“Peregrinaje” es una de las novelas más reconocibles de Argentina Díaz Lozano, una de nuestras narradoras más destacadas. Recientemente, gracias a una publicación de la Secretaría de las Culturas, las Artes y los Patrimonios de los Pueblos de Honduras, pude releerla.
Por cierto, quiero resaltar que lo que más me agradó es que es una edición gratuita, y fui testigo de que en su presentación, muchos jóvenes se llevaron un ejemplar del libro a sus hogares. Así se ha hecho con otros textos, y eso es lo que hay que hacer: poner libros en las manos de los jóvenes.
La historia es muy sencilla, narra las aventuras y desventuras que le suceden a Enriqueta, profesora de primaria y a su hija Elena. La historia comienza cuando Elena es apenas una niña, muestra su carácter y su personalidad sin ningún tipo de complejos, y a medida que va creciendo va formando y corrigiendo sus comportamientos y sus criterios.
Enriqueta, por su parte, se ve obligada a ir de un pueblo a otro, de una ciudad a otra por diversas circunstancias, pero siempre con el objetivo de desarrollar su trabajo como profesora, vocación que la ha puesto en circunstancias que la hacen sufrir.
A través de los ojos de ese par de valientes mujeres se ve la realidad de Honduras, sus hermosos paisajes, sus dinámicas sociales, sus desventuras, sus diferencias culturales, por ejemplo, de lo rural y la incipiente urbanidad; las formas de usar la lengua, los cambios que con los años se van dando y hasta parece que se estuviera haciendo un recorrido gastronómico. Como el título de la novela la indica es un peregrinaje.
En algún momento de la novela madre e hija se separan, lo que resulta muy doloroso para ambas y aunque esa ha sido la realidad de muchas niñas y niños de Honduras no deja de dar pie a una reflexión.
Enriqueta y su familia son ciudadanas y ciudadanos se podría decir hasta ejemplares, dentro de lo que sus límites humanos le permiten, sin embargo, en el caso particular de Enriqueta, nunca encuentra estabilidad y es lo que la obliga a peregrinar con su hija, que en algún momento se cansa de tanto ir y venir, de estar por adaptada y tener que marcharse una vez más.
Se hace referencia en la obra al conflicto político social de Honduras de los años veinte y esto termina por afectar y configurar la vida de Elena y Enriqueta.
Hay cierta estabilidad de parte de la familia de Elena, tanto materna como paterna (cuando esta hace sus apariciones) que depende de quién está en el poder en ese momento. No tan distinto de las realidades que han imperado posteriormente en Honduras, como en las últimas décadas.
Ese mundo de hace cien años que se nos retrata quizá no ha cambiado tanto como lo pensamos, es posible que solamente se haya tecnificado y/o complejizado, y eso no es precisamente desarrollo.
Posiblemente el peregrinaje de Elena y de Enriqueta son nuestros peregrinajes como hondureños, hay momentos de verdadero desconsuelo, que parece que nunca se van a acabar.
Habla también de cierta realidad del gremio magisterial, que recibe los embates propios de la vocación y la profesión con estoicismo. Elena crece no solo física, sino también emocional y socialmente.
Ojalá que todos esos ejemplares que vi que se llevaron muchos estudiantes a sus hogares hayan sido aprovechados por ellos y por sus cercanos, y den pie a muchas reflexiones y mucho crecimiento.
