Siempre

¿Acaso mueren los inmortales?

Hoy el sol salió y a él le siguió una noticia: Eduardo Bähr había muerto... Pero seamos claros, el cuerpo vuelve a la tierra y las almas trascienden a los corazones
04.08.2023

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Don Eduardo, usted es un hombre fuerte”... Con estas palabras nos saludamos la última vez que hablamos, llevaba meses queriendo contactarlo, y cuando por fin se dio el buscado encuentro fue a través de una pantalla, me contaba entonces que estaba enfermo y que la recuperación era lenta...

Pero ahí estaba, con su voz cansada, pero nunca desprovista de alegría.

Era el 19 de diciembre de 2022 y su hijo Sergio fue el propiciador de una entrevista para hablar de un proyecto que a don Eduardo Bähr le hacía mucha ilusión: un audiolibro, “El pulso del mar”, para los niños ciegos, y que recopilaba cuentos infantiles suyos y de Rubén Berríos.

En memoria de Eduardo Bähr

Me generó una gran sorpresa y a la vez ternura ver la alegría con la que hablaba de este proyecto, y estoy casi seguro que lo atesoraba más que cualquier otro libro que haya escrito por una sencilla, pero profunda razón: el hecho de compartir algo con su hijo, que le hacía un homenaje.

Incluso en esa misma entrevista dijo que los premios no le interesaban por la fama: “Lo que me satisface de eso no es mi presencia, si no que es un legado para mis hijos”.

Lo anterior solo responde a algo: el recuerdo, ese que impide que las almas queden apagadas por la muerte, esa misma muerte que ayer puso punto y final a la existencia física de uno de los más grandes escritores de Honduras...

Pero ¿por qué hablamos de muerte si Eduardo Bähr es inmortal? Ya lo decía Gabriel García Márquez: “Al escritor no lo mata nadie. Ni siquiera la muerte”.

El cuentista del humor jodión

Un cuentista

Muchos de los escritores que hoy son el relevo de esa generación del siglo XX que puso a punto nuestra literatura, lo recuerdan como el escritor al que leyeron de niños y que los dejó cautivados con su narrativa.

Uno de ellos fue el poeta Rolando Kattan, cuenta que tenía 10 años cuando lo leyó por primera vez “en el maravilloso libro ´Páginas de Honduras´, de Miguel Navarro. Aquel cuento se titulaba ´La alcachofa´. Desde entonces, su maestría como narrador me cautivó... Bähr se convirtió en un referente del cuento y el ensayo en Honduras. Siempre lo recordaré con la serenidad de los sabios y la humildad de los grandes que priorizan sabiamente la palabra sobre la imagen”.

Don Eduardo publicó varios libros, para mucha gente pudieron haber sido más, para él, estuvo bien así, no se lo pregunté, pero basándome en su personalidad estoy segura que no le interesó nunca llenar su biografía de decenas de libros, escribió los que quiso escribir, y como dice el crítico Carlos Lanza, “su obra perdurará, no por abundante, sino por trascendente, porque en ella queda lo mejor de una narrativa que puede dialogar con lo mejor de las letras en Centroamérica y América Latina”.

Y es así que el legado que dejó se compone de “Fotografía del peñasco” (1969), “El cuento de la guerra” (1971), “La fiesta umbría” (2006) y “El oculto sexo de la luna” (2019). En literatura infantil: “Mazapán” (1982), “El diablillo Achíz” (1991), “Malamuerte” (1997) y “El niño de la Montaña de la Flor” (2003).

Con su obra Bähr revolucionó la narrativa hondureña, y como expresa Lanza, él instaló los pilares más firmes para la construcción de un discurso literario de corte contemporáneo en el país.

“Irreverente, irónico, desenfadado, crítico, corrosivo, así era su estilo, es decir, su forma de narrar, pero todo ello articulado en el seno de una poderosa imaginación, en el tratamiento de un fino humor negro y en una prosa sin artilugios retóricos que opaque el brillo de la dentellada que hay en cada línea de sus cuentos”, señala.

El año pasado, cuando hablábamos del audiolibro “El pulso del mar”, su hijo Sergio Bähr nos contaba cómo veía a su papá como escritor, y compartió que sería honesto: “Eduardo no es un escritor que se va a poner todos los días a estar produciendo, no tiene un oficio que tienen otros de estar todos los días escribiendo. Eduardo es un tipo brillante que acumula la genialidad, y un día estalla y escribe algo espectacular, y luego regresa a estar guardado, nada más viendo, aprendiendo, escuchando, riéndose y burlándose siempre de todo lo que ocurre a su alrededor, de lo ridículo e hipócrita, de todo lo que sucede en nuestro país. Pero por dentro siempre está esa fuerza creativa, talentosísima, enorme que él tiene... Eduardo para mí, y lo digo como hijo, no soy objetivo, es uno de los hombres brillantes que ha tenido la literatura de nuestro país”.

Pero Sergio sí fue objetivo.

La crítica literaria Helen Umaña, a propósito del último libro publicado por Bähr -“Casi todos los cuentos”-, y que es una recopilación de su obra editada por Mimalapalabra, escribió que: “La visión general que Eduardo Bähr tiene del país es la de un gigantesco absurdo... En sus cuentos nada es producto de la precipitación o de la espontaneidad”.

Sobre esta última publicación, el director de Mimalapalabra, Giovanni Rodríguez, recordó la impresión que le dio don Eduardo cuando lo conoció a inicios del 2000, y que define esa personalidad tan jovial del autor.

“Se presentó ante un grupo de poetas, algunos de ellos extranjeros, para valorar lo que, a su juicio, eran los malos modos de hacer poesía entre muchos jóvenes entusiastas, pero sin formación de aquella época. Lo curioso es que, más allá del riesgo que suponía ese atrevimiento, Eduardo soltó su crítica con un humor estupendo, casi con espíritu deportivo, como si eso de criticar poetas en un salón lleno de poetas no fuera un asunto peligrosísimo, sino un acto de lo más prosaico que no acarrearía consecuencias de ningún tipo”.

Esa personalidad lo llevó a tomarse la vida con humor, a pesar de que su existencia no fue fácil, huérfano desde los 11 años, tuvo que ser la figura paterna de sus hermanos... Pero nunca dejó de ser un niño.

“Hoy Eduardo le da una tregua a esa permanente alegría suya, tan jodedora y contagiosa, y nos deja, con su partida, una tristeza cabrona. Pero que no crea que con esta nota triste es como lo recordaremos. Porque a hombres como él, a amigos como él, a escritores como él se les recuerda con un ánimo distinto, con la certeza de que en el centro de este aparente vacío hay otra fiesta suya, esperándonos”, concluye Rodríguez.

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