TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Como gobernante federal y estatal supo rodearse de hombres consecuentes con su ideario de modernidad y transformación de estructuras caducas y coloniales cimentadas en el privilegio de clase y raza, supeditadas a la voluntad de la metrópoli ibérica.
Cuando en escuelas y colegios se enseña su trayectoria vital, únicamente se aborda una de las múltiples facetas de su personalidad: la de guerrero invicto, olvidándose que también experimentó derrotas.
Se omiten aspectos tales como el que formó parte de una generación, la primera del período posindependiente, dividida entre quienes respaldaron su proyecto nacional incluso pagando por ello con sus vidas: José Salazar, Cirilo Flores, Vicente Villaseñor, Joaquín Rivera, Gerardo Barrios, entre otros; y quienes lo adversaron y traicionaron eventualmente, el más conocido es Francisco Ferrera.
Se excluye analizarlo como estadista, escritor, latinoamericanista y comerciante. Ya Ramón Oquelí en “La fama de un héroe” nos había recordado al respecto. Estudiar a esta figura clave en la historia centroamericana de la primera mitad del siglo XIX implica ubicarlo en su tiempo y circunstancias dentro de un contexto regional, continental y mundial.
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Como gobernante federal y estatal supo rodearse de hombres consecuentes con su ideario de modernidad y transformación de estructuras caducas y coloniales cimentadas en el privilegio de clase y raza, supeditadas a la voluntad de la metrópoli ibérica. Admirador de las transformaciones capitalistas que se implantaban en Estados Unidos y Europa Occidental enmarcadas en la revolución científica, tecnológica e industrial, trató de implementarlas en su patria centroamericana, no siempre adaptándolas a las realidades específicas del istmo; por ejemplo, en la introducción del juicio por jurados o el fomento de la inmigración extranjera, esta última medida generadora de descontentos entre la población indígena guatemalteca al considerar que sus tierras comunales serían expropiadas, lo que fue manipulado por la reacción conservadora civil y eclesial.
La condición de súbditos y vasallos se transformó jurídicamente en la de ciudadanos, titulares de derechos y obligaciones, poseedores de igualdad ante la ley, con libertades constitucionales de opinión, culto, prensa y comercio, además de división y equilibrio entre los poderes del Estado.
Un mercado de tierras sujeto a la oferta y la demanda que suprimía las tierras de “manos muertas”, de propiedad eclesial y la construcción de un canal interoceánico por Nicaragua, serían factores claves para posicionar a Centroamérica en la vanguardia del desarrollo material, generando bienestar y prosperidad para las mayorías secularmente marginadas en lo económico, social y educativo. Tales ideas eran entusiastamente compartidas por su contemporáneo José del Valle, quien en sus ensayos y artículos periodísticos propugnaba por un modelo de desarrollo coincidente con el de Morazán.
Este así lo recordaba a sus compatriotas: “El orden, la paz y la seguridad de la República deben ser los objetos primarios de un gobernante” (Primer manifiesto del presidente de la República de Centroamérica sobre la facción de Arce y Domínguez, 2 enero 1832). “En cuatro años que he servido la presidencia, mis pocas aptitudes y mis vehementes deseos por el bien de esa patria, a quien le he ofrecido varias veces con gusto mi existencia, pequeño sacrificio a la verdad para lo mucho que se le debe, pero el único que he podido ofrecerle... he aceptado el sacrificio de mi vida que de nuevo le ofrezco, por sostener sus derechos, su dignidad y el sistema que nos rige” (Carta al ciudadano Ministro de Estado y del Despacho de Relaciones del Gobierno Federal, en respuesta a la notificación de haber sido de nuevo declarado electo popularmente Presidente de la República, Tegucigalpa, l4 marzo 1835).
Impulsor de la educación popular fomentada por el Estado, con carácter laico: “... No hablo aquí de la educación culta y esmerada que exige grandes establecimientos literarios y se acomoda también a toda clase de gobiernos; hablo de la sencilla educación popular, que, sin tener por objeto las ciencias exactas... es el alma de las naciones libres. Humilde en sus deseos y simple en sus aspiraciones, la juventud se contenta con saber leer, escribir y contar...” (Mensaje Anual al Congreso Federal acerca de la labor realizada. San Salvador, 21 marzo 1836).
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Morazán administró y defendió la infancia republicana centroamericana, su integridad territorial amenazada por el expansionismo británico ya posesionado de Belice e Islas de la Bahía, ejerciendo protectorado en La Mosquitia, actuando con absoluta entrega en la lucha por la integridad y soberanía nacional. Esa fue la razón por la cual decidió retornar de su exilio sudamericano para ponerse a la orden, en su condición de militar, de los que gobiernan las parcelas fragmentadas de la Patria Grande, en 1842. Meses después de su regreso, era fusilado, sin derecho a defenderse, un 15 de septiembre.
Para el historiador guatemalteco J. C. Pinto Soria, el obstáculo fundamental para forjar una patria unificada consistió en la ausencia de una clase dominante cuyo sistema de producción y control político se hubiese extendido a la totalidad del Reino. A nivel de región o provincia, tampoco existió un grupo dominante lo suficientemente fuerte que pudiera encabezar un proceso de centralización económica y política. (Centroamérica, de la colonia al Estado nacional, 1800-1840. Guatemala, Editorial Universitaria, 1986, p. 175).
Como escritor, pese a carecer de estudios superiores, su sed de conocimiento lo impulsó a la lectura, en la biblioteca de Dionisio de Herrera y bajo la influencia ideológica recibida del sacerdote Francisco Antonio Márquez, de los enciclopedistas y teóricos políticos y jurídicos de la Ilustración y Liberalismo europeos. La lectura de sus mensajes presidenciales, proclamas, arengas, correspondencia, memorias, Manifiesto de David, revelan al Morazán literato, con estilo a la vez elocuente y directo, hecho admirable tomando en cuenta que logró encontrar algunos momentos de pausa en medio del fragor de las conspiraciones y acechanzas que militaban en contra del proyecto unitario para poner por escrito sus luminosas ideas, que conservan, simultáneamente, frescura y actualidad.