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Creatividad en la ciencia

El filósofo inglés Francis Bacon considera que la ciencia es bella como una mujer, es multiforme, se ocupa de muchos aspectos de la vida y es un camino para entender los enigmas del universo.

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14.10.2012

Cuenta la leyenda que la Esfinge era un monstruo con cara y voz de mujer, con alas de águila, cuerpo de toro y garras de león. Vivía en la cresta de una montaña próxima a la ciudad de Tebas y descendía a los caminos para tender emboscadas a los viajeros que por allí pasaban. La esfinge les sorprendía y les planteaba oscuros y complicados enigmas; si no eran capaces de responderlos eran devorados sin piedad.

Ante esta situación, el pueblo de Tebas decidió ofrecer la soberanía de la ciudad a aquel hombre que fuera capaz de descubrir el secreto de la Esfinge.

Es así que Edipo, un hombre sabio e inteligente, aunque cojo por heridas que había sufrido en la juventud, decidió aceptar el reto.
Se presentó ante la Esfinge lleno de aplomo y decisión. La Esfinge entonces le planteó uno de sus enigmas: ¿Cuál es el animal que al nacer camina a cuatro patas, para luego caminar con dos y finalmente caminar con tres? A lo que Edipo contestó sin dilación: El hombre. Resolviendo así el enigma y dando muerte a la Esfinge al tiempo que todo el pueblo lo aclamaba como nuevo rey.

LA REALIDAD. Francis Bacon, filósofo y político inglés, explicó que este antiguo mito de origen greco-egipcio sirve para explicar lo que es la ciencia, porque es bella como una mujer, es multiforme y se ocupa de muchos aspectos de la vida como la Esfinge, y al igual que ella habita en la crestas de las montañas desde donde el panorama es amplio.

También nos plantea continuamente enigmas ante las cosas que con frecuencia no somos capaces de responder y que se tornan entonces un obstáculo para nuestra vida. Aquí entra en juego Edipo, el hombre de ciencia que cojea porque se enfrenta a la Esfinge con cautela. Finalmente el mito recuerda que quien es capaz de desvelar los enigmas de la vida se convierte en señor de la naturaleza, venciendo a la Esfinge.

Este pequeño estudio está dedicado a todos aquellos que como Francis Bacon han visto en la ciencia un camino para entender los enigmas del universo, que se han visto fascinados ante el cielo estrellado, ante el universo de las altas velocidades y las grandes dimensiones, ante el mundo subatómico y las maravillas de la biología. La herramienta que utiliza la ciencia a la hora de trabajar es el llamado método científico. El primer paso de ese método es tener una gran capacidad de asombro ante los fenómenos de la naturaleza.

En segundo lugar, el científico, una vez sorprendido por la naturaleza, ha de imaginar su comportamiento, es decir, lanzará una hipótesis, que es una imagen mental que pretende imitar la ley que rige el fenómeno en estudio. En tercer lugar el científico tendrá que comprobar la validez de su hipótesis. Si la hipótesis imaginada es válida habrá modelado una ley de la naturaleza, si no lo es, tendrá que imaginar una nueva hipótesis superior a la anterior.

Aquí se debe llamar la atención sobre el hecho de que si hay una ciencia es porque la naturaleza es ordenada y armónica. Si la naturaleza fuera arbitraria, nunca podríamos predecir de forma matemática su comportamiento.

Se cuenta que Einstein, cuando empezó a asistir a las clases en la universidad, dijo que le “horrorizaba” la sistemática de tomar notas y más notas y no pensar, decía que limitarse a copiar lo que el profesor escribía sobre la pizarra carecía de todo sentido. Motivo por el que cambió las horas de clase por estudiar directamente las obras de los grandes científicos como Kirchoff, Newton o Maxwell. Einstein pudo descubrir y romper los prejuicios de los físicos a principios de siglo, porque tenía una mente fresca y sobre todo tenía también tiempo para pensar. De hecho él decía que no entendía cómo el sistema normal de enseñanza no había acabado con la creatividad por completo, pues para poder crear hacía falta una libertad de pensamiento difícil de conseguir con tan apretados planes de estudio.

Es curioso, pero nos encontramos con una paradoja, pues Einstein, el científico más admirado dentro del mundo de la física, no gustaba de los métodos de enseñanza ortodoxos. Decía que había dos tipos de científicos: el científico mecánico de laboratorio que desarrollaba las ideas concebidas por otros, y el científico o artista empírico-lógico que era capaz de imaginar las leyes de la naturaleza.

LOS LÍMITES DE LA CREATIVIDAD. El psicólogo Desmond Morris realizó estudios con niños pequeños y descubrió que la capacidad creativa es innata en el ser humano, que a un niño pequeño se le da una hoja de papel y lápices de colores y naturalmente desarrollará su capacidad creativa. Pero que si por el contrario estos mismos niños son sometidos a un sistema de recompensa dejan de crear porque ya todos los dibujos que realizan tienen el fin de agradar. Si queremos ir un poco más allá hay que decir que existe un problema que afecta a la ciencia en sí misma y también a todas las áreas del conocimiento humano: se trata de la especialización y, en consecuencia, la fragmentación en la vida en general y en la ciencia en particular.

El proceso de fragmentación en la ciencia es lo que más amenaza su desarrollo como forma de conocimiento humano. La especialización es necesaria hasta cierto grado, porque para poder profundizar en algún aspecto determinado de la naturaleza es necesario simplificar y aislar el problema. El problema viene cuando después de la fragmentación se olvida la búsqueda de nuevas síntesis unificadoras con el reto del conocimiento humano.

A medida que la ciencia avanza, los científicos quedan cada vez en sectores de la realidad más pequeños que los incapacitan para entender los otros sectores de la realidad. La ciencia ciertamente se beneficia de la fragmentación o simplificación de la realidad para poder avanzar, pero necesita de tanto en tanto esfuerzos unificadores que controlen su crecimiento. La fragmentación, fruto del racionalismo cartesiano que amenaza las raíces de la ciencia, también amenaza a todos los ámbitos de la vida.

Quizás haya que comenzar a plantearse que el camino de la ciencia o de la auténtica creatividad, en la actualidad residiría en conseguir enlazar todos estos distintos aspectos del ser y del conocimiento humanos dándoles un sentido de conjunto. Solo un humanismo unificador puede responder en profundidad al problema de la creatividad.

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