Ella es un orgullo para los hondureños. Un digno ejemplo de superación a imitar por aquellos que cada día se levantan dispuestos a ir siempre adelante en la persecución de sus sueños académicos.
Mirna Marín, aquella niña -de madre soltera- que entre 1959 y 1962 reparó los zapatos de sus compañeras para obtener dinero y así poder comprar los materiales que le pedían en la Normal Villa Ahumada, con los años se convirtió en una de las más grandes biólogas e investigadoras que ha tenido este país.
Con la misma paciencia y dedicación que el artesano moldea su mejor joya de oro, así, ella forjó su brillante futuro.
A pesar del tiempo y el éxito, por su mente todavía cruzan los momentos cuando la sacaron de Villa Ahumada y la trasladaron a la Normal de Señoritas en esta capital, por el simple hecho de dar a conocer las arbitrariedades de una directora déspota.
Tras graduarse de maestra de educación primaria, con honores, y gracias a una beca viajó a estudiar a la Universidad de Costa Rica (UCR) donde obtuvo los títulos de profesora de segunda enseñanza en ciencias, profesora de segunda enseñanza en biología, bachiller universitaria en biología y licenciada en biología.
Posteriormente, sacó una maestría en oceanografía con especialidad en manejo de recursos marinos (biología marina y biología pesquera) en la universidad del estado de Oregon y luego estudió un doctorado en vida silvestre y pesquería con especialidad en maricultura en Texas A&M
University, College Station.
Regresó a Honduras y durante 41 años le entregó sus conocimientos a las nuevas generaciones de estudiantes de biología de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). El 15 de septiembre recién pasado se jubiló, pero su
amor por la enseñanza le permite seguir ligada a la academia.
Ahí, en uno de los laboratorios de microbiología, Marín atendió al equipo de EL HERALDO contándole pasajes de una vida de sacrificios y de triunfos:
¿En que año se vino para la capital? Yo ya gateaba -tenía como un año- cuando mi mamá se vino para Tegucigalpa. Yo me crié en el sector del barrio Abajo, en La Fuente y en la cuesta Lempira.
¿Dónde vivió más? En la cuesta Lempira. Ahí llegué cuando ya estaba en el colegio.
¿La primaria dónde la realizó? Estuve en la Escuela Francisca Reyes en primero y segundo grado; luego estuve en la Escuela Estados Unidos, la que está por la Casa de la Cultura.
¿A quién recuerda de esa época? A mis maestros. Especialmente a mi maestra Mercedes Pineda Gómez, era la subdirectora de la Escuela Estados Unidos. Ella me enseñó la justicia y la dedicación. Ella era amiga de mi mamá, pero nunca me dio preferencia, me volaba maceta, reglazos, me castigaba, como ocurría en aquel tiempo. Nos ponían a escribir cien veces en el cuaderno: “debo respetar a mis maestros”, “debo respetar a mis compañeros”.
¿Pero es que usted seguramente era tremenda en la escuela? Desde antes... era muy inquieta, según me dicen. No es que era peleona, pero tampoco me dejaba. La historia es así: hasta cuarto grado fui muy tímida, pero una compañera me enseñó a defenderme. Me decía: “si vos no te defendés yo te voy a dar...” entonces empecé a defenderme y luego eso me gustó y ya no me dejaba de nadie.
¿Y así se quedó? No es que fui peleona, como usted piensa, lo que pasa es que tendía a defender a las más pequeñas.
¿O sea que era como una justiciera? Nosotros nos reuníamos ahí por el Parque Herrera y nos encontrábamos con los niños de la Escuela Álvaro Contreras, y cuando ellos intentaban golpear a las cipotas, ahí por la iglesia El Calvario, entonces ellas me gritaban: “¡Mirna! ¡Mirna! ¡Mirá que no podemos pasar porque nos están golpeando!”, y ahí iba yo y los agarraba con mi bolsón de cuero. ¿Le cuento otra?...
Vamos a ver. También si yo le llevaba una queja a mi mamá de que mi maestra me había castigado, entonces me iba peor. Me decía: “¡Ajá, la profesora por algo te pegó!” y venía, plas, plas; ahí aprendí que tenía que defenderme yo sola en la escuela y no llevarle cuentos a nadie. No podía llevar cosas a la casa que no fueran mías, mi mamá me daba unas tundas y de remate iba a la escuela y le preguntaba a las maestras: “¿quién le dio esto a Mirna?, por favor no le den nada porque ella solo puede llevar a la casa las cosas que yo le doy”.
¿A qué se dedicaba su madre? Era costurera, pero se graduó de perito mercantil en el Instituto Central.
¿Y usted a qué colegio fue? Estuve un año y medio en la Escuela de Bellas Artes, pero en ese entonces me di cuenta que mi vocación era el magisterio, quería ser maestra rural, entonces conseguí una beca para ir a estudiar a Villa Ahumada.
¿Durante ese año y medio en Bellas Artes qué aprendió? En aquel entonces los artistas eran muy poco valorados, le estoy hablando del año 56. Había magníficos artistas, pero se miraban como decepcionados, tendían bastante a la bebida y eso no me gustó. Ahora que ya me jubilé voy a regresar a la pintura, voy a terminar lo que dejé inconcluso, pero el dibujo me ha ayudado mucho en la ciencia. En los laboratorios tenemos que hacer muchos dibujos.
¿Entonces en 1964 se graduó de maestra en Villa Ahumada? No, en la Normal de Señoritas. Le cuento. Yo fui de la primera promoción de la reforma, cuando se establecieron tres años de ciclo común y tres años de magisterio. El promotor de eso fue Manuel Antonio Santos, director general de enseñanza media y el ministro de Educación era (Eugenio) Matute Canizales.
¿Pero sí estuvo en Villa Ahumada? Sí, ahí hice el ciclo común y estuve un año estudiando magisterio. Yo era muy pobre, siempre fui pobre. Un día no tenía dinero para comprar los materiales que necesitaba, porque lo que ahí me daban era la alimentación (por la beca) pero había otros gastos que cubrir. En la Normal había compañeras que llevaban un curso que se llama pequeñas industrias y había muchas herramientas de zapatería. Cuando era niña yo había visto cómo trabajaban los zapateros, cómo manejaban la cuchilla, cómo ponían medias suelas y todo, entonces le pedí permiso a la directora para reparar zapatos y ella me preguntó: “¿para qué vas hacer eso?” Le dije que para obtener algún dinero y así poder comprar mis cosas, me contestó que estaba bien. Entonces yo les reparaba los zapatos a las demás estudiantes, además hacía adornitos que también vendía y con eso compraba las cosas que necesitaba. Recuerdo que en ese entonces los zapatos no eran costurados sino que eran pegados con mostacilla.
¿Por qué no siguió en ese centro educativo? Desde que llegué a Villa Ahumada, teníamos en la clase de moral y cívica lo de las organizaciones de los colegios, o sea que teníamos que tener asociaciones, entonces me tocó ser la secretaria o la presidenta del curso. En 1962, cuando estaba en primero de Normal -luego de pasar el ciclo común- me tocó ser la secretaria del curso y como representante de mis compañeras tuve que dar a conocer las arbitrariedades de la nueva directora.
Por esto me acusaron de comunista, entonces me trasladaron para la Normal de Señoritas y aquí las autoridades me trataron magníficamente. Siempre seguí siendo dirigenta estudiantil y continué en el cuadro de honor. En este tiempo hicieron un examen general de conocimiento a nivel nacional y yo saqué la nota más alta. Cuando me gradué, el señor ministro me dijo que escogiera adónde quería ir a trabajar y yo le dije que quería ir a La Mosquitia, a la zona recuperada.
¿En qué parte de La Mosquitia estuvo? Fui la directora de la Escuela de Wantara, Kruta, y ahí descubrí algo que no me agradó y por eso dejé de ser maestra; empecé a ver lo de las escuelas fantasmas.
¿De qué forma? En ese entonces había un supervisor departamental y dos regionales. Un día el supervisor departamental me pidió que le ayudara con la evaluación de las escuelas y conforme a ello hice mi informe de cuántas escuelas había, cuántos alumnos, cuántos eran de primero, segundo grado, etcétera, cuántos habían pasado. Después me pidió que le ayudara a realizar la misma labor pero a nivel departamental y así lo hice. Cuando vine a Tegucigalpa me fijé que estaban apurados haciendo de nuevo los cuadros que yo había hecho, justificando que habían unos errorcitos, mi sorpresa es que cuando me acerqué miré que en la zona recuperada tenían registradas tres escuelas que no existían.
¿Eso le llevó a seguir estudiando? Sí, cuando vine aquí decidí que mejor iba a seguir estudiando y fui a realizar el examen en la Escuela Superior de Profesorado y me gané una beca. Cuando pasé el primer y segundo año estudiando el profesorado en ciencias naturales, la Fundación Ford dio cuatro becas para estudiar cuatro áreas de la ciencia, en Costa Rica. Así que en 1967 fui a la UCR (Universidad de Costa Rica) a estudiar biología. La beca era para estudiar profesorado en biología, pero yo saqué cuatro títulos: profesorado en biología, profesorado en ciencia naturales, bachillerato en biología y pasé varias asignaturas de la licenciatura. Me vine de Costa Rica en 1972 y con las notas de las clases que había pasado para la licenciatura entré a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah) y terminé la licenciatura en biología. Saqué la tesis y todo al mismo tiempo que estaba sacando las clases para no atrasarme.
¿Cuándo empieza a laborar en el departamento de biología de la UNAH? En 1972, la carrera de biología estaba empezando y trabajé mucho apoyando a los estudiantes. Empecé con el CUEG (Centro Universitario de Estudios Generales), era administradora y docente, Después, cuando Jorge Arturo Reina fue rector, me pidió que fuera jefe de personal y ahí estuve dos años, siempre dando clases. Luego, nuevamente con una beca Laspau, me fui a estudiar la maestría a Oregon, Estados Unidos, y regresé a trabajar aquí, la saqué en oceanografía y en biología pesquera porque aquí en Honduras se necesitaba esa rama.
Después, otra vez con una beca, me fui a sacar el doctorado, lo saqué en la Universidad de Texas y regresé a trabajar a la UNAH. En el 2005, con la reforma, me nombraron directora del CUEG, fui su última directora, hasta el 2008 cuando se crea la Facultad de Ciencias (matemáticas, física, biología y microbiología) y fui la primera decana de esa facultad.
¿Qué tanto se ha desarrollado la biología en Honduras?
Hemos tenido magníficos biólogos como Cirilo Nelson, Gustavo Cruz, Sherry Thorn, más conocida como “Pilar”. Pero, actualmente, sin querer, la universidad cometió un error, no formó generación de relevo.
¿Qué tan amplio es el campo laboral para los biólogos? El país está requiriendo más las ciencias ambientales que la biología. La biología es una ciencia pura, es investigación y quien la aplica es otro profesional. Pero lo que está requiriendo el país no es ciencia pura, sino ciencia aplicada, la gente quiere que se hagan estudios de impacto ambiental, análisis de contaminación, esas son ciencias ambientales. Actualmente, la gente que se está formando está orientada a la ciencia aplicada, ahí es donde se gana la marmaja.
¿Cuáles son los riesgos para el país al no tener verdaderos biólogos? Se pierden muchos organismos para la ciencia. Con el tiempo no vamos a saber cuál es la biodiversidad de algún área. Actualmente, el país que no tiene investigación tiene que utilizar la de los países que sí la realizan. Algunos entomólogos dicen que en Honduras solo se conoce el 30 por ciento de las especies.
¿Cuántos biólogos investigadores hay en el país? Si hay unos diez o veinte son bastantes. Mire lo que pasa con las aves, hay unos que dicen que son observadores de aves, pero no son ornitólogos o sea especialistas en aves.
¿En esta ciencia de qué especialistas carece Honduras? No tenemos especialistas en aves o sea ornitólogos, no tenemos especialistas en moluscos, zoología, no tenemos entomólogos acuáticos, esta persona tiene que ser capaz de decir si una especie es nueva, identificarla y publicarla.
¿Y biólogos en oceanografía? La única especialista en biología oceanográfica soy yo.
¿Y biólogos marinos? En eso vamos bien, tenemos el principio legal, porque se creó la Facultad de Ciencias del Mar en CURLA y en el Golfo de Fonseca, también hay un esfuerzo institucional para trabajar en biología marina en Tela, dirigida hacia lo que es el ambiente marino y en lo que se refiere a la parte de turismo.
¿Explíquenos la diferencia entre biología oceanográfica y biología marina? La biología marina trabaja con los organismos que están en el mar, pero no trabaja con el mar, parece raro eso, verdad. En lo oceanográfico se tienen que determinar, temperaturas, corrientes, el panorama es muy grande, se necesitan barcos para hacer los estudios; mientras que los biólogos marinos van a los detalles físicos de un determinado organismo,
¿Qué expectativas tiene sobre el fortalecimiento de la biología en la UNAH? Mire, si a mí me tocara decidir yo cerraría la Escuela de Biología y abriría la Escuela de Ciencias Ambientales que es la que está requiriendo el país. Hemos estado tan centrados en la docencia y administración que la parte de la ciencia hasta ahora con la licenciada Julieta Castellanos y la directora de investigación científica le han dado un vuelco.
¿Cuándo se jubiló? El 15 de septiembre del año pasado, pero sigo apoyando a la Facultad de Ciencias, tratando de impulsar algunos proyectos.