebidas y comidas, en las camisetas que lucen ufanos en las calles, como extensión de Maradona, en la conciencia de todos, en la euforia colectiva: “es un fenómeno y hasta los que no lo quieren se lo tienen que bancar”.

Buenos Aires es también la ciudad de Borges, que nació en el centro, pero prefería la periferia, los suburbios o el arrabal, las casas bajas y no los grandes edificios europeizados; además es la de Roberto Arlt y su lenguaje transgresor. Está en el país de Cortázar, Sábato, Pizarnik, Fresán y Piglia.

Todavía resuena el tango de Gardel y los sitios se ambientan con las notas de Charly García, Fito Páez, Calamaro, Spinetta y Los Cafres. Y para los nostálgicos de la canción argentina: Leonardo Favio, Piero, Leo Dan, Sandro y Palito Ortega.Pero destacan las librerías, como un ritual, una alegría -lo que quisiéramos para nosotros- porque los libros enseñan a comprender muchas cosas, a entender a los demás, los tiempos que vivimos.