Siempre

Horacio Castellanos Moya: “Solo leo lo que está bien escrito”

Tras casi 30 años sin visitar Honduras, el país donde nació, el novelista regresa, y lo hace para estar en la III Feria Internacional del Libro de San Pedro Sula
13.11.2023

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Para Horacio Castellanos Moya su verdadera pertenencia es escribir en lengua castellana.

Si nació en Honduras, se formó en El Salvador y reside en Estados Unidos no es lo realmente trascendente, la lengua y la palabra está sobre cualquier frontera.

San Pedro Sula será la capital de la literatura con la Feria del Libro

El escritor, tras casi 30 años sin visitar nuestro país, finalmente romperá con esa ausencia para estar presente en la III Feria Internacional del Libro de San Pedro Sula (FIL SPS), donde pronunciará la conferencia inaugural el viernes 17 a las 10:30 AM, en el Polideportivo de Unitec, donde se desarrollará el evento literario del 17 al 19.

Previo a su llegada a Honduras lo entrevistamos para hablar de sus recuerdos de este país, de su obra marcada por la historia de Centroamérica y de la literatura de esta región, que en muchas ocasiones resulta casi invisible para las grandes editoriales.

¿Qué expectativas le genera esta visita a Honduras por la FIL SPS?

Hace aproximadamente treinta años que no visito Honduras. La última vez fue para el velorio y entierro de mi abuela. Un largo tiempo. Tengo ganas de conocer de primera mano lo que sucede en el país, en especial en el ámbito literario.

¿Qué recuerdos tiene de sus años viviendo en Tegucigalpa?

De mi infancia casi no tengo recuerdos. Viví solo los primeros cuatro años de mi vida en Honduras y no consigo extraer mayor cosa de mi memoria.

He escrito ya sobre mi recuerdo confuso de las sirenas que llegaban a la casa de mis abuelos en la primera avenida de Comayagüela, cuya fachada había sido destruida por un bombazo (en esa época mi abuelo era presidente del Partido Nacional y sin duda andaba en conspiraciones peligrosas). Y poca cosa más... Pero déjeme decirle que sí tengo claros recuerdos de los cuatro meses que viví en Tegucigalpa de marzo a julio de 1980.

Entonces hice amistad con los mejores escritores de Honduras en esa época: Roberto Sosa, Eduardo Bähr, Hernán Antonio Bermúdez, Roberto Castillo y Rigoberto Paredes. Una época que rememoro con nostalgia.

Aunque usted nació en Honduras, se le identifica como un escritor salvadoreño. ¿Usted se considera también un escritor hondureño?

Soy hondureño de nacimiento y también soy salvadoreño de nacimiento (mi padre era salvadoreño y la Constitución de ese país así lo establece). Pero esas cuestiones sólo competen a los organismos de población.

El escritor, me parece, está determinado por los lugares en los que transcurre sus años de formación –la infancia, la adolescencia y la primera juventud–, donde se impregna de una forma particular de ver el mundo.

Yo pasé esos años en El Salvador, y aunque en vacaciones a veces visitaba a mis abuelos en Tegucigalpa, fue en aquel país en el que formé lo principal de mi visión.

Una definición posible sería que soy un escritor nacido en Honduras, formado en El Salvador, macerado en México, que luego ha residido en distintas partes del mundo y que siempre ha escrito en la lengua castellana, su verdadera pertenencia.

Uno de los conversatorios en los que habrá de participar en la FIL SPS se titula “Ficción, historia y realidad en Centroamérica”. ¿De qué manera intervienen esos dos últimos elementos en su obra narrativa?

En algunas novelas he utilizado hechos históricos como escenario, por ejemplo, el golpe militar contra el dictador Martínez en El Salvador en “Tirana memoria”, la guerra entre El Salvador y Honduras en “Desmoronamiento”, el arranque de la guerra civil en El Salvador en 1980 en “La sirvienta y el luchador”, el informe sobre el etnocidio en Guatemala en “Insensatez”.

Mi procedimiento ha sido usar esos hechos históricos como contexto o paisaje de fondo de las pasiones de mis personajes, que son las que impulsan la trama.

Horacio Castellanos Moya en una foto de 2009 tomada por Giovanni Rodríguez en Barcelona.

¿Considera que Centroamérica tiene actualmente una literatura homogénea en la que predominan la historia y el abordaje de la realidad contemporánea? ¿O es posible detectar otras direcciones en esta narrativa?

No soy un experto en literatura centroamericana. Sólo leo lo que me entretiene y está bien escrito. Una de las cosas que más evito por razones de salud mental es la mala prosa.

Mi visión es, pues, sesgada, parcial. Pero aun así le puedo decir que en lo que he leído no encuentro homogeneidad.

Aunque haya algunas coincidencias, veo búsquedas personales, unas con mayor realización que otras. Una literatura homogénea sería la muerte de la literatura.

¿Cómo evalúa usted, que es un centroamericano que vive fuera de Centroamérica, el panorama de la literatura de estos países durante los últimos años?

Es arriesgado opinar en un terreno en el que todo juicio es relativo. Sólo el tiempo tiene la última palabra sobre la trascendencia de una obra. Pero, en términos generales, me parece que hay escritores potentes que cada vez se abren un mayor espacio en el concierto de la lengua española.

¿Por qué considera usted que resulta difícil ver a escritores hondureños publicados por las grandes editoriales? ¿Qué haría falta para que eso empezara a cambiar?

Es un fenómeno que no se limita a Honduras. Los escritores de El Salvador o Panamá o Costa Rica podrían decir lo mismo.

Creo que una primera causa es que los escritores centroamericanos somos menos visibles desde las metrópolis, donde las grandes editoriales tienen sus sedes, porque no existen plataformas culturales ni inversión para proyectar la literatura fuera de las fronteras regionales.

Es, pues, más difícil que los libros lleguen, que sean conocidos. Por eso son importantes ferias como la de San Pedro Sula, para que los invitados internacionales vean lo que se está escribiendo y publicando.

Hablando de sus novelas, “El asco”, aunque está ambientada en El Salvador, lo que en ella se narra es perfectamente aplicable a Honduras. ¿Era consciente de esto cuando la escribió?

Me han dicho lo mismo amigos o conocidos en México, en Guatemala, en Argentina.

“El asco” podría ser aplicable a cualquier país latinoamericano. Pero no, no era consciente de ello cuando la escribía. En verdad, no era consciente de nada, aparte del placer de la escritura en sí misma.

Saltemos ahora a su última novela, “El hombre amansado”. Esa novela, por los hechos que narra, alude a temas muy contemporáneos como la corrección política y el linchamiento social. ¿Cree que vivimos actualmente como seres humanos amansados por la presión social?

Claro, amansados, embobados, y felices de estar amansados y embobados. A eso se le llama progreso y democracia. Todos tenemos la posibilidad de pasar amansados y embobados por los dispositivos electrónicos las 24 horas del día.

¿Qué papel juega la literatura en el mundo actual, en el que parece que las cosas importantes se dirimen en las redes sociales y no precisamente en los libros?

Me da la impresión de que usted confunde lo importante con lo inmediato, con lo urgente.

La literatura nunca ha sido el terreno en que se dirimen los problemas urgentes. Antes fue la prensa y ahora son las redes sociales donde se dirimen esas batallas por lo inmediato.

La literatura se mueve, y siempre se ha movido, en otra frecuencia. La prensa y las redes se mueven en lo horizontal, tratan sobre lo que muere con su tiempo; en tanto que la literatura y el arte aspiran a lo vertical, a lo que trasciende en el tiempo.

Otras actividades en las que participará en la FIL SPS

Además de la conferencia inaugural de la FIL SPS, Castellanos Moya también participará en el conversatorio “Ficción, historia y realidad en Centroamérica”, el sábado 18 a las 7:00 PM, y “Narrativas del desmoronamiento, la violencia y la muerte”, el domingo 19 a las 3:00 PM.

Posteriormente estará en Tegucigalpa el martes 21 de noviembre en un conversatorio que tendrá lugar en el CAC-UNAH a las 4:00 PM.

Horacio Castellanos Moya, Tegucigalpa, Honduras, 21 de noviembre de 1957.

Hijo de madre hondureña y padre salvadoreño, se formó en el hermano país centroamericano, posteriormente se trasladó a México. Actualmente vive en Estados Unidos, es catedrático en la Universidad de Iowa. Su primera novela, “La diáspora”, la publicó en 1989, aunque antes había incursionado en el cuento. Trece novelas conforman su producción literaria, además de cuentos y poesía. Su último libro publicado es “El hombre amansado”, séptimo libro de la Saga de la Familia Aragón.