Es impresionante cómo en su tiempo libre decenas de niños, jóvenes y adultos acuden todos los días a estos lugares a divertirse o ejercitarse.
En estos espacios públicos, de ambiente agradable y seguro, los pequeños juegan, los jóvenes practican deportes, mientras que en otro extremo caballeros y damas -mediante la gimnasia- buscan mantenerse saludables o mejorar su esperanza de vida.
Solo en esta capital, media docena de estos parques ya cumplen una gran función social. Si desde hace años nuestras autoridades locales y centrales hubieran entendido que la recreación es una necesidad humana que se debe atender con prioridad, hoy no tuviéramos tantos jóvenes en actividades ilícitas, tantos embrutecidos por el Wi-fi, ni tanta población con esos problemas de salud que pueden prevenirse con el ejercicio.
Lastimosamente el país tuvo que experimentar una escalofriante ola de violencia para que los tomadores de decisiones entendieran que el esparcimiento también es importante en la vida de las personas, pero nunca es tarde para comenzar a realizar bien las cosas.
Si en las grandes ciudades estos parques cumplen su objetivo, igualmente es agradable contemplar en los municipios y aldeas la reconstrucción de las plazas públicas que no solo embellecen a las comunidades sino que también invitan a un descanso y al regocijo de pequeños y grandes.
Ojalá que nunca más los hondureños volvamos a tolerar la invasión de los espacios públicos ni la venta de las áreas verdes. Que jamás los gobiernos centrales y locales vuelvan a ignorar la importancia del entretenimiento para tener una población sana corporal y mentalmente.
Invertir en lugares de esparcimiento no es botar el dinero, sobre todo si se tiene plena conciencia de que hay que proveerle a la gente las áreas adecuadas para que disfruten su tiempo libre.