Mientras no haya voluntad del gobierno salvadoreño de acatar la sentencia de la Corte Internacional de Justicia del 11 de septiembre de 1992, seguiremos con el cuento de nunca acabar, traducido en los mismos problemas que periódicamente se presentan en el Golfo de Fonseca, como el reclamo de posesión de la isla hondureña Conejo, y la negativa arbitraria a todas luces, de nuestra salida soberana al océano Pacífico.
Conejo solo es una excusa para mantener vigente un conflicto que ya no existe, es cosa juzgada, y la única razón para ello es abrigar esperanzas de que algo real se convierta irreal. En el 2006 El Salvador publicó en su “Libro blanco de la defensa nacional” que ejerce soberanía sobre la isla Conejo… y define unilateralmente su límite fronterizo en la bocana del Golfo de Fonseca, con Nicaragua”. No podemos permitirles fabricarse un título en donde no tiene derechos. La salida libre y directa al océano Pacifico a través de la bocana pertenece por derecho por costumbre y por indiscutibles razones geográficas a nuestra patria. Se trata de necesidades de la nación hondureña, impuestas a ella por la propia naturaleza, y no podemos ni debemos aceptar otra posición que no sea la del imperio irrestricto y absoluto de la soberanía hondureña en dicha bocana.
El Salvador no puede oponerse, nuestras autoridades de Relaciones Exteriores deben luchar de manera enérgica y firme por la materialización efectiva de la sentencia de la Corte Internacional de Justicia (1992), ratificada diez años después tras la solicitud de revisión presentada por el gobierno de Francisco Flores, quien pretendió sorprender a la Corte con argumentos estúpidos que obviamente fueron rechazados contundentemente por el máximo organismo de justicia; ellos saben que está pendiente la definición de la salida al océano Pacífico sobre la bocana del Golfo de Fonseca, a la cual tienen derecho por supuesto Honduras Nicaragua y El Salvador. Si bien es cierto que la sentencia de La Haya es clara y confiere derechos a los tres Estados que comparten las aguas del mencionado Golfo, en esto tanto Nicaragua como El Salvador, históricamente se han negado a reconocer el fallo y los derechos de Honduras sobre la zona; por lo cual debemos continuar enfáticamente una línea dentro del marco de las Naciones Unidas que garantice el acatamiento total del fallo.
Ya no permitamos que exista más ese clima de pasividad y lentitud calculada a la que son tan afectos y hábiles los vecinos salvadoreños para cumplir el compromiso compartido que nos ha afectado por años. No hay que dejar pasar más tiempo, tratando de que la cuestión no afecte las relaciones bilaterales; ellos ya las afectaron; enfrentemos con valentía la realidad, considerando las pretensiones nada amistosas reiteradamente mostradas.
No debemos olvidar en todo esto a nuestros pescadores artesanales, que realizan su labor en las aguas del Golfo, y que por años han sido víctimas impunes de la naval sandinista que penetra a aguas hondureñas, en donde hay casos de muertos, heridos y capturados llevados a las cárceles de ese país vecino, decomisadas sus lanchas, sus aperos de pesca, obligándoles a pagar multas para recuperarlas. También el hostigamiento viene de delincuentes nicaragüenses y salvadoreños que operan con total impunidad cual piratas en la zona.
Es necesario que en nuestras relaciones con los vecinos tengamos siempre presente que nuestra patria es Libre, Soberana e Independiente; es algo de lo que no debemos de dudar nunca, además que no podemos aceptar ninguna interferencia en la consecución de nuestros altos intereses nacionales y soberanos. El abuso impertinente del presidente salvadoreño Mauricio Funes ha llegado al extremo de pedir ordenando cual procónsul al gobierno de Honduras “la desocupación inmediata” del territorio de la isla Conejo que nos pertenece, y además protesta por la construcción de un muelle-helipuerto por nuestras autoridades en la isla.
Para finalizar, quiero ser enfático pidiendo a todos los hondureños que recordémonos siempre esta sentencia: Una nación que no quiera ver comprometido su futuro debe cuidar tres factores instrumentales dadores de poder: sus recursos naturales, sus puertos y su situación geográfica relativa respecto a otros Estados.