TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La historia cultural de Honduras no se puede escribir sin la prensa escrita.
El periodismo, desde su configuración más primitiva, ha sabido adaptarse a una sociedad en plena transformación, ligada a movimientos sociales, políticos e ideológicos.
La prensa escrita había sido hasta la llegada de la radio, el cine y la televisión —hace poco menos de 100 años—, el único medio del que disponían las personas para informarse. No había otro canal de comunicación de masas.
Pero su nacimiento no hubiese sido posible sin las grandes aportaciones técnicas.
La llegada de la imprenta a Honduras, hace 191 años, supuso una revolución en el almacenamiento del conocimiento.
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“La historia de la prensa escrita en el país está vinculada con la introducción de la imprenta en 1830, por gestión de Francisco Morazán; y con ello la publicación de la Gaceta del Gobierno, el primer periódico que publicaba informes del gobierno, leyes y todo aquello que fuera de interés público. Posterior a la década de 1830, la imprenta hondureña se limitaba a producir una variedad de proclamas estatales, panfletos políticos y un pequeño número de libros de leyes”, apunta José Antonio Funes, poeta e investigador hondureño.
De acuerdo con el escritor, el propósito de esta prensa en gestación era ilustrar a la población a partir de las ideas importadas de Europa. “Se pretendía estimular el progreso, combatir la ignorancia e imitar la civilización en el contexto de la naciente república”, explica.
La libertad de imprenta llegaría hasta 1851, cuando José María Sánchez, tipógrafo de referencia, adquirió una vieja imprenta gubernamental.
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Desde el surgimiento de La Gaceta hasta finales del siglo XIX —previo a la Reforma Liberal—, Honduras pasó de un estado de gran pobreza a poco más 170 periódicos (volantes, gacetillas, diarios de bajo paginaje, etc.). Solo el 16% circulaba bajo control estatal, el resto era de propiedad independiente, según el investigador.
Los temas abordados sobre papel eran, en su mayoría, de índole cultural o literario. De ahí, Funes concluye que los pininos del periodismo nacional sientan sus bases sobre la ilustración, educación y cultura.
Pero la prensa de noticia surgiría con la transformación social.
La Patria (1871), dirigido por José María Medina, por ejemplo, aunque no era estructurado por un editorial ni columnas de opinión y algunos hechos se confundían con “chismes de pueblo”, tenía inclinación a la noticia.
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A partir de finales del siglo XIX arrancaría la era de un periodismo más vinculado a las actividades comerciales.
“Con el gobierno de la Reforma Liberal de Marco Aurelio Soto se estimula la actividad intelectual y se organiza el Estado hondureño. Ya para 1870 Ramón Rosa demandó la libertad de prensa como garantía del gobierno republicano y que debía estimularse para ‘motivar la expansión de su influencia civilizadora’”, registra Funes. Uno de los abanderados de la prensa de noticias fue El Diario, lanzado en Tegucigalpa en 1891, que aunque tenía carácter eminentemente informativo dio mucha importancia al elemento literario en sus páginas. Además, introdujo un método de impresión fotográfica traído a Honduras desde Europa. Su circulación terminó en 1906.
Ya en las postrimerías del siglo XIX y comienzos del siglo XX destacan señeras figuras en el periodismo: Froylán Turcios (1874-1943) y Juan Ramón Molina (1875-1908). “Para esta época el oficio de los intelectuales, en su mayoría, era el periodismo y las tareas del Estado”, dice el entrevistado.
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Disruptivos
Detrás del nombre de Froylán Turcios está la literatura transgresora, la conceptualización del imaginario nacional y el prototipo irrefutable de la intelectualidad. Él junto a Ramón Rosa configuraron las líneas del periodismo moderno.
“Turcios fundó en 1904 el diario El Tiempo, que tiene la gloria de haber sido el primer diario que se publicó en Honduras por un esfuerzo individual. También fundó por esfuerzo propio el diario El Heraldo en 1909 y este fue quizá el primer medio en sufrir un ataque brutal a la libertad de expresión, pues los talleres de ese periódico fueron vandalizados debido a que había publicado un artículo que no era del gusto del presidente Miguel Dávila”, reseña Funes.
Además de periódicos, Turcios fue director de revistas literarias de gran renombre continental, entre ellas la Revista Nueva, la revista Esfinge y la revista Ariel. También fue director del diario semioficial El Nuevo Tiempo entre 1911 y 1919.
“Defendió a los gobiernos del doctor Francisco Bertrand y del general Manuel Bonilla, en el plano de las ideas, sin caer jamás en la adulación y el servilismo”.
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Juan Ramón Molina, por su parte, fundó el diario quincenal El Cronista (1898-1899) antes de ser contratado como director del Diario de Honduras en 1900.
Fue un gran colaborador de otros diarios como El Día (1903) y el Diario de Honduras (1904-1908).
“En estos periódicos se advierte ya un formato más moderno, aunque Molina gustaba mucho de participar en polémicas. En 1907 fue condenado por el presidente Terencio Sierra a picar piedra en la calle por haber publicado el artículo ‘Un hacha que afilar’, donde hacía una alusión indirecta al desorden del gobierno de Sierra. De esto se deduce que Molina fue el primer periodista al que desde el Estado se le violó su libertad de expresión”, argumenta Funes.
De acuerdo con el escritor, en este período los diarios le otorgan mucho espacio a la cultura literaria, incluso se publican novelas por entrega para estimular la lectura en la población.
Ya entrando al siglo XX figuran otros intelectuales de referencia como Miguel A. Navarro, Julián López Pineda, Inés Navarro, Augusto C. Coello, Luis Andrés Zúñiga, Rafael Heliodoro Valle, Salatiel Rosales, Enrique Pinel, Alejandro Castro y Adán Canales.
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Un nuevo siglo
En el siglo XX El Cronista tomó la bandera de la disrupción. “Fue el diario que tuvo mayor resonancia en Honduras entre 1910 y 1920. Apareció en 1913 y duró hasta 1943, cuando fue clausurado por la dictadura de Tiburcio Carías.
La gloria de este periódico, que introduce un nuevo concepto de periodismo independiente se debe a la figura de Paulino Valladares, que consideraba a sus colegas periodistas como ‘apóstoles de la civilización’. Debe destacarse también la contribución intelectual de Valladares, gracias a la lucidez de sus ensayos, así como la erudición y la elocuencia con que abordaba los problemas nacionales en sus editoriales”, señala.
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La competencia de los diarios existentes y la necesidad de anunciantes como medio de subvención sentaron las bases de la prensa como negocio, de manera que la prensa debía convertirse en empresa moderna para poder prosperar. En este punto, de acuerdo con el experto consultado, el desarrollo del periodismo estaba directamente asociado al auge económico de Tegucigalpa, al desarrollo comercial de Honduras, principalmente de pequeñas empresas manufactureras de muebles, textiles y calzado, así como los negocios de almacenes, farmacias y hoteles, que habían sido motivados desde el auge minero de finales de 1870. Los periódicos ya incluían muchos espacios para los anuncios y las páginas sociales que resaltaban las personalidades sobresalientes del mundo empresarial y político.
Los diarios de circulación actual forman parte de otro período de la prensa que inicia en la década de los 60, siendo el de más antigüedad La Prensa (1964), seguido de La Tribuna (1976) y EL HERALDO (1979).
Si la prensa sigue existiendo es porque se trata de uno de los pilares imprescindibles en cualquier sociedad. El número de lectores y el tipo de prensa de un país es síntoma del nivel cultural que se ha alcanzado; somos los ciudadanos los que marcamos la cantidad y calidad de lo que se lee.