Siempre

Daniela Lozano: La fotografía como visión de lo impalpable

La buena fotografía no reside en la virtud de la cámara sino en la humana percepción de quien la opera

FOTOGALERÍA
16.11.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-“Cuando fotografías a una persona en color, fotografías su ropa, cuando lo haces en blanco y negro, fotografías su alma”. -Ted Grant-

Cuando Daniela Lozano egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes, me pidió que viera sus primeros trabajos, supuse que deseaba mostrarme sus ejercicios pictóricos, pero alguien me había dicho que tomaba fotografías, así que le solicité que llevara las imágenes que tuviera disponibles.

Cuando al fin nos encontramos, vi sus pinturas pero estas no me provocaron mayor interés porque eran ejercicios que aún preservaban la rigidez de una academia concebida para la burda imitación del referente; luego le pedí que me mostrara sus fotografías, admito que de entrada me sorprendí, y arrebatado por un momento de emoción le dije: “Tú serás fotógrafa”.

Ahora que han pasado cuatro años de ese momento, pienso que esa emoción repentina estaba sustentada en una certera intuición: sabía que esas fotos pregonaban el talento de una joven creadora que desde el inicio mostró un ojo muy sensible.

Sabía que esas fotos tenían ciertos problemas técnicos, pero no dudaba que esas imágenes mostraban algo que estaba más allá de las cualidades técnicas del registro, en ellas había eso que Baudelaire llamó “el dominio de lo impalpable y lo imaginario”. Esas fotos revelaban un ojo y un alma, quizá en este sea uno de los rasgos de su trabajo fotográfico, es decir, un ojo atento y una sensibilidad que capta la imagen antes de que esta se convierta en registro.

Un ojo que piensa, un ojo que siente

Xavier Villaurrutia proponía en 1945 que, si bien el mérito de un fotógrafo es “convertir un instrumento en algo que piensa y siente”, el fotógrafo poeta lo es “a pesar de su cámara y no gracias a ella”. Para enfatizar ese temple poético, coincidió también con la idea de la sinestesia, esa correspondencia que atribuye a un sentido la percepción de los atributos de otro, como escuchar música en una imagen o sentir que hay tacto en la mirada.

“Contraluz de la materia” fue su primera muestra, la exposición se realizó el 24 de agosto de 2018 en el estudio del maestro Santos Arzú; en dicho proyecto se propuso estudiar las cualidades matéricas de los objetos, dejando que la luz de la cámara revelara las huellas del paso del tiempo en cada uno de ellos; el resultado fue sorprendente, los objetos se habían transformado en otra cosa.

Paradójicamente, si la mayor virtud que históricamente se ha atribuido a la fotografía es su máxima objetividad, aquí la cámara sutilmente había traicionado al objeto, se impuso lo inasible por encima de lo visible, esos objetos eran “esto” pero también eran la imagen de “otra cosa”, el ojo poetizando la realidad.

Siempre he creído que Lozano tiene un ojo poético, antes de que la cámara registre, ella ya ha concebido la foto, el ojo ya ha sondeado el alma, disponiéndose detrás del lente para ir hacia la luz, pero la luz no está en el aparato mecánico, ese solo es un instrumento, la luz es el espacio iluminado por su imaginación.

Su segundo proyecto denominado “Al pie izquierdo de papá” se realizó el 25 de julio de 2019 en el marco del Festival de los Confines, en Gracias, Lempira; en esta oportunidad, Lozano elaboró una fotografía de tipo existencial, produjo un documento narrativo que cuenta en cada imagen el proceso que ha vivido su padre después de haber perdido su pierna izquierda. Doloroso testimonio narrado en diez piezas, cada fragmento visual es un episodio de angustia, pero a la vez, de esperanza. Mutilación y resarcimiento.

Existen otros proyectos, entre ellos puedo mencionar “Los caídos” y “La piel del agua”, que aún están en espera. Lo que a veces le he reprochado a esta artista es su falta de concentración y organización, es muy disciplinada en su trabajo fotográfico, pero le hace falta mayor disposición en la formulación y ejecución de sus proyectos, Lozano debe convertirse en la gran gestora de sus propuestas, de lo contrario, pasará inadvertida en una sociedad ligera y distraída.

Su poética en blanco y negro

El formato en blanco y negro se ha convertido en parte del programa estético (poética) de Daniela Lozano; no se trata de un simple recurso técnico-visual, al contrario, es el eje que va tejiendo sus imágenes e historias visuales.

Su obra se mueve en varias direcciones, va de lo lúdico a la problemática social, de lo público a lo íntimo, pero en cualquier ruta conceptual que adopte, está presente el tratamiento sensible, humano, poético de su trabajo; el recurso en claroscuro le permite lograr una mayor concentración perceptiva de la imagen; todo el poder de la imagen reside en este austero recurso que equilibra la carga narrativa que a veces adquieren algunas fotos concebidas bajo la estética documental (testimonial).

Esta dualidad del blanco y negro va adherida a un discurso fotográfico hecho de contrastes que hablan de ausencia y presencia, de arraigo y desarraigo, de ser y no ser. En la fotografía de Lozano podemos estar ante la representación de lo irrepresentable o ante la evidencia de lo invisible, el blanco y negro sería como las luces y sombras de esas realidades.

Hacia la imagen documental

Aunque Lozano aún direcciona su sensibilidad hacia diferentes objetivos, no hay duda que poco a poco se decanta hacia la fotografía documental, pero no se trata del registro “positivista” que congela el dato, sus fotos detienen el tiempo en aquello que capta inesperadamente o que al intuir, convierte en imagen.

Una día tomó la cámara y disparó de repente, le pregunté qué había documentado y respondió “no sé”, me desconcertó, ahora entiendo su respuesta: no siempre la cámara capta lo que el ojo ve, a veces la artista solo intuye una visión que luego se convierte en una imagen superior a esa aparente realidad. Esta forma de documentar me parece más real, porque es la realidad que escapa a las percepciones domesticadas por el sistema.

Aún en aquellas fotos que se conciben como cargadas de realismo, siempre hay una realidad evocada que el lente detiene como memoria del subconsciente, eso me sucedió con la foto “El hombre de la rosa”, no es simplemente un gesto contra la violencia, es también un ser humano envuelto en una atmósfera de incertidumbre y desconcierto, esa imagen es la metáfora de un mundo dividido entre el deseo y la frustración.

Espero que esta perspectiva de sondear la realidad con el lente del ser acompañe siempre su trabajo.