La victoria del candidato del Centro Democrático, Iván Duque, en las últimas elecciones presidenciales supone el inicio de una nueva etapa tras haber obtenido más de diez millones de votos y poner punto y final al mandato de Juan Manuel Santos, pero sin perder de vista que el líder de la izquierda, Gustavo Petro, obtuvo ocho millones de votos -récord histórico- y que se convierte en el líder moral y político de la oposición.
Las elecciones, más allá del resultado, eran transcendentales para el país porque, en realidad, el ambiente nunca había estado tan polarizado políticamente entre la izquierda y la derecha y porque el presidente Santos no conseguía que ninguno de sus herederos políticos se colocara en la segunda vuelta. Los resultados de la primera vuelta confirmaron a Duque y a Petro como los dos candidatos más votados para la segunda vuelta de las presidenciales y provocaron casi la desaparición en la escena política de los dos partidos tradicionales -liberales y conservadores-.
El proceso de paz
El claro ganador de estos comicios ha sido el expresidente Álvaro Uribe Vélez, uno de los más duros adversarios del presidente Santos y muy crítico con la forma en que se ha conducido el proceso de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el ejecutivo colombiano. El partido liderado por Uribe, el Centro Democrático, consiguió el primer puesto en las legislativas pero sin lograr la mayoría en ninguna de las dos cámaras y muy lejos del resultado que esperaban sus líderes, que tenían mayores expectativas políticas que los 19 de los 103 escaños obtenidos en el Senado.
El Centro Democrático ya había obtenido un primer y notable éxito en el plebiscito acerca de los acuerdos de paz, celebrado en 2006, cuando logró un 50% de votos a favor del “no” que había solicitado durante la campaña electoral previa a la consulta. Con ese notable caudal político y el presidente Santos hundido en favorabilidad en todas las encuestas -en ninguna pasa del 14% de aceptación-, el Centro Democrático se presentaba a las urnas con todo a su favor. Esta vez las encuestas no se equivocaron y ganó las elecciones claramente.
Uribe apadrinó a Duque desde el comienzo de la campaña, incluso cuando se celebraron las primarias en el centro derecha para elegir entre varios posibles candidatos, y apostó por aprovechar el descontento ante el curso social, político y económico del país para auparse con el poder, tal como finalmente ha ocurrido. Buena muestra del descontento ante el momento que se vivía en Colombia y la forma en que se negoció con las FARC, lo revela el hecho de que el negociador principal del Gobierno con la banda terrorista, Humberto de la Calle, obtuviera apenas el 2% de los votos en las presidenciales, a pesar de que contaba con el aval del Partido Liberal, que en las legislativas había llegado hasta el 12% de los votos.
A tenor de la victoria de Duque y del buen resultado obtenido por la derecha, ¿qué puede ocurrir ahora con los acuerdos de paz? Por ahora, el electo presidente Duque ha dicho que habrá algunas rectificaciones pero que su victoria no supone el final de los contenidos fundamentales de los acuerdos y que no habrá vuelta atrás en la apuesta del país por la paz. Obviamente, cincuenta años de guerra han sido suficientes y todos los actores políticos han interiorizado que el camino de las armas no es la mejor de las vías para resolver los conflictos. Incluso las Fuerzas Armadas colombianas, que ahora respiran tranquilas tras la derrota del izquierdista Petro, ya han acatado el proceso de paz y se preparan para un nuevo escenario en que no es previsible el retorno a la guerra.
Sobre el terreno, sin embargo, todavía quedan los restos del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que aunque cada vez con menor fuerza sigue golpeando en algunos departamentos colombianos y asestando duros golpes a las infraestructuras, aparte de haber asesinado a algunos militares y policías en el año en curso. Pese a que sus acciones terroristas han estado presentes en la vida de Colombia en los últimos meses, sus voceros ya han anunciado que están dispuestos a continuar con los truncados diálogos que se iniciaron en Quito con representantes del gobierno colombiano. Todo parece indicar que se perfila a Chile como el país para continuar con los mismos. Tanto el ejecutivo de Santos como el ELN parecen prestos a negociar, aunque no parece creíble que en apenas unas semanas que le quedan de mandato al saliente presidente se vaya a llegar a un acuerdo entre las partes. El camino se intuye largo y controvertido.
Seguramente, será ya el próximo presidente, Duque, quien tendrá que hacer frente a ese desafío y abrir un proceso de paz con ese grupo; la opción guerrerista, siempre defendida por Uribe, no parece el mejor de los caminos en una sociedad que ya vive plenamente instalada en el posconflicto muy a pesar de los detractores del proceso de paz. Por tanto, el proceso de paz seguirá su curso y el principal escollo para la consolidación del mismo y la implementación de los acuerdos serán los comprobados nexos entre los cabecillas de las FARC y el narcotráfico.
Uno de los máximos líderes de las FARC y negociadores en La Habana con el gobierno de Santos, Jesús Santrich, fue detenido por estar detrás de una gran operación destinada a introducir en el mercado norteamericano un cargamento de cocaína con el apoyo de bandas criminales instaladas en Estados Unidos.