En tres semanas se quemarán los fuegos artificiales con los que se anunciará el inicio de un nuevo proceso electoral que viene ininterrumpido desde el año 82 cuando el pueblo, ilusionado, creyó haber entrado en una nueva etapa de desarrollo integral del país. A 44 años de este sueño, la vida del hondureño presenta características opuestas y en algunos aspectos, peores.
Los fuegos artificiales anuncian el destape de una competencia interna feroz en los partidos tradicionales y en el apéndice de uno de ellos, que, aunque declarado revolucionario, genéticamente no se pudo apartar de aquellas características nefastas de su partido progenitor; más bien, según observadores, estas características nada favorables se vieron deterioradas en perjuicio de los intereses nacionales.
Las precandidaturas que están presentando las fuerzas políticas autollamadas mayoritarias, no presentan ninguna esperanza de sacar al país del agujero oscuro en que estamos hundidos. Las ofertas electoreras, como disco rayado, nos tocan las mismas canciones de hace 40, 50 o 60 años; hasta ahora no escuchamos un tan solo precandidato que nos hable puntualmente de como corregiremos los males que nos aquejan. Abundan las promesas de combatir el desempleo y el costo de la canasta básica familiar, pero ninguno nos dice como y cuando. Estaremos listos y servidos si se continúa el modelo incoherente de este gobierno que consiste en atacar al sector privado productor y por otro lado imponiendo una política de empleo masivo burocrático requiriendo para ello únicamente la afiliación en los censos electorales internos del partido de gobierno, desdeñando conceptos de capacidad o amenazando con derogar los beneficios concedidos a la inversión criolla o extranjera que es garantía de empleos permanentes. En salud pública ocurre lo mismo, nadie ha expresado, por ejemplo, ninguna intención de revivir la pirámide de salud de Aguilar Paz, porque estoy seguro de que la desconocen. En medicina, la prevención y su costo menor, es muchísimo más conveniente que los gastos exorbitantes en la curación de enfermedades prevenibles. En cuanto a las políticas de fortalecimiento de nuestra red vial, columna vertebral del desarrollo comercial y económico del país, nadie menciona los territorios abandonados, particularmente en aquellas zonas productoras del mayor rubro de exportación como es el café, en tiempos de cosecha los camiones cargados de miles de sacos rumbo al puerto, se atascan en los vergonzosos lodazales de Santa Bárbara, Intibucá, Ocotepeque y el resto de occidente; sin embargo, nos enorgullecemos, con alguna razón, de nuestra CA-5 donde esta concentrado un porcentaje mayor de la inversión en ese campo.
En síntesis, el pueblo hondureño está hastiado de escuchar promesas incumplidas; no basta con que nos sigan anunciando que existe el desempleo, el analfabetismo, la insalubridad, la inseguridad, el hambre y la intranquilidad social; eso ya lo sabemos y lo sufrimos, queremos un compromiso de cómo, cuándo y con quién se combatirá estos males, porque, como nos dijo la Conferencia Episcopal hace varios años, “¡basta ya!”