El pueblo hondureño nunca había experimentado con un gobierno que cometiese tantos errores de cálculo como el que ahora, infortunadamente, le ha tocado dirigir los destinos del país.
Es imposible encontrar una justificación para tanta incapacidad funcional y desconocimiento de los conceptos elementales del arte de gobernar. Los sabelotodos que aparentemente dirigen tras bambalinas las decisiones políticas del gobierno reflejan una carencia absoluta del sentido de oportunidad, porque se cometen errores cada 24 horas, a cuál más garrafal, llevándose de encuentro las pocas acciones positivas que si se pueden identificar en algunas escasas dependencias del gobierno. El Congreso de la República al mando de una persona a quien le quedó demasiado largo y ancho el traje de encargado de la Presidencia, cada día cosecha con creces el repudio de la población.
El Foro de Sao Paulo que tuvo en zozobra a parte de los hondureños fue un fiasco; no obstante, los aplausos frenéticos de un minúsculo grupo de trasnochados que celebraban la llegada de aquellos seres extraterrestres que en sus propios países se creyeron los mesías del siglo 21 y que dejaron, sin embargo, una estela de destrucción, de odio, pobreza, corrupción y desesperanza.
Sus loqueras, mezcladas con su desconocimiento absoluto de las reglas más elementales de las ciencias económicas y sociales, y del desarrollo humano en general, han dejado cicatrices que será difícil borrar en muchas décadas.
Ciertos voceros del régimen se desgalillaron alabando el Foro en mención, despertando el temor de que esto pudiese desembocar en violencias callejeras, en represión y en la perdida inútil de sangre catracha.
La soberbia que ha engalanado las actitudes de muchos figurones enquistados como amebas en las entrañas de esta Honduras acrecentó su ceguera y desnudo su incapacidad política; nunca entendieron lo inoportuno del acontecimiento, nunca pudieron (porque no se podía) justificar el derroche, el despilfarro de recursos que el pueblo les entrega para que, con manos limpias, se le devuelvan en obras y servicios de calidad. El evento no trajo nada positivo, excepto el haber despertado en el pueblo mayor repudio por la manera en que se nos quiere conducir al matadero.
Las francachelas en los hoteles contrastaron con los reclamos de tantos empleados en salud, educación, obras públicas, etc., reclamando con plena justicia, el pago de sus salarios atrasados durante varios meses; contrastó también con el despido masivo de profesionales y otros empleados calificados, solo por el absurdo hecho de no aparecer en los censos del partido de gobierno y para colmo de males, como si fuera otra chapita de refrescos, adornando las solapas de los solapados asesores del partido de gobierno, sobrevino la protesta de 10 cancillerías de países del continente reclamándole al gobierno de Honduras su abuso de poder al convocar a un inexistente foro social de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) solamente para rumbarle riata a los gringos.