Qué tiempos estos en los que vivimos, donde quienes gobiernan se encargan de avergonzar a toda una nación. Una cosa es deberle favores al chavismo venezolano, pero otra muy distinta es venerar religiosamente a un régimen dictatorial que nada bueno trae a Honduras. Sin embargo, hay buenas noticias: el resto de nosotros no comulgamos con dictadores, sean de izquierda o de derecha. Y eso debe hacernos andar con la cabeza en alto y declarar al mundo: “Honduras no está con Maduro”.
El pasado 28 de agosto, fecha de las fallidas elecciones en Venezuela, cuando empezaron a circular las primeras fotos en las redes sociales de autoridades hondureñas posando orgullosas como acompañantes internacionales, no pude evitar notar sus grandes sonrisas; parecía que estaban más felices en Venezuela que en Honduras. Claro, pensé, si ven en Venezuela el modelo a seguir y ellos como la nueva élite gobernante del chavismo centroamericano. No sé cómo esta postura atraerá nuevos votos en las próximas elecciones.
Es muy improbable que el Gobierno de Honduras pueda revertir su postura después de haber reconocido a Nicolás Maduro porque hay un fuerte sesgo cognitivo. No cabe duda de que enfrenta un lío monumental de imagen con cada día que la crisis en Venezuela siga captando titulares. Por el momento, la falta de acuerdo en la Organización de los Estados Americanos (OEA), la postura antiintervencionista del presidente mexicano Manuel López Obrador o las vacilaciones de Petro en Colombia se celebran como victorias del régimen de Maduro, alimentando egos, haciéndoles creer que están en el lado correcto de la historia. Sin embargo, nosotros, los que no somos fanáticos, sabemos muy bien que solo es cuestión de tiempo para que pase factura política.
No quiero que piensen que estoy en contra del Gobierno de Honduras. Como he dicho desde que tomó posesión la presidenta Xiomara Castro: “Si le va bien al gobierno, nos va bien a todos”.
También soy de la convicción de que ocupamos partidos de izquierda, así como de derecha y, de centro también -aunque esos son unicornios. Lo que no debemos tolerar son gobiernos que pervierten la desigualdad social para sus fines populistas. Líderes que le echan más gasolina al fuego de las luchas de clases solo para ver a la sociedad consumirse en polarización y odio.
Muchos menos debemos aceptar gobiernos elegidos democráticamente que enaltecen valores antidemocráticos porque eso quiere decir que están dispuestos a practicarlos si les damos mucho espacio.
No es mi estilo escribir con tantas emociones, me disculparán, pero no debemos aceptar que las personas que nos representan ante la comunidad internacional embarren nuestros valores y nos hagan pasar vergüenza. Fui uno de los más de un millón de hondureños que votaron por un cambio en noviembre de 2021, pero alinearse con un dictador, criminal de lesa humanidad y violador de derechos humanos no era el cambio que esperaba. Por eso, Honduras no está con Maduro.