Me excuso de usar como título las palabras de uno de los columnistas más importantes en lengua española de la actualidad y uno de los pensamientos más agudos y que más admiro. Arturo Pérez-Reverte ha dicho con su típico humor negro: los españoles somos peligrosos. El escritor tiene sus razones y su propio contexto para decirlo y al parecer pocos han encontrado razones para contradecirlo.
Ahora, aparte de lo irresistible que resulta extrapolar a Honduras nada más con esa oración, ¿qué motivos tengo yo para afirmar que nosotros los hondureños somos también peligrosos? Dejo por fuera aquellas poco honrosas menciones como uno de los países más violentos del mundo. Pues la única razón que tengo para afirmarlo es que podemos echar a perder el país, y si me pongo dramático y me apresuran diré que ya lo estamos haciendo, que no es nuevo, viene sucediendo desde hace ya bastante tiempo. Los hondureños somos capaces de repetir hasta el cansancio una consigna por simple emotividad, porque la masa colectiva lo aprueba y si pensamos lo contrario somos incapaces de expresarlo y contradecir al otro, tal vez somos demasiado cordiales, nos vamos por las ramas y eso es peligroso. En otras palabras, a veces hacemos lo que no queremos, solo porque sí, porque no dimensionamos las consecuencias de nuestras acciones. Somos capaces de defender una causa que desconocemos, incapaces de leer y analizar lo que en realidad nos está pasando como país, como ciudad, como individuos. No tenemos ni el más mínimo olfato para identificar los radicalismos y los dobles discursos. Damos por ciertas solo aquellas noticias que nos convienen, las que nos dicen lo que queremos creer. Nos dejamos llevar por la emoción que ha provocado esa noticia, la difundimos y creamos incertidumbre. Creemos que solo existe el blanco y el negro y que Facebook, Twitter e Instagram nos dicen la única verdad, porque también pretendemos que existe una sola. Se nos va la vida defendiendo absurdamente una ideología, que es ajena y totalmente exógena a nuestra idiosincrasia. Somos un pueblo peligroso porque cree que su problema fundamental es la empresa privada y los empresarios, o quizá que estos y el gobierno deben ser antagonistas. Somos un pueblo peligroso porque con nuestra incompetencia atentamos todos los días contra nuestro progreso, porque nosotros mismos como nación nos boicoteamos. Porque tenemos un chivo expiatorio y nos lavamos las manos de todo lo malo que pueda suceder. Resulta que nosotros nunca somos culpables de nada. Somos peligrosos por menospreciar al arte, por no saber de ella, por no hacerla. Y qué podría decir de la generalizada ignorancia sobre la ciencia como camino para encontrar verdades y resolver problemas. Lo somos y eso no lo podrá cambiar nadie que contradiga mis palabras, creo que no hay otra verdad, quizá sí otra opinión, pero no otra verdad. Somos peligrosos, y si no me creen, vean a una capital que se incendia, se queda sin árboles y se llena de zancudos. Lo somos, me respaldo en los conductores a exceso de velocidad, en los machistas que agreden a sus parejas, en el hondureño que le hace daño a otro hondureño, en el gusto por los conectes. Me baso en nuestra corta memoria, en el desconocimiento casi total de nuestra historia, en la condena que tenemos a repetirla.
Ser tan peligrosos es solo
culpa nuestra.