Las ganas de salir adelante, la obligación de mantener a una familia y la ilusión de ver a su hijo creciendo sin que nada le falte llevan al hondureño Cristian Flores a vender baleadas en un sector de la ciudad de Comayagua, zona central de Honduras.
La historia de este joven emprendedor, se suma a la de muchas personas que buscan ganarse algunos lempiras honradamente y dejan la vergüenza y las humillaciones de algunas personas en el olvido.
“Mi hermana vendía (hace) bastante tiempo aquí, vine a ayudarle a cobrar, después de eso agarró (migró) para Estados Unidos y me dejó el puesto, entonces de ahí para acá me tocó aprender hacer baleadas para no dejar que se fueran todos los clientes”, recordó.
Asimismo, el humilde comayagüense lamentó que en su ciudad natal aún hayan personas discriminativas; no obstante, aseguró que eso no le quita el sueño y sigue adelante en su lucha diarias para mantener a su familia.
Cristian explicó que cuando él empezó en el negocio “si era triste que me dijeran (cosas), pero ahora no. Puede pasar una persona y me dice algo, que se vaya y que le vaya bien que Dios los va a bendecir más adelante. Yo no me preocupo por los comentarios de los demás”, acotó.
Seguidamente, el muchacho pidió a los hondureños que dejen la discriminación por un lado, que no importa si es una mujer o un hombre que está vendiendo, porque todos somos iguales. “No seamos diferentes, no hay diferencias en el físico, sino que todos somos iguales”.
Este humilde hondureño es uno más de los muchos jóvenes que en Honduras buscan cualquier oportunidad para poder trabajar y salir adelante huyendo así de los actos ilícitos que tienen manchada en sangre al país.