La “soberanía” es el poder que tiene el pueblo para gobernarse; para ello se crea el Estado y se selecciona a individuos dentro de su población para que como funcionarios temporales actúen en las instituciones Ejecutiva, Legislativa y Judicial, autorizándolos para que, respectivamente, ejecuten acciones para el desarrollo del pueblo y defensa del territorio; dicten leyes para la administración de recursos y apliquen esas leyes para mantener el orden público.
Los tres poderes velan por la defensa de la soberanía. Rousseau llamaría a esto “soberanía popular”. Pero más próximo a la realidad hondureña, Marx diría que el Estado sirve para legalizar la conquista del poder por unos pocos burgueses; y se puede agregar que estos han llegado a constituirse en la “soberanía oligárquica” gobernante, que a su vez es súbdita de las corporaciones transnacionales.
Honduras ha defendido con la sangre de su pueblo su “soberanía popular” cuando países vecinos han pretendido apropiarse de alguna parte de su territorio (Nicaragua en 1957, El Salvador en 1969…), pero ha permitido dócilmente que la “soberanía oligárquica” le arrebate el poder, enajene sus recursos naturales, infraestructuras, territorio,y hasta a la misma población, favoreciendo a una dictadura corporativa transnacional, sostenida por banqueros, empresarios y políticos.
Un ejemplo de la pérdida de soberanía se manifiesta en el Golfo de Fonseca, donde transnacionales de Norte, Sur América y Europa se establecen desalojando y despojando a los nativos de sus recursos naturales.
En detrimento de un pueblo que necesita de alimentos, abrigo, salud, empleo y otros, lejos de estimularse la economía doméstica y la productividad industrial, se excita a la expansión de la agroindustria de exportación.
El hambre por las divisas obnubila el raciocinio; se ignoran los impactos negativos sobre el ambiente, la soberanía alimentaria y otros actores de la economía, como son los pescadores, campesinos, comerciantes.
Hay alcaldes y corporaciones ya establecidas que organizan grupos de gente pobre para que hagan camaroneras en áreas protegidas para luego apropiarse ellos de las mismas.
Sobre este último asunto, el Alcalde de Marcovia se ha reunido con autoridades y las ONG, proponiendo resolver en conjunto la problemática ambiental y socioeconómica.
Pero afloran también denuncias que llegan de todo el Golfo, destacándose el protagonismo del narcotráfico en la acuacultura del camarón; la captura impune de pescadores por autoridades de países vecinos; la pérdida de territorio y autoridad municipal debido al próximo enclave de las “ciudades modelo” (ZEDES)… y una debilidad institucional quizá inducida por la oligarquía que domina los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
En Honduras, el pueblo pierde el poder, su territorio y sus recursos; se confía el empleo y su desarrollo al extranjero, no se defiende pero se estimula el éxodo de su población.
Entonces: ¿Honduras es un Estado soberano o es un “Estado fallido” cuya res-pública es ofrecida a las fauces del neoliberalismo?