TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Hoy publicamos la entrevista que la periodista cultural Samaí Torres le realizó al artista Santos Arzú Quioto en el marco del proyecto “Simbiosis, interacción lúdica”, que se inauguró el jueves 21 de noviembre de 2019 en Casa Quinchon.
Siempre he creído que una entrevista es la oportunidad para desplegar reflexión y conocimiento; Torres y Arzú, urdidos por una simbiosis intelectual, tejen un diálogo magistral que reúne la obra de Lara y Arzú en un formidable abrazo estético.
-Esta asociación de propuestas en dos diferentes géneros dentro de la pintura, ¿cómo surgió y cómo fue su evolución hasta llegar a esta muestra?
Realizar este proyecto tuvo dos conatos, el primero a finales de los años noventa titulado “Fusionarte”; y el segundo intento fallido fue en 2008 llamándolo “Espejos: imágenes alternas”. Cada quien estaba inmerso en sus propios proyectos, pero siempre estuvo traspapelado y latente el deseo de llevar a buen puerto esta colaboración. Hoy, “Simbiosis, interacción lúdica” sale a luz.
-¿Qué barreras tuvieron que vencer dentro del trabajo particular y dentro de esta simbiosis para llegar a una propuesta que fuera respetuosa con los procesos
de ambos?
La principal enseñanza es que la obra pictórica resultante es solamente la punta del iceberg, no se trata solamente del lienzo intervenido por dos artistas; “Simbiosis” está vinculada principalmente con todo el proceso, con las reflexiones y lecturas, conceptualizaciones, mentalidades y sobre todo de los despliegues empáticos-contemplativos que supuso retos interesantes expulsándonos de zonas de
confort arraigadas.
-Desde diferentes ángulos o perspectivas, cada uno con su estilo, han abordado al hombre en sociedad, se han ido al interior del alma humana para sacarla a flote en el lienzo, en esta “intervención” respetuosa de la obra del otro ¿hubo límites?, si los hubo, ¿cómo los establecieron?
En este proyecto se intervino la pintura del otro, esto implica invadir (ingresar), modificar y ver las posibilidades que el otro artista detectó en el espacio ajeno, y aclaro que por espacio no me refiero de manera reduccionista al lienzo, sino a la concepción vital, temas y situaciones condicionantes.
La pintura que se ve aquí es apenas el fruto visible, listo para ser cortado. No hubo límites preestablecidos, como dijo Juana Pavón: “Los límites solo yo me los pongo”; buscamos complementarnos dejando paso al asombro y curiosidad de cómo cada uno podría resolver técnica o compositivamente lo ya acordado conceptualmente, de ahí el subtítulo del proyecto: “Interacción lúdica”. Aprendimos y nos divertirnos simultáneamente en el proceso.
-Sobrevivimos en una sociedad donde la empatía, el respeto y la tolerancia son carencias que van en ascenso, se defiende lo propio, se trabaja por lo propio, ¿cómo lograron esa convivencia dentro del lienzo? Estamos hablando de dos pintores de dilatada trayectoria, el cuidado hacia su obra ha de ser profundo, lograr unidad, este diálogo entre la figuración y la abstracción es algo interesante; una cosa es exponer en colectividad y otra es plasmar las visiones de dos artistas en un solo lienzo, ¿qué significó este ejercicio
para ustedes?
Sin duda en una sociedad atomizada como la nuestra, la desconfianza, sospecha, burla e individualismo son cotidianos.
En “Simbiosis” a ambos nos tocó ceder pero también incorporar y proponer, así pues mis texturas que normalmente son invasivas, fuertes y tectónicas son más visuales y menos agresivas en este proyecto.
En algunas obras dominan los cuerpos levitantes en el éter de Armando Lara, en otros, en cambio son los ritmos de mis texturas que marcan la cadencia. Creemos que todo eso enriqueció la obra porque no se buscó preeminencias, además, el equilibrio entre ambos era la única forma de “blindar” el proyecto.
Vea: Sapporo y Otaru, ciudades de contrastes
-Como lo expresa su texto, esta es una obra con características y lenguaje discursivo propio, ¿a qué apela esta propuesta?
Desde el inicio tuvimos claro que la obra debía ser una y con peso propio. El reto del proyecto era ser “solución, no mezcla”. Se corría el riesgo que fueran “dos pinturas en un mismo cuadro”, desvinculadas. Eso había que evitarlo.
El vector técnico-lúdico lo privilegiamos manteniéndonos en la irreductible bidimensionalidad pictórica, pero sin dejar a la deriva el aspecto formal. No se trata, y el público lo puede percibir, de una mera yuxtaposición o sumatoria de técnicas y estilos perfilados a lograr una pintura híbrida, se convirtió en reto interesante generador de cruces complementarios. El resultado: una obra ontológicamente diferente, con características y lenguaje discursivo propios.
-¿Buscarán inducir al espectador hacia una temática en particular, o es una obra de códigos abiertos?
El verdadero ejercicio de acercamiento no es rastrear dónde comienza o termina cada pintor o cómo nos intersectamos; el desafío es atisbar el encuentro basado en la capacidad de observar, intercambiar, colaborar, ceder, proponer, fusionar y re-plantear.
La convivencia y tolerancia no implican acoplarnos de manera sumisa a monólogos estériles. Frente a las pinturas el público podrá dialogar simultáneamente con ambos artistas o individualmente a su albedrío.
Hay momentos en que los límites entre ambos son difusos y esto, lejos de ir en detrimento de la obra, abona. Es obra de amplio espectro semiótico, sin grandes pretensiones, ya que no estamos inventando nada nuevo. Se apela a las sensibilidades
sobre todo.
-¿Qué visión tienen de la obra del otro y de qué manera la ha alimentado este proceso?
Sostengo que hay afinidad con la obra de Lara, independientemente que él parta de la figuración y yo de la abstracción, las lecturas de mundo son similares pero la forma que tenemos de expresarlas pictóricamente es distinta; pero como la base interpretativa es común, solo fue cuestión de establecer matrices y mapear los puntos de intersección y zonas divergentes y neutras.
Para trabajar en “Simbiosis” investigué la pintura de Lara y aunque desde hace mucho me es familiar, no es lo mismo verla que trabajar desde, para, o en ella. Zambullirme y nadar en las profundidades de intersticios conceptuales, pigmentos y pinceladas ha
sido fascinante.
-¿Cuál es la conclusión que les deja este ejercicio plástico?
Esta experiencia abre ventanas a cada uno. “Simbiosis, interacción lúdica” no es apropiación, es un intercambio. Estoy de acuerdo con Iovanna Ravelo cuando acota: “Hay momentos de fusión, momentos que se tocan sin fusionarse pero siempre interrelacionados”. Fue proceso de experimentación, revisión y compartir.
La idea nunca fue “fundir estilos” mimetizándonos, tampoco corregir al otro, ni medir fuerzas, sino dejarnos sorprender y usufructuar recorridos poniendo a disposición las posibilidades propias.
Además: San Marcos y los XXX años de sus Juegos Florales
He aprendido sobre la técnica del maestro, no tanto viéndolo pintar, sino observando con lupa sus actitudes, auscultando y preguntando. Uno de los aspectos más enriquecedores ha sido el intercambio suscitado. Pero más allá de estos elementos y recursos técnicos añejados durante toda una vida (nada despreciable) lo más importante fue redescubrir al compañero artista de sólida formación, a la persona que se expresa contundentemente blandiendo con maestría su arma: el pincel.