Opinión

La vergüenza de Mockus

En una de sus visitas a nuestro país, Antanas Mockus —el célebre exalcalde bogotano— confió al auditorio que se había congregado para escucharle, una anécdota que le demostró lo lejos que habían llegado algunas de sus iniciativas para mejorar la convivencia en su ciudad.

“Circulaba yo despreocupado con mi carro por una avenida, cuando me topé de repente con la luz roja de un semáforo. Mientras esperaba un ciudadano se acercó a mi ventana y me hizo una señal con su dedo índice, moviéndolo lentamente cual aguja de metrónomo.

De buenas a primeras no entendí por qué. Quizás se trataba de alguien que me reconocía por mi peculiar corte de cabello, barba y lentes, y aprovechaba la ocasión para desquitarse viejas decepciones.

Al captar mi desconcierto, con el mismo índice que había movido rítmicamente un momento antes, señaló hacia el pavimento que ocupaba la parte frontal de mi vehículo”.

“Sentí como me ruborizaba —prosiguió Mockus— al entender lo que aquel anónimo transeúnte quería decirme. Debido a la prisa con que me conducía, no frené a tiempo y mi carro estaba detenido exactamente en el paso para peatones (paso de cebra). Volteé a ver a mi ‘censor’, haciendo un gesto de humildad con la cabeza, que le hiciera ver claramente que entendía mi error. Me devolvió una sonrisa y, cerrando en puño la misma mano, alzó su dedo pulgar para mostrarme su satisfacción por mi mea culpa”.

El exfuncionario hizo una pausa para tomar agua y continuó: “Años atrás, siendo yo alcalde, había promovido una campaña con mimos que se acercaban haciendo el mismo gesto con el dedo índice a los conductores que se detenían sobre los pasos de peatones, para mostrarles que esa conducta vial no era apropiada; por el contrario, cuando respetaban el paso de cebra o retrocedían para ubicarse bien, hacían el gesto de aprobación que he mencionado.

El propósito era didáctico: crear consciencia sobre los derechos de los peatones, pero también el deber de respeto a la ley de quienes están tras un timón. Son estos pequeños detalles los que hacen real la convivencia entre unos y otros”.

“Ahí estaba yo, recibiendo una pequeña lección de uno de mis conciudadanos, sintiendo en carne propia los efectos de mi propia campaña. Ya no era un actor con la cara pintada de blanco, sino un bogotano más, recordándole a su exalcalde eso que los funcionarios solemos olvidar: que todos somos iguales y tenemos iguales deberes que cumplir”, finalizó diciendo aquel hombre alto, mientras nos observaba por encima de la armazón de sus lentes.

Cada vez que veo pasos de cebra recuerdo la anécdota de este peculiar político colombiano. La mayoría de conductores en nuestro país hace caso omiso a esas señales horizontales, sin que los policías o la ciudadanía hagan algo al respecto.

Coincidirán conmigo los lectores y lectoras que del respeto a estas sencillas regulaciones de tránsito puede deducirse el respeto que se tiene en el país hacia las personas y demás leyes.

Por eso, la admonición recibida de un ciudadano común y corriente en plena calle era para Mockus uno de sus más “satisfactorios” momentos de vergüenza…