Más que muchos otros elementos y muy a nuestro pesar, la corrupción ha sido un concepto clave y determinante en la corta historia de nuestro país, y hoy quiero hablar de él. Antes de que prosiga con la lectura quisiera aclararle que no se pretende en este breve artículo de opinión la identificación de un origen histórico de la corrupción, es más, posiblemente ni siquiera hable de un origen social, valiéndome de la licencia que permite este género periodístico, quisiera explorar hoy en el corazón corrupto, en las entrañas donde sucede el mal que luego se multiplica en mayor o menor medida en la realidad nacional.
Quiero detenerme primero a considerar el adjetivo con el que se califica a una persona que practica la corrupción: “corrupto/a”, que se deriva a su vez de “corromper”; en este caso la acción parece ser anterior a la calificación, es decir, el verbo anterior al adjetivo. Ya en un fuero real de Alfonso X (mitad del siglo XIII) se identifica el uso de este verbo para referirse a un hombre que induce a otro a dar falso testimonio. Es decir, el término “corrupto” remite en el fondo a aquello que está mal, pero no debería estarlo. Cuando pienso en un ser humano, lo pienso sin corrupción alguna, ¿Cómo llega a serlo?
Para mí el origen de la corrupción está en el individualismo. Y sí, creo que es obvio, el corrupto o la corrupta es individualista, pero quisiera que desmenuzáramos este concepto. El individualismos significa en primera instancia la superposición del sujeto por sobre la comunidad, los placeres individuales son más importantes que las necesidades colectivas, la competencia (ese temita de ser el mejor, el primero, el más grande) está por delante de los logros comunitarios y, sobre todo, los criterios del yo son los únicos que importan. Y este último punto es clave porque es lo que avala todo lo demás y justifica las acciones corruptas.
En la corrupción, como en cualquier mal, la justificación es imprescindible porque ciega al individuo, las personas de verdad llegan a creerse sus propios cuentos, al primero que tienen que engañar es a sí mismo. La bondad auténtica del ser humano sería incapaz de soportar esa miseria.
Desde mi punto de vista lo único que logra el individualismo, y por lo tanto la corrupción, es deteriorar el entorno social del individuo, lo único que logra es habitar en un lugar peor, desde todo punto de vista: afectivo, humano, económico, de seguridad, etcétera. Y es posible que todo esto confluya o desemboque, según entendamos, en un terrible vacío existencial. Arranca así un circulo vicioso casi imposible de romper, porque una persona vacía es propensa al individualismo, y el individualismo arroja a las personas al vacío existencial. En ese círculo todo se basa en el tener, en el placer y en el poder. Luego sucede lo que afirmaba Churchill, aquello de que las personas “no quieren ser útiles sino importantes”.
Y todo lo que describí anteriormente puede que sea un ecosistema en el que conviven muchos y muchas. Por supuesto, no pretendo que esta sea una gran verdad dentro de la realidad de país, y sé que son muchas las causas, algunas de ellas históricas (encarnadas), de la corrupción en nuestro país, sin embargo, estos son detalles que muchas veces no se analizan. Hay ciertas conductas culturales (también encarnadas) que hacen todo un poco más fácil para estos males que nos aquejan desde tiempos antiguos. Pero haga como yo, no pierda la esperanza.