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El poeta que entretejió con versos su dolor

El poeta de los ojos tristes, empujado al exilio y golpeado por la dictadura militar de su país, logró con cada obra rehuir del dolor; cada verso era un muro contra la pena que no logró vencerlo

26.01.2014

“Juan es el poeta de las calles, de los barrios, de las plazas. Del dar la mano. Juan tiene mano de orfebre, de sembrador, la mano que acaricia la vida, pero que se vuelve puño en los tiempos humillados”, la descripción que el historiador y periodista Osvaldo Bayer hace del argentino Juan Gelman, muestra sin duda al escritor extraordinario que fue, al poeta que convirtió en versos su dolor.

Gelman, fallecido la semana anterior en México a los 83 años, dijo en más de una ocasión que escribía porque lo visitaba La Señora, la poesía, y esta le dictaba palabras que eran armas contra la pérdida. Es otro Nobel sin entregar, un poeta que, con un enorme poder metafórico, luchó hasta su último aliento contra la pena.

El llamado poeta de los ojos tristes, el autor de “Valer la pena (2001)” y “Oficio ardiente” (2005), escribió versos en medio del horror y una lucha inclaudicable.

EL ORIGEN DE UN POETA

Hijo de un carpintero de origen humilde, que llegó a Buenos Aires en la primera década del siglo pasado, pese a las carencias materiales, la lectura estaba presente en el hogar de Gelman, que desde niño devoró los clásicos españoles como Garcilaso, Quevedo, Góngora, Lope de Vega. Pero el primer poema que escuchó fue del ruso Alexander Pushkin en su idioma original.

“A los ocho o nueve años, enamorado de una vecinita, empecé a mandarle poemas para que ella se fijara en mí”, recordó Gelman sobre su primer encuentro con la poesía en el hogar donde vivía con sus padres y su hermano ucranianos en Villa Crespo, un barrio pobre porteño de fuerte identidad judía.

Más tarde cursó estudios secundarios en el prestigioso Colegio Nacional Buenos Aires y a los 15 años ingresó a la Juventud Comunista. Luego comenzó estudios universitarios en Química, que a los 20 años abandonó para meterse de lleno en la poesía.

A los 26 años publicó “Violín y otras cuestiones”, el primero de más de 30 libros de poemas, nueve antologías de poesía y cinco volúmenes con sus punzantes artículos periodísticos.

“Seguro que escribo poesía de puro holgazán, porque la ventaja de los versos es la brevedad. El poema es corto, las líneas son más cortas. Sin embargo, una vez intenté hacer una novela, y llegué hasta la página 30... Creo que se iba a llamar ‘El diario del poeta’ o algo así”, confesó en una ocasión.

Gelman recibió en el año 2000 el premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2005, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2005.

En 1963 estuvo preso por sus ideas. Luego abandonó el Partido Comunista y comenzó a vincularse con sectores del peronismo revolucionario.

Incursionó en el periodismo en 1966 y llegó a desempeñarse como jefe de redacción de la revista Panorama, fue secretario de redacción y director del suplemento cultural del diario La Opinión, secretario de redacción de la revista Crisis, dirigida por el escritor, el uruguayo Eduardo Galeano, y jefe de redacción del diario Noticias.

En 1975, a causa de amenazas de la Alianza Anticomunista Argentina, tuvo que viajar a Roma, ahí lo sorprendió el golpe de Estado de 1976 y comenzó su exilio forzado que lo llevó a Madrid, Managua, Nueva York y México, donde fijó su residencia hasta su muerte el pasado 14 de enero.

Pocos meses después de la asonada militar fueron secuestrados sus hijos Nora Eva (19 años) y Marcelo Ariel (20) y la mujer de éste, María Claudia García Iruretagoyena (19), quien embarazada de siete meses fue trasladada ilegalmente hacia Uruguay, donde dio a luz a una niña antes de desaparecer definitivamente.

Nora Eva fue liberada, pero no su hijo y su nuera embarazada. El cuerpo de Marcelo fue descubierto enterrado en un tonel cubierto por cemento, en el que había sido arrojado a un río.

Entre tanto horror y tras una lucha inclaudicable, el poeta recuperó en el 2000 a su nieta nacida en cautiverio en Uruguay.

QUERIDO Y RESPETADO

El horror que vivió lo hizo escribir versos, era su muro contra la pena, que no logró vencerlo. Pero el poeta empujado al exilio y azotado por la violencia militar que mató a su hijo, a su nuera y dejó durante 20 años a su nieta en manos desconocidas, no disfrutó tanto sus premios, solo le faltó el Nobel de

Literatura, como el mayor de todos, el hecho de encontrar a su nieta Macarena, que ahora lleva su apellido, que vive en Uruguay y que lo acompañó orgullosa a recibir el Cervantes.

Pero el poeta de los ojos tristes era respetado en Iberoamérica, donde miles se dejaron atrapar por sus versos.

El escritor hondureño José Antonio Funes considera que con Juan Gelman se fue uno de los pilares de la poesía política latinoamericana.

“Su poesía se aleja de lo retórico y de la discursividad para elaborar un lenguaje construido desde lo disperso, donde el espacio en blanco y la disposición de los versos expresan la condición de un sujeto lírico que siempre huye del dolor, del miedo y de la angustia; y se aferra al amor, a la ternura y a la esperanza”, dijo.

Funes destaca que el poeta sufrió en carne viva la represión de la dictadura militar y “en su poesía siempre se advierten las huellas, las sombras, las heridas para siempre abiertas de ese dolor”.

Pero Gelman no escribía para nadie en concreto, sino para el barro, desde la sangre propia, sin espejos. El escritor y periodista español Juan Cruz, dice en un artículo para la revista Ñ del diario Clarín, que el poeta argentino escribía para entenderse, estaba atento a su esqueleto, pero sobre todo al esqueleto de las palabras; solo las ponía sobre el papel cuando ya las había despojado, él no escribía para sonar bien en el espejo, sino para tener a raya la pena.

“Y es que Gelman fue igualmente exquisito con el sustantivo, con el esqueleto de sus versos: no dejó que el aire de la cotidianidad se contagiara de lo vulgar, así que expresó su sentimiento de frustración y su sarcasmo inventando un lenguaje que de pronto se hizo de todas partes y no solo de Argentina.

Los argentinos han creído siempre que contó en sus poemas la pena de Argentina (“la pena es un territorio probablemente argentino”, dijo él), pero en realidad estuvo diciendo hasta el final, hasta ese retrato final de su esqueleto, qué es la esencia universal de la pérdida.


Eso explica hoy el llanto general por su voz. Pero su voz es silencio. Ahora alcanza el mayor eco”, detalla la publicación.

No hay duda que toda su vida fue una inspiración no solo para sus seguidores, sino para otros escritores.

“En los versos de Juan Gelman encontré la mezcla justa de dolor y esperanza que necesitaba para animarme a escribir en poesía la experiencia de quienes convivimos con la muerte en la década de los ochenta. Se nos fue el poeta, pero nos dejó su voz y su ejemplo de hacedor de soles”, dijo a EL HERALDO la escritora hondureña María Eugenia Ramos, al conocerse la noticia del deceso del poeta argentino.

Para el poeta y gestor cultural catracho Salvador Madrid, la obra de Gelman es resistencia y memoria. “Más allá de los aportes estéticos que renuevan el panorama de la poesía de nuestro idioma, la presencia moral y ética de su voz es un faro para la dignidad y las luchas justas y una presencia que les recuerda su vileza y repugnancia a los que tiranizan a los pueblos de América Latina”, manifestó.

HOMENAJES

En el marco de las actividades del Premio Casa de las Américas 2014, que se desarrolla en La Habana, Cuba, se rinde un emotivo homenaje Juan Gelman.

“La pérdida de Gelman sorprendió, pues en su última comunicación prometió aceptar nuestra invitación a la Semana de autor que le dedicaríamos en noviembre de este año; el destino lamentablemente nos impidió contar con ese privilegio”, dijo Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias.

Y antes, justo el día de su deceso, el mundo iberoamericano a través de las redes sociales le hizo el más grande homenaje, el del alma, el de la admiración perpetua.

“El único premio que le faltaba era el Nobel y nunca se anquilosó, ni acomodó, cuanto más lo premiaban más áspera y desafiante se volvía su poesía, cada vez buscaba más lejos y más hondo”, escribió su discípulo Daniel Freidemberg.

El escritor Jorge Boccanegra lo definió como “un militante político que supo siempre pelear por ensanchar el espacio de la libertad”.

El poeta argentino se marchó el martes con la tranquilidad de haber recuperado algo de lo que le quitó la dictadura, el sábado sus cenizas fueron esparcidas, según su deseo en Nepantla, México, en la tierra en la que nació Sor Juana Inés de la Cruz.


Ahí estuvo solo su familia y sus amigos más cercanos, quienes entre brindis, anécdotas y jaranas (música de la Península de Yucatán que denota climas festivos), recordaron al escritor que logró explicar su lucha contra la pena con un poder metafórico.