Este proceso electoral es inquietante, todos los son, por los medios para inducir los resultados.
Inquietante quizás para necios, preocupados por el futuro, el propio y el ajeno.
Por hechos trascendentes y visibles y otros casi imperceptibles, obstáculos a encontrar la solución a los agobiantes problemas.
La seguridad, solo pensarla, debe ser uno de ellos, tortura para quienes no tienen de otra que transitar en la oscuridad de zonas tomadas por el crimen organizado, de inferior cuantía, de menor sofisticación que otros, pero de similar raigambre para la temida consecuencia de ver amenazado, si no perdido, el bien más preciado, la vida.
Qué horrible padecer el de esas madres que les bendicen en la partida y pueden quedar esperándoles toda la vida.
Pero, a pesar de ello, ¿habrá en esas madres capacidad o interés en discernir si dar o negar el voto a responsables de la expectativa frustrada de vivir en paz?
O ,por el contrario, ¿serán subyugadas por la ingente presencia mediática y la memoria corta, más corta aquí que en cualquier otro lado? ¿Qué segmento electoral depositará su voto, su valioso voto, a favor de lo más gráfico del latrocinio?
Corrupción incomparable, pudiera ser justificada mediante sesgo ideológico o por la inconformidad con los excesos de los pudientes, negados estos a dar lectura a los tiempos.
¿Cuántos votantes tendrá aquel a quien corrientes esquizofrénicas y no el mensajero de Tobías y de la Virgen María le ha vuelto codicioso, autoindulgente, otro cualquiera? ¿Cuánto nuevo votante, de los no todos que tendrán su tarjeta de identidad, aprovechará su voto para ser tomador privilegiado de decisiones desde las elecciones primarias?
Si los que votan por primera vez, escogieran ser determinantes desde estas elecciones en la vida nacional. Si eligieran candidatos y no esperaran hasta las generales, para escoger entre menos opciones a sus representantes.
Ojalá este proceso electoral sea tan inquietante que nadie se quede sin ir a votar.