Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: El paso a paso para un crimen (2/2)

Como dice el general Gustavo Sánchez, “crimen perfecto es aquel que no se comete”
22.09.2024

RESUMEN. Los restos de una mujer son encontrados en un sitio solitario, cerca de la carretera del sur. Cuando la Policía llega a la escena del crimen, todavía están en llamas, pero quedan solo los huesos. Al mediodía, una pareja llega a la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) a denunciar la desaparición de su hija, una muchacha de veintitrés años que se llama Lucía.

Trabaja con el gobierno, y siempre llega temprano a su casa, pero esa tarde llamó a sus padres para decirles que iría a cenar con unas amigas, no regresó.

En la escena del crimen, los agentes de la DPI hablan entre sí, y dicen: “Tenemos los restos de una mujer que murió a causa de una cuchillada en la garganta.

Luego, fue traída hasta aquí, y quemada hasta los huesos. Y tenemos restos de una manguera de plástico, de un bidón de un galón, de plástico también; restos de lo que parece ser una toalla, y restos de lo que parece ser una sábana, de color rojo. ¿Qué podemos deducir con todo esto?”.

+El paso a paso para un crimen (1/2)

Ministro

El general Héctor Gustavo Sánchez se acomodó en el sillón, subió un poco el aire acondicionado, y me dijo:“Mire, Carmilla, quienes creen que la Policía es tonta, están equivocados. Y los que creen que no tenemos una buena investigación criminal, también se equivocan. A esta muchacha, la muchacha de este caso, la mataron en un sitio íntimo, tal y como dedujo el agente, y ese sitio no puede ser más que un motel. En la escena no hay ropa, o restos quemados de ropa, por lo que la mujer fue atacada cuando estaba desnuda, y de pie, en el momento en que, tal vez, discutía por algo con su compañero. Este, más alto que ella, la hirió de abajo hacia arriba, con fuerza y con ira, y, está claro que actuó con cautela desde el momento en que la mujer empezó a sangrar, aunque el forense dijo que la muerte fue inmediata, ya que el cuchillo le cercenó la médula espinal. Pero, aun así, el asesino le envolvió una toalla en el cuello, para detener la sangre, que debió ser poca; después, la envolvió en la sábana de la cama en la que habían estado, la llevó al carro, que tenía en el estacionamiento, y donde nadie lo vería. Recogió las pertenencias de la mujer, como ser ropa, ropa interior, zapatos, cartera, teléfono, y cada cosa que pertenecía a la mujer que encontró en la habitación. Estas cosas las juntó en un solo atado, y se deshizo de ellas más delante de donde le prendió fuego al cuerpo; o más atrás. Así pensaron los agentes, y ya va a ver usted que los investigadores de la DPI son muy buenos en su trabajo”.

El general hizo una pausa para tomar un poco de agua. Héctor Gustavo Sánchez también es escritor, y es un buen narrador de historias. Y los casos que ha compartido conmigo para esta sección de Diario EL HERALDO me los ha contado con el apasionamiento que domina al escritor nato cuando se adentra más y más en la historia. Después de poner la botella de plástico en a un lado, agregó:

“El forense encontró un detalle interesante, y es que la mujer usaba un puente dental en la parte superior derecha... Es una prótesis fija de tres dientes... Primer premolar, segundo premolar y primer molar. Y se trataba de un buen trabajo, de porcelana. Con aquello, los agentes tenían suficientes elementos para empezar la investigación del crimen, y, por supuesto, para resolverlo”.

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En la DPI

“Señor -le dijo el agente a cargo del caso, a los padres de la muchacha desaparecida-, nos gustaría saber algunos datos especiales de su hija. Algo particular, que nos sirva para identificarla”.

“No le entiendo bien” -dijo el padre.

“Su hija Lucía desapareció desde ayer, después de salir de su trabajo. Hasta esta hora, no se sabe nada de ella. Su teléfono está apagado, y no fue a trabajar hoy... Y nosotros queremos encontrarla...”.

“Por favor...”.

“¿Qué tipo de teléfono tiene su hija?” -preguntó el agente, como si no tuviera tiempo que perder, y como si empezara a llevar el interrogatorio hacia los restos de la mujer que habían encontrado en llamas.

“Un iPhone de los nuevos, señor”.

“¿Un iPhone?”.

“Sí”.

“Bien... Deme el número...”.

“Ya se lo di a su compañero...”.

“Démelo, por favor”.

El agente escribió en su libreta de notas, se puso de pie, y dijo: “Espérenme un momento, por favor”.

Fue a otra oficina, le dio la página en que había escrito el número, y le dijo a un muchacho de aspecto sencillo:

“Ayúdame a localizar este teléfono. Es un iPhone, y el GPS tiene que estar encendido. Y lo quiero para ahorita”.

Cuando regresó con los padres de Lucía, agregó, como si no se hubiera interrumpido:

“Dígame algo, señor...”.

El hombre lo miró con el temor pintado en su rostro.

“¿Su hija usa prótesis dental? ¿Usa un...?”.

El hombre lo interrumpió.

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“¡Sí! -le dijo-. Usa un puente, una prótesis fija en la parte derecha... Son tres dientes... Es que una vez se cayó en una moto...”.

“¿Sabe usted quién es el odontólogo de su hija?”.

“Sí; por supuesto. Aquí tengo el número...”.

“Somos de la DPI, doctor, y estamos en una investigación especial... Y necesitamos su ayuda... ¿Podemos enviarle una información, por favor?”.

“Por supuesto... Pero, ¿de qué se trata?”.

“Ya lo va a saber...”.

Medía hora después, tres agentes estaban en la clínica del odontólogo.

“Necesitamos que nos diga si reconoce este trabajo -le dijeron, mostrándole una fotografías... Y si puede ir a reconocerlo a la morgue”.

“No hay necesidad de ir a la morgue -respondió el médico-. Aquí tengo el expediente de esta muchacha, se llama Lucía. La recuerdo muy bien porque tuvo un accidente en una moto...”.

“¿Está seguro, doctor?”.

“Comparen ustedes mismos, aunque en las fotografías de ustedes se ve sucio. Es una prótesis fija de primero y segundo premolar, y primer molar”.

“Excelente, doctor... Permítame hacer una llamada”.

Tardaron poco en responderle.

“Es la muchacha Lucía -dijo el agente-. Pedile a nuestro amigo que vea las últimas llamadas del número de la muchacha...”.

“Ya localizamos el teléfono... Ahorita vamos para el lugar”.

Mientras tanto, los padres de la muchacha desaparecida lo veían todo sin entender nada.

“Señor -le dijo el agente a cargo del caso, viéndolo directamente a los ojos-, siento mucho decirle que esta mañana encontramos los restos quemados del cuerpo de una mujer; y esa mujer usaba prótesis fija, de tres dientes... El odontólogo, al que usted conoce, acaba de confirmar que esa prótesis es la que le hizo a su hija... Lo siento mucho...”,La madre se desmayó; el hombre se puso blanco.

“La... mataron...” -dijo.“Estamos investigando, y vamos a encontrar al asesino... Pero, sería bueno que esperemos para confirmar algunos detalles más”.

Una hora después

A eso de las dos de la tarde, el agente recibió otra llamada. En el lugar que indicaba el GPS del teléfono sus compañeros acababan de encontrar la ropa de una mujer.

Un pantalón negro, licra, una camisa roja floreada, de seda, zapatos tenis, negros, de cuero y de plataforma blanca, anillos, una cadena, un reloj de correas color negro, un blúmer negro y un brasier blanco.

También había una faja delgada de cuero sintético de color negro, y una cartera pequeña en la que había un monedero con la tarjeta de identidad a nombre de Lucía, carnet de la institución donde trabajaba, tarjeta de débito y una de crédito, fotos pequeñas, cosméticos y un cepillo de dientes y uno para el pelo. Cuando los llevaron a la DPI, el agente los puso delante de los padres de Lucía.

“Reconocen estas cosas? -les dijo-. ¿Y este teléfono?”.

“Son de Lucía...”.

El general Sánchez suspiró.

“No había nada más qué decir -exclamó-. Era Lucía... Y los agentes ya estaban tras la pista del asesino. El teléfono, que estaba intacto, como las demás cosas de la muchacha, no se pudo desbloquear, pero los técnicos de dactiloscopia encontraron en él varias huellas digitales. Dos eran de un hombre”.

El agente sonrió cuando lo llamaron de dactiloscopia. “Dos de las huellas son de un hombre que se llama Rubén...”.Eran las seis de la tarde cuando el agente les preguntó a los padres:

“¿Conocen a este hombre?”.

“Sí... Es el dueño de un taller, cerca de la casa...”.

“¡Era hora de ubicar a Rubén en el caso! -exclamó el ministro-. Pero, no debía hacerse a lo loco. Los agentes tenían que darle al fiscal todas las pruebas, sin que fallara una sola”.

“Vamos al 911. Tenemos la descripción de la camioneta de Rubén” -dijo el agente.

uscaron en los archivos del día anterior. Empezaron por las cámaras cercanas a Casa Presidencial, y a eso de las cinco de la tarde encontraron a la camioneta deteniéndose en la salida del Centro Cívico Gubernamental, allí se subió Lucía.

Luego, siguieron a la camioneta por el bulevar Centroamérica, siguió por Miraflores, entró a la Vía Rápida, luego al anillo periférico, siguió por la Fuerza Aérea, subió a Lomas de Toncontín, bajó hasta el puente a desnivel de la colonia América, y regresó por el restaurante Popeye’s.

Se detuvo en el motel que estaba a su derecha, pero había una fila muy larga para entrar, y siguió hacia Lomas de Toncontín. Luego, siguió por la carretera del sur.

En uno de los moteles de esa zona, los agentes encontraron el video de seguridad en el que se veía entrar a la camioneta. Pero había algo más: el encargado de cobrar reconocía a Rubén.

“Creo que con esto tenemos suficiente para pedir la orden de captura -dijo el fiscal-. Tenemos al asesino”.

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Nota final

Rubén es casado y veinte años mayor que Lucía. Ella estaba embarazada, y le exigió a Rubén que le cumpliera la promesa de formar una familia con ella.

Discutieron, ella se enfureció, lo amenazó, y él fue por un cuchillo que siempre llevaba consigo. Sin pensarlo, la atacó.

Después se dio cuenta de lo que había hecho. Usó una toalla para detener la sangre del cuello, la envolvió en una sábana, limpió la sangre que había caído en el suelo, y recogió cada cosa de la muchacha.

La llevó más allá, sobre la carretera del sur, y en un lugar solitario, quemó el cuerpo. Usó la gasolina que tenía en el tanque de su carro, y el que había llenado esa mañana.

“Aquel hombre creyó que podía burlarse de la Policía -me dijo el general Sánchez-, y de la Justicia... Y está bien... Pero, de Dios no se iba a burlar jamás...”