Llegó al mundo un Sábado Santo (16 de abril de 1927) y fue bautizado ese mismo día.
El hombre de Dios, que al momento de ser elegido Papa demostró su humildad al decir: “Le dije a Dios ‘por favor, no me hagas esto… Evidentemente, Él no me escuchó’”. Casi ocho años después, Benedicto XVI abandona el pontificado por motivos de salud, dejando tras de sí multitud de hitos que han marcado su estancia en el Vaticano.
Pero ¿quién es el Papa cuyas primeras palabras al asomarse al balcón en abril de 2005 tras ser electo pontífice fueron: “Queridos hermanos y hermanas: después del gran papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor.
Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones. En la alegría del Señor resucitado, confiando en su ayuda continua, sigamos adelante. El Señor nos ayudará y María, su santísima Madre, estará a nuestro lado. ¡Gracias!”? Llevó su ministerio, basado en la fe, la verdad, la caridad y el amor al prójimo.
No le tembló la mano para reconocer ante la opinión pública los 4,000 casos de abusos sexuales a menores por parte de clérigos, pidiendo entonces una profunda renovación de la Iglesia, recordando que “la ayuda de curación a las víctimas debe ser la preocupación principal de la comunidad cristiana”. Cambió normas, fue un Papa con los problemas reales que demanda la Iglesia moderna.
Ha sido considerado por muchos como el más grande teólogo de los últimos tiempos, habiendo escrito más de 65 libros, entre ellos tres encíclicas, desde el clásico “Introducción al Cristianismo” de 1968 hasta el último volumen de su tríptico “Jesús de Nazaret”, del año pasado.
Dio el 2013 a la Iglesia como el Año de la Fe. Y supo afrontar estas circunstancias adversas con ejemplar serenidad, delicadeza, sin conatos de rivalidad, envidias, ni otros desmanes que ajenas intenciones, y no buenas precisamente, vertieron sobre él desde el primer instante.
Beatificó a su antecesor Juan Pablo II en una multitudinaria ceremonia que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
Su relación con los jóvenes está atestiguada por tres Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), que ilustran la capacidad del Pontífice para entrar en sintonía con los muchachos de los cinco continentes. Y se convirtió en un pastor acorde a los tiempos modernos que para sorpresa de todos, abrir una cuenta en Twitter el 12 de diciembre pasado, convirtiéndose en un “papa tuitero”. Su primer tuit, en la cuenta de @Pontifex fue: “Unitati christifidelium integre studentes quid iubet Dominus? Orare semper, iustitiam factitare, amare probitatem, humiles Secum ambulare”. (¿Qué nos pide el Señor para contribuir a la unidad de los cristianos? Orar constantemente, practicar la justicia, amar la bondad y seguirlo).
Ratzinger eligió el 11 de febrero, Día de Nuestra Señora de Lourdes, para anunciar su dimisión al ministerio petrino. Como una muestra más de quien dio ese paso no es una persona inconsciente, quejumbrosa y débil. Por el contrario, tiene tras de sí un bagaje espiritual, intelectual y humano que no puede traducirse con palabras, y del que ya ha dejado constancia.
Y para algunos vaticanistas más que una presión, su renuncia es un acto de profunda coherencia.
EL HOMBRE DETRÁS DEL MINISTERIO. El cardenal Joseph Aloisius Ratzinger, papa emérito Benedicto XVI, nació en Marktl am Inn, Alemania.
Hijo de un comisario de gendarmería, proveniente de una modesta familia de agricultores de Baviera y de una hija de artesanos de Rimsting, vivió su infancia y adolescencia en Traunstein, una pequeña localidad cerca de la frontera con Austria, a treinta kilómetros de Salzburgo.
En ese marco, que él mismo ha definido “mozartiano”, recibió su formación cristiana, humana y cultural.
Su juventud no fue fácil. La fe y la educación de su familia lo preparó para afrontar la dura experiencia de aquellos tiempos en los que el régimen nazi mantenía un clima de hostilidad contra la Iglesia Católica. El joven Joseph vio cómo los nazis golpeaban al párroco antes de la celebración de la santa misa. Esta situación le ayudó a descubrir la verdad de la fe en Cristo.
En los últimos meses de la segunda guerra mundial fue enrolado en los servicios auxiliares antiaéreos.
De 1946 a 1951 estudió filosofía y teología en la Escuela superior de filosofía y teología de Freising y en la universidad de Munich, en Baviera.
Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951. Un año después, inició como profesor en la escuela superior de Freising.
En 1953 recibió su doctorado en teología y cuatro años más tarde, bajo la dirección del profesor de teología fundamental Gottlieb Söhngen, obtuvo la habilitación para la enseñanza con una disertación sobre “La teología de la historia de san Buenaventura”. Tras ejercer como profesor de teología dogmática y fundamental en la escuela superior de filosofía y teología de Freising, prosiguió su actividad docente en varias universidades.
De 1962 a 1965 hizo notables aportaciones al Concilio Vaticano II como “experto”; asistió como teólogo consultor del cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia.
Su intensa actividad científica lo llevó a desempeñar importantes cargos al servicio de la Conferencia Episcopal Alemana y de la Comisión Teológica Internacional.
En 1972, juntamente con Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y otros grandes teólogos, fundó la revista de teología “Communio”.
El 25 de marzo de 1977, el Papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y Freising. El 28 de mayo recibió la ordenación episcopal. Fue el primer sacerdote diocesano, después de 80 años, que asumió el gobierno pastoral de la archidiócesis bávara.
El papa Pablo VI lo creó cardenal, con el título presbiteral de “Nuestra Señora de la Consolación en el Tiburtino”, en el consistorio del 27 de junio del mismo año.
En 1978, el cardenal Ratzinger participó en el cónclave, celebrado del 25 al 26 de agosto, que eligió a Juan Pablo I, el cual lo nombró su Enviado
Especial al III Congreso mariológico internacional, que tuvo lugar en Guayaquil (Ecuador), del 16 al 24 de septiembre. En el mes de octubre del mismo año, participó también en el cónclave que eligió a Juan Pablo II, quien lo nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y Presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional, en 1981.
El 15 de febrero de 1982 renunció al gobierno pastoral de la arquidiócesis de Munich y Freising. El 5 de abril de 1993, lo elevó al Orden de los Obispos, asignándole la sede suburbicaria de Velletri-Segni.
Fue presidente de la Comisión para la preparación del Catecismo de la Iglesia Católica, que, después de seis años de trabajo (1986-1992), presentó al Papa el nuevo catecismo.
Juan Pablo II, el 6 de noviembre de 1998, aprobó la elección del cardenal Ratzinger como Vicedecano del Colegio cardenalicio, realizada por los Cardenales del Orden de los Obispos. Y el 30 de noviembre de 2002, aprobó su elección como Decano.
En 1999 fue Enviado Especial del Papa a las celebraciones del XII centenario de la creación de la diócesis de Paderborn, Alemania. En la curia romana tuvo diversos cargos. Ha recibido numerosos doctorados honoris causa: por el College of St. Thomas in St. Paul (Minnesota, Estados Unidos), en 1984; por la Universidad Católica de Eichstätt (Alemania) en 1985; por la Universidad Católica de Lima (Perú), en 1986; por la Universidad Católica de Lublin (Polonia), en 1988; por la Universidad de Navarra (Pamplona, España), en 1998; por la Facultad de Teología de la Universidad de Wroclaw (Polonia), en 2000, entre otros.
TEMAS SIN RESOLVER. Los llamados vaticanistas o expertos en los temas del Vaticano consideran que consolidó el giro conservador de la Iglesia Católica en América Latina. Los especialistas consideran que Ratzinger fue un Papa poco trascendente para la región que reúne el 46 por ciento de los católicos del mundo. “Ratzinger no quería generar conflictos en la Iglesia en América. Ha sido un Papa de transición, que no hizo grandes cambios y mantuvo las cosas en su sitio”, dijo a la AFP el profesor Jeffrey Klaiber, historiador de religiones en la Universidad Católica de Lima.
De acuerdo a John L. Allen, ‘vaticanista’ para el semanario National Catholic Reporter y la cadena CNN, la herencia del ahora Papa Emérito, puede medirse en términos de los nombramientos de obispos en América Latina. Al colocar como pastores de la grey católica a personajes conservadores o ultraconservadores, Benedicto XVI buscó perpetuar ese rasgo que prevalece en la Iglesia Católica de hoy”.
La resistencia a abordar temas capitales para el futuro de la Iglesia Católica en una región considerada reducto del catolicismo por su mayor número de fieles “me deja la impresión de que no es un hombre dogmático, sino un hombre desconectado del mundo real”, afirma el historiador Klaiber.
Otros expertos en temas religiosos consideran que el Papa marginó la llamada
Teología de la Liberación (TL), que nació en América Latina y fue acusada de marxista por resaltar la opción preferencial de Dios por los pobres.
Aunque reconocen que “el balance es positivo pese a que trató con mano dura a los sacerdotes radicales brasileños, como Leonardo Boff, y fue suave con el peruano Gustavo Gutiérrez”, uno de los padres de la TL, dijo Jeffrey Klaiber, historiador de religiones en la Universidad Católica del Perú y también sacerdote jesuita.
A nadie le sorprende que el Santo Padre no haya logrado solucionar todos los conflictos que se le presentaron mientras estuvo al timón de la barca de Pedro. Como es lógico, cuando deje el Solio Pontificio, Benedicto XVI heredará una agenda de temas por resolver al siguiente Pontífice.
Y uno de los asuntos más complicados para el próximo Papa será el cisma lefebvriano. El asunto se remonta la época de Juan Pablo II, cuando en 1969, Marcel Lefebvre, un obispo francés, fundó una asociación tradicionalista de sacerdotes, que no acepta algunos puntos centrales del Concilio Vaticano II, como la reforma litúrgica y el ecumenismo. En 1988, monseñor Lefebvre ordenó a cuatro obispos sin el permiso pontificio, cayendo en una excomunión “latae sententia”, es decir, quedó fuera de la Iglesia, junto con esos cuatro ministros ordenados por él. En 2009, Benedicto XVI hizo otro intento, levantó la excomunión de los obispos, ganándose la crítica mundial.
Este y otros cismas que se ciernen sobre la Iglesia no han sido resueltos. Será el próximo pontífice quien los reciba y les dé continuidad.
¿Pero fue Benedicto XVI un Papa de transición o un pontífice con una agenda clara, que buscó enfrentar y resolver las crisis de la Iglesia Católica? Quizá la peor de todas es la pederastia, el lugar donde están las manzanas podridas del clero, que el nuevo pontífice debe retirar.