Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: El paso a paso para un crimen

De algo debemos estar seguros: si hacemos lo malo, siempre vamos a cosechar lo malo
15.09.2024

LLAMADA. A eso de las once, de una noche calurosa, se recibió una llamada en el 911. El hombre que llamaba dijo que iba para su casa, después de salir de su trabajo como guardia de seguridad, y al tomar la carretera de tierra que va hacia la aldea El Tablón, por la carretera del sur, vio llamas detrás de un muro de piedra, y humo oscuro que llenaba el ambiente con un olor a carne quemada. Las llamas eran pocas y pequeñas, pero el humo era denso, y, conforme se acercaba, el olor a carne quemada era más fuerte e insoportable. Detuvo su motocicleta al otro lado de la carretera, cruzó hacia el muro de piedra, y lo que vio lo hizo vomitar. Sobre la hierba seca, justo al otro lado del muro, estaba un cuerpo humano, del que quedaban casi solo los huesos calcinados, y partes en llamas todavía. La hierba también se había quemado alrededor. Volvió a su motocicleta, mareado, y después de vomitar la cena, y llamó al 911. Dijo que se quedaría cerca de allí para indicarle a la Policía el lugar, aunque era sencillo de encontrar, ya que estaba a unos tres kilómetros de la carretera pavimentada, justo al otro lado del muro.

Fue a eso de las doce de la noche que una patrulla de motorizados llegó para resguardar la escena. Todavía quedaban llamas, aunque muy pequeñas. Los policías esperaban a los agentes de la Dirección Policial de Investigaciones, (DPI). Una unidad móvil de inspecciones oculares llegó media hora después, junto a una patrulla en la que iban los investigadores de turno, otra patrulla de la Policía Nacional y el vehículo del fiscal de turno.

La luna estaba alta en el cielo, y la madrugada era clara; sin embargo, los agentes iluminaron la escena con reflectores. Lo que vieron los impresionó, a pesar de que no era la primera vez que veían lo que el ser humano es capaz de hacerle a otra persona.

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LA ESCENA

Lo que quedaba del cuerpo era un montón de huesos ardientes y un poco de grasa que aún estaba en llamas. Sin embargo, había algo que les llamó la atención. Un cuchillo con cacha de hueso tallado. Estaba caído hacia un lado, sosteniéndose entre dos vértebras cervicales. Uno de los técnicos de inspecciones oculares se agachó lo más cerca que pudo, y vio que la punta era curva y con dientes afilados. Era claro que había atravesado la garganta de lado a lado.

“Este es el cuerpo de una mujer -dijo el forense, mientras el fotógrafo de la DPI tomaba fotografías desde varios ángulos-. Me atrevo a decir que la mataron de una cuchillada en el cuello; el cuchillo entró con fuerza por la garganta, de lado y de abajo hacia arriba, y salió por la nuca, después de cruzar entre las cervicales cuatro y cinco. Creo que lesionó la médula espinal, y que la muerte de esta mujer fue rápida y sin dolor”.

Ahora empezaba la investigación del crimen. La DPI estaba en la obligación de encontrar al criminal y llevarlo ante la justicia. Pero, el primer paso era requisar bien la escena del crimen, y eso correspondía a los técnicos de inspecciones oculares.

Cuando el sol empezó a salir más allá del cerro Cantagallo, los técnicos habían encontrado dos cosas que consideraron valiosas para empezar la investigación. Aparte del cuchillo, que era un cuchillo de caza, pequeño, de acero templado, hecho en Alemania, con cacha de hueso, seguramente de animal, los técnicos encontraron un pedazo de una manguera delgada, que se había quemado en parte. Era un pedazo de unos quince centímetros, una pulgada de grueso y de color verde.

“Esta manguera se usa para sacar o poner combustible, gasolina o diésel, cuando el tanque de un carro se ha quedado vacío”.

Pero, había algo más. Pegado al muro estaban los restos de lo que fue un galón de plástico amarillo, del que solo quedaba la boquilla, y una plasta derretida, pero no consumida. Bajo lo que quedaba de la cabeza, encontraron restos de una toalla blanca, de felpa, y a los pies, un pedazo de tela color rojo. El jefe de los técnicos dijo:

“Tenemos restos de una manguera de plástico, de un bidón, de un galón, de plástico también, restos de lo que parece ser una toalla, y restos de lo que parece ser una sábana, de color rojo. ¿Qué podemos deducir con todo esto?”.

“El asesino mató a esta mujer en un sitio íntimo -dijo el agente a cargo del caso-, y no puede ser más que un motel. No hay ropa, o restos quemados de ropa, por lo que la mujer fue atacada cuando estaba desnuda, y de pie, en el momento en que, tal vez, discutía por algo con su compañero. Este, más alto que ella, la hirió de abajo hacia arriba, con fuerza y con ira, pero parece que actuó con cautela desde el momento en que la mujer empezó a sangrar. Le envolvió una toalla en el cuello, para detener la sangre, que debió ser poca, porque la muerte fue casi instantánea; después, la envolvió en la sábana de la cama en la que habían estado, la llevó al carro, que tenía en el estacionamiento, y donde nadie lo vería. Recogió las pertenencias de la mujer, como ser ropa, ropa interior, zapatos, cartera, teléfono, y cada cosa que pertenecía a la mujer que encontró en la habitación. Estas cosas las juntó en un solo atado, y creo que se deshizo de ellas más adelante, en este camino; o más atrás. Es cosa de que caminemos un poco y revisemos con cuidado. Tal vez las cosas están por aquí”.

“Hay un detalle interesante -intervino, de pronto, el forense-, y que servirá de mucho para la investigación”.

“¿Y es?” -preguntó el fiscal.

“Esta mujer usaba un puente dental en la parte superior derecha... Es una prótesis fija de tres dientes... Y, a simple vista, se nota que es un buen trabajo. De porcelana, tal vez, porque el fuego no le hizo el menor daño”.

“Eso servirá para identificarla”.

“Si no se encuentran en el camino las pertenencias”.

“Así es”.

“Creo que vamos bien. No vamos a tardar en encontrar al asesino... Una vez identificada, veremos las últimas llamadas en su celular, y todo será sencillo. Una muestra más de que no hay crimen perfecto, y que la Policía no es tonta ni ingenua, como muchos de nuestros detractores piensan. En mi opinión, es cosa de tiempo el que demos con el asesino: el amante”.

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DENUNCIA

A eso de las doce de la mañana, un hombre de unos cincuenta años, acompañado de una mujer un poco menor que él, y de un muchacho de unos veinte, llegó a las oficinas de la DPI a poner una denuncia.

“Mi hija salió de su trabajo ayer a las cuatro o cinco de la tarde -dijo el hombre-, llamó para decirnos que iría a cenar con unas amigas, y que no la esperáramos hasta tarde, pero, cuando eran las doce de la noche y no veíamos que volvía a la casa, empezamos a llamarla, pero su teléfono estaba apagado. La llamamos, y no contestó; y todavía hoy su teléfono está apagado. Llamamos a algunas de sus amigas más cercanas, compañeras del trabajo, y nos dijeron que Lucía, que así se llama mi hija, salió de la oficina a eso de las cuatro y media, y que se fue sola, que nadie fue a cenar con ella... Tal vez es que tenía alguna cita, y no quiso decirnos”.

“¿Cuántos años tiene Lucía?”.

“Veintitrés”.

“¿Dónde trabaja?”.

“En una oficina del gobierno”.

“¿Tiene enemigos su hija?”.

“No; por supuesto que no”.

“¿Algún enamorado?”.

“No que nosotros sepamos... Es una niña de apenas veintitrés años recién cumplidos... Si tuviera algo con alguien, nosotros lo hubiéramos sabido”.

“Algunas características especiales de su hija, que nos ayuden a identificarla”.

“Aquí tenemos una foto”.

“Por ahí hubiéramos empezado”.

Era la imagen de una muchacha de piel blanca, ojos claros, pelo corto, nariz respingada y labios delgados y rojos.

“Lucía no es muy alta -dijo la señora, que hablaba hasta ese momento-. Es casi de mi estatura, pero tiene un cuerpo muy bonito. Ya casi es abogada...”.

El agente que los estaba atendiendo les pidió permiso para ausentarse un momento; salió de la oficina, y fue a la sección de delitos contra la vida.

“Creo que tenemos una mujer desaparecida -le dijo a un agente que en ese momento bostezaba con fuerza-; desapareció desde ayer en la tarde, después de salir del trabajo en una institución del gobierno... Tal vez te interese hablar con los padres, por si se trata de la mujer encontrada en la carretera del sur”.

¿Qué había pasado con Lucía? ¿Quién era la mujer encontrada detrás de aquel muro? ¿Quién la había asesinado? ¿Por qué quemó su cuerpo? ¿Servirían los indicios encontrados en la escena del crimen para dar con el asesino?

“Carmilla -me dijo el ministro de Seguridad, el general Gustavo Sánchez-, en cada uno de sus casos los lectores de EL HERALDO, y la población en general, deben tener la certeza de que la DPI, y la Policía Nacional toda, sí da respuestas positivas contra el crimen, este caso es uno de esos. Tenemos una DPI profesional y muy capaz”.

¿Quién mató a aquella mujer? ¿Por qué la mató? ¿Era Lucía la víctima?

CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA

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