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Tarjetas de crédito

Desde una perspectiva jurídica y financiera, la tarjeta de crédito tiene su sustento en un contrato de adhesión, aprobado por la CNBS, el cual establece las condiciones bajo las cuales, una vez aprobado un crédito después de efectuado un análisis crediticio, se pone a disposición del cliente una línea de crédito revolvente, con la característica particular de que existe la facilidad de disponer del crédito mediante el uso de un plástico que, con la incorporación de elementos tecnológicos, permite cargar los valores utilizados en casi todo el mundo en forma electrónica.

La facilidad de poder disponer de ese dinero sin tener que andar efectivo en la bolsa requiere de una compleja red de relaciones jurídicas y económicas entre varias entidades que cumplen distintas funciones dentro de la operación de crédito, cargo, intercambio y compra-venta.

La situación es aún más compleja si tomamos en cuenta que este instrumento de disposición financiera puede utilizarse en todo el mundo, sin importar idiomas, fronteras, monedas y horarios.

A estas características particulares debemos agregar además que la tarjeta de crédito permite la disposición de los flujos originados en la línea de crédito, sin cargar un costo financiero (intereses), durante un período inicial que puede variar entre 20 y 30 días, con lo cual el tarjetahabiente dispone de una gran facilidad si actúa responsablemente y solo gasta lo que sabe que recibirá al finalizar el período de pago.

La tarjeta de crédito, además, constituye una herramienta financiera sin la cual, en el mundo global actual, no se puede vivir, a menos que estemos dispuestos a cargar nuestro dinero efectivo y exponernos a los riesgos consiguientes y a la negativa de casi todos los comercios que brindan bienes y servicios, quienes no estarán dispuestos a contratar una habitación de hotel o a rentar un vehículo a un “fantasma” financiero.

No estamos hablando entonces de cualquier tipo de crédito. Detrás de esta poderosa red financiera global existen millones de empleados, sistemas de comunicación y redes, sistemas de seguridad, análisis de crédito, ventas, software y hardware, seguros y demás, que tienen necesariamente que incorporarse dentro de los costos inherentes a esta operación de cargos e intercambio de valores a nivel mundial.

Al final, si el mercado es suficientemente amplio, los costos se irán reduciendo producto de una economía de escala y es por esta razón que, a mayor tamaño del mercado de tarjetahabientes, menor el costo de la operación y viceversa.

El proceso de análisis de crédito es otro paso importante en el otorgamiento de la línea de crédito que el emisor pondrá a disposición del cliente, cuyos riesgos provienen del perfil subjetivo del acreditado y su capacidad de pago.

Este análisis viene impuesto como una obligación regulatoria a nivel global, producto de dos intereses fundamentales.

El primero, proteger el dinero que prestan por este medio los emisores bancarios que captan fondos del público.

Y el segundo, derivado de los tratados internacionales suscritos por casi todos los países del mundo en virtud de los cuales las instituciones financieras han implementado rigurosos procesos de revisión de identidad de sus clientes, intentando con esto excluir del medio financiero a los lavadores de activos, narcotraficantes y en general al crimen organizado. Esto también tiene un costo muy importante.

Finalmente, después de todo este análisis, se determina el rango de riesgo en el cual cae el cliente y así se determina la tasa de interés que se le aplicará. A mayor riesgo, mayor interés.

La línea de crédito que abastece el plástico que usted anda en la bolsa no tiene más garantías que la personal del tarjetahabiente y, en algunos casos, una fianza o aval.

Al no haber garantías, el crédito es más costoso y, si el mercado disminuye producto de la presión regulatoria, los costos también incrementarán.

Si analizamos con detenimiento este proceso que hemos tratado de condensar en dos páginas, nos damos cuenta que, cualquier análisis y reforma legal que se haga debe realizarse con absoluta responsabilidad y conocimiento de la materia.

De lo contrario, corremos el riesgo de que esta medida, que aparentemente es popular, se revierta en contra del pueblo con quien se intenta congraciar y se convierta más bien en un boomerang rápido y filoso que acabe cortando de raíz el crédito para muchas personas que ahora lo tienen, enviándolos directo a las manos de prestamistas usureros que los esperarán con una gran sonrisa.