TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La poesía es una pequeña forma de la eternidad, de congelar el tiempo en imágenes llenas de nostalgia, algo que aspira a ser música y también la exposición de una idea, muchas veces filosófica. Estas son algunas premisas que hay detrás de Palabras de acerada proa (editorial
El Fuego y la Salamandra, 2018), el más reciente poemario de Marco Antonio Madrid.
El libro contiene 22 poemas y está dividido en dos partes. En la primera predomina un paisaje local retratado con una profunda nostalgia e intimidad. En la segunda adquieren fuerza las ideas de algunos pensadores de la antigüedad clásica e incluso personajes de la mitología griega.
El mar es una obsesión en este poemario y a veces su constante presencia como espejo del cielo genera que algunas construcciones se parezcan demasiado de un poema a otro: “(…) buscar el canto de su vuelo en un cielo/que cabe en otro cielo” (Poema del mar en el sur de las aguas) y “(…) mirar en el espejo de las olas, en un cielo que es otro cielo” (Farallones), por ejemplo.
Las virtudes de la música
La poesía de Madrid es cadenciosa, construida como una música contemplativa y con imágenes grandiosas. Toda ella está marcada por un amor nostálgico por el pensamiento griego antiguo y por paisajes que la vuelven el retrato de un imaginario casi bucólico, pero con una calidad poética que la hace universal y contemporánea. Una de las grandes virtudes de este trabajo es el cuidadoso empleo del adjetivo, que es capaz de provocarle diversas sensaciones al lector mediante la construcción de efectivas sinestesias: “aroma destellante” (Las uvas de Zeuxis) y “ritmo verde” (La isla de la fábula), por ejemplo.
A veces, sin embargo, la música se extravía y los poemas adquieren el ritmo de la prosa y un cierto tono de lección de historia que no se ajusta con la calidad del resto del poemario. Es el caso de “Al final de cruenta guerra, las armas de Roma/se impusieron a las de Cartago, la flota romana/fue dueña del Mediterráneo, al cual llamó mare nostrum” (Mare nostrum). Hay también que destacar en este fragmento la eficaz retórica antipoética de la expresión “Al final de cruenta guerra”.
La fuerza del lenguaje
Muchas veces el lenguaje de Madrid es profundamente enfático y esto nos hace sentir el poema como un canto propio: “Qué era el viento entonces sino la atemperada/brisa del jardín materno” (Una casa en el sur), pero otras veces ese mismo énfasis produce versos dignos del siglo XVIII o xix: “¡Cuán miserable es el género de los mortales!” (Stromata o el misterio de los senderos).
El poemario evidencia un cuidadoso trabajo del lenguaje, pero también encontramos en él alguna construcción cuya cacofonía dificulta su lectura (“Se invocaba además del dios Apolo a Eolo”, de Una conversación con la sibila de Cumas) y una que otra rima involuntaria que diverge del resto del poema: “El otro, de agua oscura, se perdía/por entre la tierra yerma y fría” (Stromata o el misterio de los senderos). A pesar de esto, la calidad de este poemario es grande y su lectura placentera y estimulante. Marco Antonio Madrid es uno de los mejores poetas contemporáneos de Honduras.
El libro contiene 22 poemas y está dividido en dos partes. En la primera predomina un paisaje local retratado con una profunda nostalgia e intimidad. En la segunda adquieren fuerza las ideas de algunos pensadores de la antigüedad clásica e incluso personajes de la mitología griega.
El mar es una obsesión en este poemario y a veces su constante presencia como espejo del cielo genera que algunas construcciones se parezcan demasiado de un poema a otro: “(…) buscar el canto de su vuelo en un cielo/que cabe en otro cielo” (Poema del mar en el sur de las aguas) y “(…) mirar en el espejo de las olas, en un cielo que es otro cielo” (Farallones), por ejemplo.
Las virtudes de la música
La poesía de Madrid es cadenciosa, construida como una música contemplativa y con imágenes grandiosas. Toda ella está marcada por un amor nostálgico por el pensamiento griego antiguo y por paisajes que la vuelven el retrato de un imaginario casi bucólico, pero con una calidad poética que la hace universal y contemporánea. Una de las grandes virtudes de este trabajo es el cuidadoso empleo del adjetivo, que es capaz de provocarle diversas sensaciones al lector mediante la construcción de efectivas sinestesias: “aroma destellante” (Las uvas de Zeuxis) y “ritmo verde” (La isla de la fábula), por ejemplo.
A veces, sin embargo, la música se extravía y los poemas adquieren el ritmo de la prosa y un cierto tono de lección de historia que no se ajusta con la calidad del resto del poemario. Es el caso de “Al final de cruenta guerra, las armas de Roma/se impusieron a las de Cartago, la flota romana/fue dueña del Mediterráneo, al cual llamó mare nostrum” (Mare nostrum). Hay también que destacar en este fragmento la eficaz retórica antipoética de la expresión “Al final de cruenta guerra”.
La fuerza del lenguaje
Muchas veces el lenguaje de Madrid es profundamente enfático y esto nos hace sentir el poema como un canto propio: “Qué era el viento entonces sino la atemperada/brisa del jardín materno” (Una casa en el sur), pero otras veces ese mismo énfasis produce versos dignos del siglo XVIII o xix: “¡Cuán miserable es el género de los mortales!” (Stromata o el misterio de los senderos).
El poemario evidencia un cuidadoso trabajo del lenguaje, pero también encontramos en él alguna construcción cuya cacofonía dificulta su lectura (“Se invocaba además del dios Apolo a Eolo”, de Una conversación con la sibila de Cumas) y una que otra rima involuntaria que diverge del resto del poema: “El otro, de agua oscura, se perdía/por entre la tierra yerma y fría” (Stromata o el misterio de los senderos). A pesar de esto, la calidad de este poemario es grande y su lectura placentera y estimulante. Marco Antonio Madrid es uno de los mejores poetas contemporáneos de Honduras.